Un cambio de raíz

jueves, 1 de agosto de 2019
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Catequesis en un minuto

01/08/2019 – Jueves de la decimoséptima semana del tiempo ordinario

“El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?». «Sí», le respondieron. Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo». Cuando Jesús terminó estas parábolas se alejó de allí

Mateo 13,47-53

¿Qué sería convertirse? hacer un cambio interior, una conversión radical, una transformación profunda de la mente y del corazón para poder ser revestidos de la presencia de Jesús, de su gracia, para configurarnos con El.
Juan Pablo II en su Exhortación apostólica Ecclesia in America nos recordaba una verdad esencial: «el encuentro con Jesús vivo mueve a la conversión» y «nos conduce a la conversión permanente». También nos ha recordado que la meta del camino de conversión es la santidad, es decir, llegar «al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo». Todos estamos llamados a ser santos. Esta vocación universal no es una novedad. Ya el apóstol San Pedro, el primer Papa, exhortaba a los primeros cristianos a responder a su vocación a la santidad poniendo todo empeño en asumir una nueva vida según una nueva condición: «Como hijos obedientes, no se amolden a las apetencias de antes, del tiempo de nuestra ignorancia, más bien, así como el que nos ha llamado es santo, así también ustedes sean santos en toda su conducta, como dice la Palabra: Sean santos, porque santo soy yo.
La santidad es consecuencia y fruto de la metánoia. Metánoia es un término griego que literalmente traducido quiere decir “cambio de mentalidad”. Jesús inicia su ministerio público invitando justamente a la metánoia: «Conviértanse (metanoeite) y crean en la Buena Nueva». Como vemos, esta expresión designa mucho más que un mero “cambio de mentalidad”, designa una conversión total de la persona, una profunda transformación interior. Es decir, «no se trata sólo de un modo distinto de pensar a nivel intelectual, sino de la revisión del propio modo de actuar a la luz de los criterios evangélicos». La metánoia es un cambio en la mente y el corazón, es la transformación radical que debemos alcanzar en nuestra realidad más profunda, permitiéndonos vivir una mayor coherencia entre la fe creída y la vida cotidiana. La metánoia lleva finalmente a vivir la vida activa según el designio divino.
Esta progresiva transformación interior cuyo horizonte es la plena conformación con Cristo «no es sólo una obra humana»: es ante todo una obra del Espíritu Santo en nosotros. El Espíritu nos lleva a cambiar nuestro interior, transformando nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, llevándonos a la configuración con el Señor Jesús. Nuestra tarea es cooperar generosa y activamente con la gracia en nuestro proceso de crecimiento y maduración espiritual, para que por la acción divina en nuestros corazones crezca en nosotros el “hombre interior” y así nos volquemos apostólicamente en el cumplimiento del Plan divino.

 

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