Volver a comenzar

martes, 10 de abril de 2018
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10/04/2018 – En el Evangelio de hoy Jesús aparece dialogando con Nicodemo, Jesús, maestro, invita al maestro de la ley a nacer de nuevo. Esto significa nacer de lo alto, y lo alto en el evangelio de San Juan es el misterio de la Pascua, la cruz de Jesús. En su cruz está el nuevo nacimiento, en el agua y en el Espíritu Santo.

 

 

Catequesis en un minuto

Jesús dijo a Nicodemo: ‘Ustedes tienen que renacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu”. “¿Cómo es posible todo esto?”, le volvió a preguntar Nicodemo.

Jesús le respondió: “¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas? Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.

Nacer del agua y del espíritu es lo que Jesús le propone a Nicodemo. Éste es un maestro de la ley que se acerca a Jesús porque se ha sentido profundamente atraído por el mensaje del Maestro de Galilea; desea encontrarse con Jesús pero, al mismo tiempo, le da vergüenza exponerse y por eso va al encuentro con Él de noche.

 

 Jn 3,7b-15

15

Jesús pone luz en el corazón

En la noche, en la oscuridad, Jesús pone luz en el corazón de Nicodemo invitándolo a comenzar a recorrer un camino nuevo que supone un nuevo nacimiento, que no es volver al seno materno sino nacer del agua y del Espíritu Santo. Sin duda, Jesús está hablando del don, de la gracia bautismal, un nuevo nacimiento en nosotros.

Jesús propone una transformación desde la raíz, un cambio desde el origen de donde hemos sido concebidos. Es volver al acto creacional, pero con la gracia de la recreación. Dice Jesús que este don, esta transformación, nos viene dada por la obra del Espíritu Santo que actúa en nosotros a través de la gracia bautismal.

Para “volver a nacer”, si yo quiero ser distinto a lo que soy hoy para seguir el proyecto de Dios, además de recibir su Palabra, de meditarla, de confrontarla con mi vida, en un momento determinado tengo que hacer una opción que me supone dejar de lado todo lo que me aparta de Dios y, particularmente, distanciarme y diferenciarme del pecado, de la tentación, del enemigo. Esto está incluido dentro del “volver a nacer”: elijo a Dios y renuncio a todo lo que no es de Dios. Renunciamos al enemigo, al diablo, al que divide, al que genera confusión, al que odia a Dios, al que se ha lanzado contra nosotros. Hace falta cerrarle la puerta y decirle: mi vida, no. Decimos esto cada ves que nos renovamos en la gracia bautismal, por ejemplo en cada Reconciliación, cuando pedimos perdón a Dios por nuestros pecados.

Catequesis completa