Tesoros de la tierra vs tesoros del cielo

viernes, 21 de junio de 2019
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Catequesis en un minuto

21/06/2019 – Viernes de la undécima semana del tiempo ordinario

Jesús dijo a sus discípulos:
No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban.
Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben.
Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado.
Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!

San Mateo 6,19-23.

Tesoros de la tierra

Jesús nos pide que tengamos el corazón libre de dinero, vanidad y poder. Las verdaderas riquezas son las que hacen “luminoso” el corazón como la adoración a Dios y el amor por el prójimo. Los tesoros mundanos hacen que pese nuestro corazón y lo encadenan.

“No acumuléis, para vosotros, tesoros en la tierra”. Este es un consejo de prudencia, porque los tesoros sobre la tierra no son seguros: se estropean, vienen los ladrones y se los llevan. Y, ¿en qué tesoros piensa Jesús?. Principalmente en tres y siempre vuelve sobre el mismo argumento”.

El primer tesoro: la riqueza, el oro, el dinero, las riquezas.’Pero no estás seguro con esto porque, quizá, te lo robarán; ‘no, ¡estoy seguro con las inversiones!’; ‘¡quizá cae la Bolsa y tú te quedas sin nada!. ¿Un dolar más te hace más feliz o no? Las riquezas son un tesoro peligroso. Pero las riquezas son buenas, sirven para hacer muchas cosas buenas, para llevar adelante la familia: ¡esto es verdad! Pero si tú las acumulas como un tesoro, ¡te roban el alma! Jesús en el Evangelio vuelve a este argumento, sobre las riquezas, sobre el peligro de las riquezas, sobre poner la esperanza en las riquezas”.

Segundo tesoro: la vanidad, “el tesoro de tener prestigio, de hacerse ver siempre es condenado por Jesús a los doctores de la ley, cuando ayunan, cuando dan limosna, cuando rezan para hacerse ver. San Bernardo afirmaba: “tu belleza terminará por ser comida de gusanos”.

Tercer tesoro: el orgullo y el poder. ¡El poder termina! Cuántos grandes, orgullosos, hombres y mujeres de poder han terminado en el anonimato, en la miseria o en prisión. Es de ahí de donde viene la exhortación de no acumular dinero, vanidad, orgullo, poder. Estos tesoros “no sirven”.

Tesoros del cielo

El Señor nos pide acumular tesoros del cielo. Aquí está el mensaje de Jesús: ‘Pero si tu tesoro está en las riquezas, en la vanidad, en el poder, en el orgullo, ¡tu corazón estará encadenado ahí! Tu corazón será esclavo de las riquezas, de la vanidad, del orgullo’. ¡Y lo que Jesús quiere es que tengamos un corazón libre! Este es el mensaje. Jesús nos habla de la libertad del corazón. Y tener un corazón libre solamente se puede tener con los tesoros del cielo: el amor, la paciencia, el servicio a los otros, la adoración a Dios. Estas son las verdaderas riquezas que no son robadas. Las otras riquezas pesan en el corazón, lo encadenan, no le dan libertad.

Un corazón esclavo que no es un corazón luminoso: será tenebroso. Y si nosotros acumulamos tesoros de la tierra, acumulamos oscuridades, que no sirven. Estos tesoros no nos dan la alegría, pero sobre todo no nos dan la libertad. Sin embargo, un corazón libre es un corazón luminoso, que ilumina a los otros, que hace ver el camino que lleva a Dios.

Un corazón luminoso, que no está encadenado, un corazón que va adelante y que también envejece bien, porque envejece como el buen vino: cuando el buen vino envejece es un buen vino envejecido. Sin embargo, el corazón que no es luminoso es como el vino malo: pasa el tiempo y se estropea más y se hace vinagre. Que el Señor nos dé esta prudencia espiritual, para entender bien donde está mi corazón, a qué tesoro está unido mi corazón. Y también nos da la fuerza de desencadenarlo, si está encadenado, para que se haga libre, luminoso y nos dé esta felicidad bella de los hijos de Dios: esa verdadera libertad.

 

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