La alabanza fuente de paz

jueves, 30 de octubre de 2014

adorar

30/10/2014 – ¡Aleluya! Alaben a Dios en su Santuario, alábenlo en su poderoso firmamento;

Alábenlo por sus grandes proezas, alábenlo por su inmensa grandeza,

Alábenlo con toques de trompeta, alábenlo con el arpa y la cítara;

alábenlo con tambores y danzas, alábenlo con laudes y flautas.

Alábenlo con platillos sonoros, alábenlo con platillos vibrantes,

¡Que todos los seres vivientes alaben al Señor! ¡Aleluya!

Salmo 150

 

 

 


La alabanza nos saca de nosotros mismos, y la más genuina la de los mártires surge en los momentos de mayor dificultad. Mientras atravezamos los dolores de parto de estar en esta curva histórica dónde no podemos ver qué es lo que viene ni que dejamos atrás, en medio de esa crisis, el Señor nos invita a alabarlo y bendecirlo. Lo haremos contemplando la creación, como lo hacía San Francisco de Asís, elevando su súplica de alabanza como la gran oración. Hoy nos queremos detener frente a la lluvia, testigo de nuestra oración por éstos días luego de tanto calor en casi todo el país. La alabanza nos descansa porque nos lleva a los brazos de Dios.

En la alabanza encontramos que Jesús es el centro de la oración y estos es lo más bello. En la alabanza bendicimos y alabamos a Dios por Él mismo y mientras más purgada está nuestra oración, más centrada está en Dios. Algo pasa en nuestro ser cuando nos olvidamos de nosotros mismos, y saliendo de la petición y de la acción de gracias, liberamos la fuerza orante hacia arriba y quedamos instalados en el territorio de la Trinidad. Allí en medio de los dolores, descansamos. Bendecimos y alabamos a Dios en el dolor sabiéndonos contenidos por el Padre, como el niño que al ver llegar a su papá le extiende los brazos. En la adoración extendemos los brazos para dejarnos alcanzar por Dios que nos hace “upa”, nos toma en sus brazos, y nos hace descansar. “Todo lo que respira alaba a Dios”, en todo lo creado hay un suspiro de alabanza, es el ser y existir desde Dios. 

 

La paz fruto de la unidad con el querer de Dios

La alabanza es fuente de paz en el corazón. En la paternidad misericordiosa de Dios por la oración de la alabanza sentimos pacificado el corazón. Uno está en paz cuando está ubicado, cuando está en su lugar, y allí en los brazos de Dios encontramos el lugar donde siempre debimos estar. El Señor nos concede el Dios de la paz, el que queremos predicar en este tiempo de misión mientras “Con María mateamos por la paz”, regalo de la resurrección de Jesucristo.

La paz interior es fruto de la unidad con el querer de Dios. Cuando la vida se haya en sintonía con el rumbo de la voluntad de Dios, aún cuando las situaciones por las que atravesás no son de las más placenteras, aún así podemos ser felices. Ahí nos diferenciamos del mundo: los perseguidos, los que lloran, los que son insultados por causa del nombre de Jesús, no son lugares de placer, sin embargo ahí el Señor nos invita a ser felices.

Estar en el querer de Dios muchas veces es estar entre la cruz y la resurrección. Estar en el querer de Dios siempre es pascua, parte de muerte y parte de vida, es descubrir que en la entrega de la vida algo se muere y algo aparece de nuevo en el horizonte. Estos tiempos que corren, de la curva existencial de la historia con una epoca de profundo cambio, vivído en profundidad es un tiempo de Pascua y el Señor nos invita a permanecer en Él y entregarnos en Él y allí encontrar paz.

Hch 16, 22-26    Pablo y Silas nos muestran ésta realidad: La multitud se amotinó en contra de ellos, y los magistrados les hicieron arrancar la ropa y ordenaron que los azotaran. Después de haberlos golpeado despiadadamente, los encerraron en la prisión, ordenando al carcelero que los vigilara con mucho cuidado. Habiendo recibido esta orden, el carcelero los encerró en una celda interior y les sujetó los pies en el cepo. Cerca de la medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban las alabanzas de Dios, mientras los otros prisioneros los escuchaban.  De pronto, la tierra comenzó a temblar tan violentamente que se conmovieron los cimientos de la cárcel, y en un instante, todas las puertas se abrieron y las cadenas de los prisioneros se soltaron.

¿Por qué les sucedió esto a Pablo y a Silas? Por hacer el bien, por haber liberado a una mujer poseída, lo que generó que se sacudiera la comunidad. Por eso los azotaron y encarcelaron. Ellos habiendo hecho el bien están en paz y tranquilos, tanto que en la prueba oran y alaban a Dios. Cuando uno está en Dios entramos en sintonía con un todo más grande que nuestras circunstancias, por eso dice la palabra que “se sacudió todo”. Ellos estaban decididos a cuidar lo más valioso que tenían en el corazón: la paz de Dios. Podían golpearlos, sacarles lo que quisieran, pero la paz interior no.

Es muy importante centrarnos en este lugar, porque en tiempos de transición y prueba, la paz es el gran regalo que tenemos de Dios. Tras la muerte de Jesús, todo el dolor moral que ha generado en la comunidad quebrada por medio, con culpas y acusaciones, lo primero que hace Jesús al encontrarlos es darles la paz “la paz esté con ustedes”. Como diciendo todos sabemos lo que pasó, yo los conozco y sé por qué los elegí, ahora “tengan paz”. Esto nos ayuda a entrar en otros horizontes. No es que no hubiera que acomodar la vida comunitaria, de hecho seguirán habiendo conflictos entre ellos, pero el Señor los lleva a otro espacio: tengan paz. Por debajo de la lucha hay algo que permanece que es la paz de Dios, fruto de la vida del Espíritu Santo. San Pablo lo dirá en Gal 5, cuando aclara que uno de los frutos del Espíritu Santo es la paz.

Que este mensaje de Jesús pascual trayendo paz,  llegue a todos, y que sintamos que el Señor nos dice “tené paz”. Todo lo podemos en aquel que nos conforta en lo más hondo del corazón trayendo paz.

 

Mision

La paz que nos pone en salida

Hay una expresión del Papa Francisco que le dijo a un amigo cura hablando por teléfono, “estoy blindado en la paz de Dios”. Que lindo que podamos empezar a sentir que Dios nos blinda el corazón en su paz.  Y así el Papa Francisco recorre los grandes lugares de conflicto, y no es porque busque que lo maten, sino porque es constructor de la paz.

Quizás sus conflictos más grandes los tiene dentro de la Iglesia. Por eso tras el Sínodo de la Familia dijo que estaban cansados pero felices de haber trabajado. En cambio los tradicionales, se agotan en los debates porque no ven la existencia de conflictos, entienden que sólo hay que repetir y repetir. Lo que ahora se está pensando modificar son las disciplinas del sacramento del matrimonio, no el dogma del sacramento. Por ende puede ser diferente cómo administramos el sacramento y como acompañamos al pueblo de Dios, depositarios del misterio, y no lo que creemos o queremos los ministros. Seguramente esto es lo que más hace sufrir a Francisco y sin embargo no le afloja y sigue trabajando por la fe viva y no por las piezas de museos.

El que Francisco viva en Santa Marta es todo un mensaje. Hay que estar muy atentos a lo que dice, pero mucho más a la elocuencia de sus gestos. Esto nos ayuda a nosotros a meternos a fondo y a no tener miedo de ir hasta donde nos lleve el Espíritu, con prudencia, con discernimiento pero con firmeza.

En el anuncio Pascual cuando Jesús dice “tengan paz” es como decirles “no tengan miedo”. De hecho el texto aclara que los discípulos estaban encerrados porque tenían miedo. El miedo retrae y nos hace retroceder. Este es tiempo de ir para adelante, movidos por el Espíritu de la paz. Esta paz de la que hablamos, la de la Resurrección, es una paz en movimiento, que nos pone en salida y en éxodo comunitario. Esa es la paz que el Señor nos regala en este tiempo. Cuando hay un proyecto y un plan claro salimos hacia afuera. Su indicación es clara: “vayan a las periferias”, “toquen la carne de Cristo”. En cambio en la autoreferencialidad andamos amontonados porque no hay rumbo, y creemos que tenemos luz propia, cuando el misterio está en Jesús que está en la “carne de los pobres”.

 

Padre Javier Soteras