4/06/15 – La abadía de Ntra. Sra. del Santísimo Sacramento, en Frattocchie, toma su origen de la supresión de la abadía de Ntra Sra. de las Catacumbas de San Calixto, cerca de Roma. Los trapenses habían sido expresamente deseados y llamados por S.S. León XIII en 1883, para que fuesen los custodios de estos santos lugares que constituyen el célebre cementerio de los primeros siglos de la Iglesia junto a la vía Apia.
Hace 40 años, el Padre José ingresó al monasterio, tras haber llevado una vida vinculada a la música de rock (fue un importante baterista de destacados artistas argentinos). Él destaca que Dios encuentra al hombre donde el hombre está, y manifiesta, “no hace como nosotros que preparamos un escenario, mi experiencia personal es que Dios me vino a buscar donde yo estaba, no reniego del pasado, al contrario, fue el lugar que Él eligió para encontrarse conmigo”.
En diálogo con el Padre José Otero, Monje trapense de la Abadía de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, esto nos decía:
“Un día pasó Jesús por acá, y me dijo Sígueme y yo acepté y dije me voy atrás de este, que tiene la verdad y la vida”. Y así comenzó, tenía 24 años cuando tuvo una conversión, un amigo suyo lo visitó una noche en el lugar donde él trabajaba, cumplían años de casados con su esposa, y lo invitaron a su casa a comer un pedazo de torta y después a la mañana siguiente lo llevaron a misa, “me regalaron la maravilla de la misa”, cuenta emocionado. En ese momento él no iba a misa, mientras que sus amigos iban todos los días. Y a partir de ellos Rolando y Mimí, el hoy Padre José Otero, empezó a visitar a los benedictinos de Buenos Aires. “Y ahí fue mi conversión”, indica. Así comenzó a empaparse de todo lo que era la vida monástica. Como quien se sabe amado, cuenta que en un momento determinado hizo la opción entre seguir con su profesión o entrar en el monasterio y optó por entrar en el monasterio.
Acerca de la dinámica en el Monasterio, el Padre José, dice que la estructura de la vida monástica es ordenar todas las cosas para contar con el tiempo necesario que facilite una vida de oración. Describe este momento, priorizando los oficios divinos, “a las tres y cuarto de la mañana nos levantamos y rezamos, vigilia, laudes, nona, vísperas, y lo más importante es la lectio divina”.
Cuentan también con tiempo para el encuentro fraterno, ya que los domingos aprovechan para charlar con los hermanos, caminar en la viña que tienen donde producen vino casteli romani, vino blanco.
El Padre José Otero, reflexiona diciendo que una de las necesidades más grandes que tiene el mundo de hoy es ver encarnada la religión en un grupo de gente, no en personas aisladas, un grupo de personas que se dedique a manifestar que el evangelio es posible, que Jesucristo vive donde dos o más se reúnen en su nombre.
Ante la pregunta qué es lo que lo motiva a elegir todos los días esta vida en el Monasterio, declara que su renovación diaria es el encuentro con Jesús en la Eucaristía, conocer la misericordia de Dios, que es conocer su verdad, experimentar en carne propio el perdón. “Yo pienso que en el cielo vamos a estar permanentemente con la boca abierta, absortos, de todas las novedades que vamos a encontrar en Dios”.
“En la Eucaristía de cada día, junto con la comunidad, se experimenta que Dios está con nosotros, como Él lo prometió, estaré con ustedes hasta el fin del mundo”, concluye.
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