Una voluntad compasiva

miércoles, 29 de abril de 2020
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29/04/2020 – En el Evangelio de San Juan 6, 35 – 40 Jesús se presenta como el Pan de Vida que ha venido a mostrar la voluntad del Padre. ¿Qué es este alimento que Jesús nos acerca? El mismo del cual Él se alimenta: hacer la voluntad de Dios que está llena de vida.

 
El amor de Dios, el Padre, que nos regala Jesús, Pan de vida, es lo que nos pone de pie y nos invita a seguir adelante.

 

Jesús dijo a la gente: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día”.

 

 


 

La voluntad del Padre tiene que ver con que todos se salven, que tengan vida y no cualquier vida sino vida en plenitud dice Jesús.

La voluntad del Padre expresada en Jesús es una voluntad de amor a los desprotegidos, a los desplazados. Son ciegos, son paralíticos, son sordos, son prostitutas, son personas que desvarían en su opresión interior. Los leprosos, que tienen que vivir en las afueras de la ciudad, marginales.

Es una voluntad, un querer sobre la marginalidad en torno a la cual se entrega Jesús. En éste sentido la voluntad del Padre que se expresa en la persona de Jesús, en la carne y en la sabiduría de Jesús es una voluntad de compasión. Sintió compasión de ellos, dice el texto anterior al Discurso del Pan de Vida y por esa compasión que sintió por ellos fue que decidió multiplicar su presencia para que todos pudieran alimentarse del pan de Dios.

¿Cómo se expresa la voluntad del Padre en la persona de Jesús? ¿Cuales son los rasgos de ésta voluntad y como se diferencia la voluntad con la que Jesús se muestra a otras voluntades con las que a veces nosotros nos entremezclamos?.

Esta voluntad es de compasión, redime. La compasión salva. Cuando uno está mal, se siente herido, se siente despreciado, desplazado, no reconocido, desvalorizado, deprimido, entristecido, excluido, arrinconado, esto que nos pone en una situación como lechuga en el freezer diría, todo como acurrucado.

Un gesto de compasión nos rescata, nos redime realmente también cuando lo tenemos con otros. Cuando nosotros vemos que alguien está así y nos acercamos en actitud compasiva nosotros somos capaces de sacarlo a los otros de ese lugar de exclusión, de rincón es una voluntad que redime, la voluntad compasiva.

La voluntad de Jesús que muestra la voluntad del Padre, es una voluntad orante. Es el lugar desde donde contemplando el misterio podemos crecer, avanzar en el proyecto del Padre. El Cristo que pasa horas a solas con el Padre.

Es el que dice: nadie conoce al Hijo sino el Padre y nadie conoce al Padre sino el hijo y aquel a quien el hijo se lo quiera dar a conocer.

El conocimiento de la persona del Padre, del Hijo, pasa por éste lugar clave que es el vincularnos con la voluntad orante de Jesús que nos invita también a nosotros a reformular nuestro querer en clave orante. Vincularnos amorosamente desde la oración a la persona de Jesús. Es la voluntad también de Jesús que es la del Padre que se vincula a nosotros. Es una voluntad que dignifica, es un querer que dignifica.

Cuando Jesús dice: yo vengo a hacer la voluntad del Padre parte de esa voluntad aparte de ser una voluntad orante que nos lleva a la oración, una voluntad compasiva, es una voluntad que se compromete con lo marginal, es también una voluntad dignificadora. Mujer, ¿alguien te condena?. Le dice Jesús a la prostituta. Nadie. Yo tampoco te condeno. Pero fijate, empezá a recorrer otros caminos porque por allí tu vida se denigra, no tiene sentido, se opaca, se pierde, se destruye, se corrompe.

Es ésta voluntad, es éste querer, es ésta decisión reconciliadora de Jesús que alegóricamente aparece expresada en el capítulo 15 del Evangelio de Lucas cuando el Señor nos regala esas hermosísimas parábolas de la misericordia donde la más paradigmática, la más representativa es aquella del Padre compasivo esperando la vuelta del hijo que buscó otros caminos y se perdió por otros caminos.

El Padre que lo atrae con su mirada, con su confianza y espera la vuelta. Es la voluntad que reconcilia. También la voluntad de Jesús es una voluntad firme, es una voluntad que no negocia es firme e innegociable. Es decir no se trata de repetirse en lo que fue sino que realmente la propuesta de Jesús es nueva y algunas tradiciones que han venido como a opacar la ley y la propuesta de Dios en el misterio de la alianza con su pueblo Jesús la saca a latigazos: la casa de mi Padre no es un lugar de comercio.

No es un lugar para hacer negocios. Es un lugar para adorar, orar, encontrarse con los hermanos, proyectar la vida, trabajar por la justicia, vivir en paz y ofrecer la paz. Es una voluntad firme la de Jesús. Es una voluntad que no tiene miedo a las consecuencias que siguen de su discurso.

No es que no lo sepa es que no le interesa. No es que no entienda que su discurso no es bienvenido para todos y que lo que dice es a veces bastante conflictivo para algunos porque lo saca de su lugar de poder, de su lugar establecido. No es que la voluntad es acomodaticia por parte de Jesús. Es una voluntad firme, no se adapta, entre comillas, a las circunstancias y la supera desde la propuesta del Reino.

Es una voluntad muy generosa la de Jesús. Cuando Jesús dice: Yo vengo a hacer la voluntad de mi Padre esta diciendo todo esto. Esta hablando de generosidad, de reconciliación, de dignificación, es una voluntad orante, compasiva, vinculada a los desprotegidos, a los ciegos, paralíticos, sordos, leprosos, desplazados, a los que no tienen poder, a los desapoderados, a los que no cuentas. Es una voluntad de amor la que Jesús nos ofrece.

 

Una voluntad que resucita

 

Esta voluntad de amor levanta a los caídos. Resucita perdonando, resucita trayendo luz, sosteniendo al débil. El amor de Dios resucita. La gracia de voluntad de Jesús pone de pie. Yo lo resucitaré al final del tiempo.

Es ahora ese final del tiempo. Ese final de tiempo es este que transcurre entre la primera y segunda venida de Jesús. Es el tiempo final. Es el tiempo que transcurre entre Belén y el final del tiempo y la apocalíptica, el final de la historia y es en éste tiempo donde el Señor nos pone de pie. Por eso buscamos abrirnos a la voluntad del amor del Padre. Esta voluntad suya en la persona de Jesús atrae, seduce. La Palabra del salmista lo dice: me sedujiste y yo me dejé seducir Señor.

Esta presencia amorosa de la voluntad del Padre en la persona de Jesús es fuerte como dice la Palabra. Como dice la Palabra es más fuerte el amor que la muerte. Esta presencia de la voluntad de Jesús que expresa la voluntad del Padre es la que no solo resucita sino que también da ánimo en la fragilidad, en la debilidad. Pablo lo expresa claramente esto cuando dice: todo lo puedo en aquel que me conforta. Es una voluntad que siempre está mirando más allá.

Es la que expresa el Padre de la Parábola del hijo pródigo: lo vio de lejos. Es decir está mirando a la distancia del que está más lejos. Busca al que se ha perdido y está siempre mirando, contemplando al que se puso más distante. Va más allá. Sale al encuentro del que está perdido. Se diferencia la voluntad que muestra Jesús de algunos quereres intransigentes, de algunas voluntades de poder, de imposición rígida.

El Padre dice: éste es mi hijo muy querido en dos oportunidades en el Bautismo y otra en la Transfiguración de Jesús y en los dos momentos la invitación del Padre a ver, a contemplar a Jesús termina con una indicación o moción: escúchenlo. Es decir nuestra posibilidad de cambiar nuestro querer está en la escucha de la voluntad del Padre se expresa en la escucha de la Palabra del Hijo que trae luz.