Los Franciscanos y los dominicos, son dos órdenes religiosas que se destacaron en tiempos anteriores a la reforma protestante. Ambas pertenecen a la familia de “los mendicantes” pero con espiritualidades distintas: los dominicanos u Orden de Predicadores proponían un conocimiento de Dios a partir del estudio y los Franciscanos promovían un acercamiento a Dios a partir de la pobreza y la entrega al prójimo.
Los fundadores de ambas órdenes eran contemporáneos y de acuerdo a las crónicas de aquella época, los dos se conocieron y trataron en Roma lugar del que surgió una amistad que estrecharían el resto de sus vidas.
José Salvador Hernández Contreras, O.P., narra una leyenda que explica por qué surgió la amistad:
“Cuenta la tradición, que un día que estaba Santo Domingo en Roma pidiendo al Papa aprobase la fundación de su Orden, tuvo un éxtasis:
Vio a Cristo suspendido en el aire y en actitud de arrojar sobre el mundo tres lanzas que tenía en su mano debido a la corrupción que reinaba en la tierra. La Virgen María viendo a su hijo en tal estado exclamó: ‘¡Hijo mío!, ¿Qué vas a hacer? Ten compasión de la humanidad. Voy a proporcionarte dos siervos fieles que lucharán para someter al mundo a tu voluntad.’ Cristo contestó a su Madre ‘Quisiera que me presentaras a esos dos hombres.’
La Virgen presentó a Domingo de Guzmán y a Francisco de Asís a Cristo: él entonces dijo: ‘En efecto estos son verdaderos siervos míos. Estoy seguro que pondrán gran empeño en hacer lo que has dicho Madre.’
Al día siguiente después de la visión y estando Domingo en la iglesia de Roma, coincidió con Francisco en misa. Los dos se abrazaron y besaron, y Domingo le dijo: ‘Tú eres mi compañero; conmigo recorrerás el mundo. Establezcamos entre nosotros un compromiso de colaboración. Seamos fieles a Cristo, y no habrá adversario que pueda vencernos.’
De allí data la tradición de que en la fiesta de San Francisco, los dominicos se reúnen con ellos y celebran la Eucaristía, y de la misma manera, los hermanos Franciscanos en la fiesta de Santo Domingo.”
Los hijos espirituales de ambos, asumieron que la amistad entre los dos santos, significaba la unión fraternal de ambas órdenes religiosas en sus primera, segunda y tercera ramas.
La tradición de la amistad de Francisco y Domingo es parte de la historia del arte de sus respectivas Iglesias: en los templos de ambas órdenes encontraremos las imágenes de ambos santos en diversas partes de la decoración de los edificios católicos y anglicanos.
En México la tradición de la amistad de ambos santos se demostró durante siglos con la procesión denominada popularmente como “el topetón”.
En los días de los santos –4 de octubre para San Francisco y 8 de agosto para Santo Domingo—se sacaban las estatuas de sus respectivas Iglesias en procesión pública.
Se marcaba un trayecto específico de las calles hasta que las figuras se encontraban la una con la otra; acto seguido los cargadores de las estatuas las inclinaban para que pareciera que las imágenes de los santos se daban un abrazo conmemorando así su amistad.
Para las personas que lo veían, simplemente parecía que los santos chocaban las cabezas y se daban un tope, origen del nombre “topetón” que se le aplicó a la procesión.