“Todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera”, dijo Monseñor Víctor Manuel Fernández

miércoles, 12 de julio de 2017
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FERNÁNDEZ

12/07/2017 – El padre Javier Soteras, presente en este Primer Simposio Internacional de Catequética, que se está llevando a cabo en la Facultad de Teología de la UCA, en Buenos Aires.

Hoy nos trae la reflexión que hizo Monseñor Víctor Fernández, el cual hizo una diferencia entre autorreferencialidad y autotrascendencia, y recordó que para pasar de una otra el Papa Francisco invita a la salida.

Monseñor Fernández comenzó explicando que “en la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de «salida» que Dios quiere provocar en los creyentes”. En este contexto hizo memoria de todos aquellos llamados que hizo el Señor a lo largo de la historia.

Abraham: aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva (cf. Gn 12,1-3).
Moisés: escuchó el llamado de Dios: «Ve, yo te envío» (Ex 3,10), e hizo salir al pueblo hacia la tierra de la promesa (cf. Ex 3,17).
A Jeremías le dijo: «Adondequiera que yo te envíe irás» (Jr 1,7).

Hoy, en este «id» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera, indicó Monseñor Fernández.

“Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio”.

 

Salón Víctor Fernández
Ese amor que le devuelve el sentido de la vida

Rhaner dijo que el Hombre más se posee a sí mismo cuanto más sale de si mismo.
Sólo gracias a ese encuentro —o reencuentro— afirmó Monseñor Fernández, con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad.
“Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero”. “Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?

El padre Javier nos proponía seguir las palabras de Monseñor Fernández, como comunidad evangelizadora:

  • Salir desde la simplicidad del Evangelio.
  • Volver una y otra vez al corazón del Evangelio.
  • El núcleo es el Kerygma.
  • Es el primer anuncio por ser el principio a donde siempre hay que volver.

 

Autoreferencialidad
¿Cuál es el papel que cumple la catequesis?

Así pues, gracias a la catequesis, el kerygma evangélico —primer anuncio lleno de ardor que un día transformó al hombre y lo llevó a la decisión de entregarse a Jesucristo por la fe— se profundiza poco a poco, se desarrolla en sus corolarios implícitos, explicado mediante un discurso que va dirigido también a la razón, orientado hacia la práctica cristiana en la Iglesia y en el mundo.

Las verdades que se profundizan en la catequesis son las mismas que hicieron mella en el corazón del hombre al escucharlas por primera vez. El hecho de conocerlas mejor, lejos de embotarlas o agostarlas, debe hacerlas aún más estimulantes y decisivas para la vida. (Catequesis Tradende 25) Juan Pablo II

 

La vida se debilita en el aislamiento

Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien. No deberían asombrarnos entonces algunas expresiones de san Pablo: «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14); «¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!» (1 Co 9,16).

La propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con menor intensidad: «La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad”. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás».

Salir desde la misionalidad

 

La intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión «esencialmente se configura como comunión misionera».

Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo.

La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie. Así se lo anuncia el ángel a los pastores de Belén: «No temáis, porque os traigo una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo» (Lc.2,10). El Apocalipsis se refiere a «una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo» (Ap. 14,6).

La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluido.

Monseñor Fernández nos dejó la tarea de atrevernos a encontrar los nuevos signos, los nuevos símbolos, una nueva carne para la transmisión de la Palabra. Las formas diversas de belleza que se valoran en diferentes ámbitos culturales, e incluso aquellos modos no convencionales de belleza, que pueden ser poco significativos para los evangelizadores, pero que se han vuelto particularmente atractivos para otros.