04/12/2014 – El próximo domingo comienza el tiempo del Adviento y el Padre Ángel Rossi hizo una reflexión alusiva a ésta festividad. El sacerdote comentó que celebramos al Señor que viene. “Adviento” significa “que está viniendo” por lo tanto si alguien está viniendo la actitud es la esperanza, esperarlo, y sobretodo si quien viene es alguien grato. Si te avisan que alguien viene, y realmente hay cariño, se prepara la casa y el corazón para el que llega. No sólo se disfruta cuando llega, sino que en el durante también se puede ir preparando esa alegría. No hay que esperar la navidad para disfrutar sino que hay una gracia propia del Adviento.
Citando a Anselm Grün, el Padre Ángel comentó que esperamos la venida de Dios y Él viene en 3 formas: vino en el nacimiento hace 2000 años cuando nació Jesús, viene a nuestras almas hoy y vendrá al final de los tiempos en forma gloriosa. Como tiempo de espera el adviento, debería ser un tiempo de silencio para escuchar la voz en nuestro interior como recomienda San Ansemo:
¡Arriba, tú, hombrezuelo! ¡Huye un poco de tus ocupaciones!
Entra un instante en ti mismo, apartándote del tumulto de tus pensamientos.
Arroja lejos de ti las preocupaciones que te agobian
y aparta de ti las inquietudes que te oprimen.
Búscate tiempo para Dios y descansa. Habla con Dios
y dile con todas tus fuerzas: “Quiero, oh Señor, buscar tu rostro” (salmo 27,8).
Señor mío y Dios mío, enseña a mi corazón dónde y cómo tengo que buscarte,
dónde y cómo puedo encontrarte”.
Para rezar en el adviento
Luego el sacerdote jesuita compartió una oración de Javier Quimsá sj y recomendó tenerla presente y rezarla en este tiempo:
Aquí estoy, Señor, caminando en este Adviento,
un Adviento más estremecido, asustado, aturdido y expectante,
percibiendo cómo avivas en mi pobre corazón las cenizas del deseo, cómo después de un toque de nostalgia, la memoria que se despereza y abre sus ojos al pasado deslumbrado por el agradecimiento.
Aquí estoy, Señor, caminando en este Adviento, desempolvando mi esperanza,
consintiendo en este esperar,siempre mismo, siempre nuevo,
consintiendo en este tener que esperar para vivir,
en este esperar como afirmación fundamental de mi vida, en este esperar que traduce la profunda y secreta necesidad de tender hacia lo que se me presente como inalcanzable y, por ello, inesperable con mis propias fuerzas.
Aquí estoy, Señor, caminando en este Adviento, una vez más enfrentado a la paradoja de esperar lo inesperable, de tener que ejercer esta esperanza para existir, de hacerme consciente de que ser es esperar.
Aquí estoy, Señor, con la mirada del corazón clavada en este Adviento, con el anhelo encendido, con el deseo ardiendo, luchando contra mis miedos y esperanzas para que el fuego de la esperanza se abra e ilumine el primer paso.
Aquí estoy, Señor, intentando limpiar la niebla de mis ojos, rogándote que enjugues Tú mis lágrimas y que tu luz alce mi cabeza y oriente mi mirada hacia el lugar de la promesa.
Aquí estoy, Señor, aguardando lo que no veo, lo que no siempre quiero, lo que desconozco, lo que, sin embrago- ¡qué ironía!- es mi mayor certeza.
¿Cómo aguardar amor y desvergüenza? ¿Cómo negar la espera al Dios de mi esperanza? Aquí estoy, Señor, caminando en este Adviento, estremecido, asustado, expectante, enamorado y sintiendo Tu llamado como la cosa más cierta, más real, como la única verdad de mi espera.
No te canses de llamar, Señor, no te canses de llegar, no te canses de venir, Señor, que aquí estoy caminando, Señor, a Tu encuentro en este Adviento.
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