Pecado de idolatría

viernes, 14 de julio de 2006
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En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad y la injusticia de los hombres que por su injusticia retienen prisionera la verdad. Porque todo cuanto se puede conocer a cerca de Dios está patente ante ellos, Dios mismo se los dio a conocer ya que sus atributos invisibles, su poder eterno y su debilidad se hacen visibles a los ojos de la inteligencia desde la creación del mundo por medio de sus obras, por lo tanto, aquellos que no tienen ninguna excusa, en efecto, habiendo conocido a Dios no lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde, por el contrario se extraviaron en malos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad. Haciendo alarde de sabios se convirtieron en necios y cambiaron la gloria de Dios incorruptible por imágenes que representan a hombres corruptibles, aves, cuadrúpedos, reptiles. Por eso, dejándolos abandonados a los deseos de su corazón Dios los entregó a una impureza que deshonra a sus propios cuerpos ya que han sustituido la verdad de Dios por la mentira adorando y sirviendo a las criaturas en lugar del creador que es bendito eternamente, amen. Por eso Dios los entregó también a pasiones vergonzosas, sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras contrarias a la naturaleza. Del mismo modo los hombres, dejando la relación natural con la mujer, ardieron en deseos los unos por los otros teniendo relaciones deshonestas entre ellos y recibiendo en sí mismos la retribución merecida por su extravío. Y como no se preocuparon por reconocer a Dios, El los entregó a su mente depravada para que hicieran lo que no se debe. Están llenos de toda clase de injusticia, iniquidad, ambición y maldad, colmados de envidia, crímenes, peleas, engaños, depravación, difamaciones. Son detractores enemigos de Dios, insolentes, arrogantes, vanidosos, hábiles para el mal, rebeldes con sus padres, incestuosos, desleales, insensibles, despiadados, y a pesar de que conocen el decreto de Dios que declara dignos de muerte a los que hacen éstas cosas, no sólo las practican sino que también aprueban a los que lo hacen.
Romanos 1, 18 – 32

En éste tiempo, siguiendo al apóstol San Pablo en la Carta a los Romanos, donde él comienza a advertir a los Romanos que, como han olvidado el camino de Dios, Dios los ha dejado librado a su propia suerte, y ésta es toda una desgracia, con lo cuál no les está refregando ninguna situación de pecado grave en la cual ellos hayan caído, situación de confusión, sino por el contrario, a partir de la constatación de ésta fragilidad, de ésta debilidad, de éste olvido y de ésta rebeldía frente a Dios, los invita y los llama a la conversión. Vamos a detenernos hoy frente al pecado de la idolatría que Pablo está denunciando en el comienzo de su carta para poder pegar la vuelta al Dios único y verdadero, el que quiere ocupar el centro y eje de nuestra vida no porque quiera desplazarnos sino porque quiere reubicarnos en el lugar que nos toca. Ojalá podamos descubrir ese don maravilloso de su gracia que nos reordena, que nos reubica, y donde El aparece como Señor de nuestra historia.

Ayer habíamos cerrado éste encuentro hablando de la justicia de Dios, que viene dada por la acción de Jesús en el Misterio de la Pascua, el de La Cruz. El Señor nos invitaba en la catequesis de ayer a dejarnos justificar con Cristo, que no es otra cosa que dejarnos llevar por la fuerza de Su Gracia que nos hace uno con El en el Misterio Pascual. Si la justicia o la Salvación de Dios afectan en adelante a todo creyente, al que adhiere desde la Fe al misterio de la Pascua desde donde en la cruz se proclama la nueva Palabra, la cólera de Dios, es decir, su Juicio de condenación, está también actuando en el mundo. Esta cólera se revela contra toda impiedad e injusticia de los hombres.

¿Qué es la cólera de Dios? Es Dios que respeta la libertad humana que opta en contra del mismo Dios y se vuelve el hombre contra el mismo hombre por haber olvidado el camino de Dios. No es que Dios actúa en cólera como en un acto de voluntad que contradice su corazón misericordioso, es el respeto que Dios tiene por la libertad humana y su opción, que hace que el hombre pueda perderse a sí mismo porque reniega de Dios y se vuelve contra el mismo hombre haciendo todas estas maldades que con tanta claridad Pablo describe. Maldades de uno para con uno mismo, maldades de uno para con los demás, maldades y rebeldías de uno con Dios y a partir de allí la imposibilidad de ordenar la vida según un proyecto de plenitud y felicidad. No podemos echarle la culpa a Dios por las guerras, por las tempestades de la naturaleza generadas por el desorden que el hombre hace en función del mal uso de las cosas naturales. Sabemos bien que una parte importante de los desequilibrios que hoy sufre la naturaleza en el mundo están dados por la falta de cuidado en la ecología. No es que Dios ha desatado un viento, un terremoto, es el hombre que no ha sabido cuidar el mundo y ha permitido desde su rebeldía a Dios que las catástrofes ganen el corazón mismo del globo terráqueo. No es que Dios ha desatado una guerra santa de unos creyentes contra otros, son los hombres que han elegido la guerra como modo de solución de sus conflictos, y han querido en este tiempo particularmente como en otros, meter a Dios en medio. De otros tiempos la Iglesia se ha hecho cargo en la persona de Juan Pablo II y ha declarado no santa ninguna guerra aún cuando los motivos por los cuales supuestamente se tomaban las armas eran santos, como en el tiempo de las cruzadas. En esos tiempos de conflictos, de guerra entre dioses de una religión y otra, lo vemos en distintos lugares, particularmente en oriente, pero también se ha establecido entre oriente y occidente, se ha elegido éste modo como para ponerlo a Dios de responsable y no es Dios el responsable. La cólera de Dios no es la guerra, la cólera de Dios no es la tempestad, el terremoto, las pestes en la salud. La cólera de Dios no es otra cosa que el respeto que Dios tiene por el hombre y sus opciones. Cuando éste erra e su camino se olvida de Dios y Dios respetando hasta las últimas consecuencias la libertad humana deja al hombre librado a sí mismo. Claro que la oración, la súplica, la penitencia, el ayuno, mueven el corazón de los hombres a la vuelta hacia Dios y puede esto generar un nuevo orden revirtiendo el desastre que somos capaces de hacer cuando nos apartamos de Dios, cuando nos revelamos a El, cuando no lo escuchamos, cuando no obedecemos sus mandatos, cuando no seguimos sus caminos.

Pablo dice que lo que ha generado todo esto ha sido el espíritu de idolatría que ha hecho cambiar el rostro del Dios verdadero, que es conocible a través de las cosas naturales además del camino de la fe, por otros dioses creados a la imagen del hombre, animales o reptiles, que sustituyen al verdadero Dios. De esto ya tiene experiencia el pueblo de Israel cuando en el camino del desierto, revelado el pueblo, con Aarón a la cabeza, contra Dios y Moisés, fundieron oro e hicieron un becerro y adoraron a éste y las consecuencias que se siguieron de apartarse de los caminos por donde Dios iba conduciendo al pueblo.

Por estos tiempos hay otros dioses, hay otros modos idolátricos de apartarnos del Dios verdadero. Intentaremos describirlos de alguna manera siguiendo en parte el catecismo de la Iglesia Católica y también algunas enseñanzas interesantes que deja el Padre Eugenio Magdaleno, en “Hijos de la post modernidad” cuando habla justamente de los dioses de éste tiempo.

¿Qué es la idolatría de la que Pablo habla en Romanos 1, 18-32 , la que genera todos éstos desvanes de desorden que vienen del no reconocimiento del señorío de Dios en el corazón mismo de la historia? La idolatría consiste en divinizar lo que no es Dios. Llamar Dios a lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Esto puede ser de dioses o también de demonios como en el caso de satanismo como hemos visto en éstos días en el programa Entre nosotros en el diálogo entre Gabriela y el padre Brunate. Puede ser también el dios del poder, del placer, de la raza, de los antepasados, el del estado, el dios mamón o el dinero. Muchos mártires han muerto por no adorar a la bestia, como dice el Apocalipsis, en el capítulo 13 y 14 negándose incluso a disimular su culto. La idolatría rechaza el único señorío de Dios por lo tanto es incompatible con la comunión con el Dios de la vida. En éstos tiempos que estamos viviendo aparecen distintos ídolos que vienen a querer ocupar el lugar de Dios. El hermano Magdaleno en un diagnóstico del tiempo de la post modernidad identifica en “Hijos de la post modernidad” algunos de estos dioses que forman parte de nuestra idolatría en este tiempo. –“ Idolatramos el sexo por ejemplo. La sexualidad en la post modernidad ha subido los niveles a altas cuotas de promoción, de consumo, en dosis fuertísimas de erotismo, de vulgar genitalidad. El sexo es el principio y el fin de todo, polariza el gozo de las personas en nuestra sociedad: hay gozo cuando hay placer, y el placer está fuertemente identificado con el sexo. No se logra distinguir entre alegría – placer – gozo. Placer parece ser el denominador común que identifica el estado de felicidad de la persona cuando consume y particularmente cuando consume a este nivel. De allí que el ámbito de la publicidad que conduce al consumo está claramente identificado con un lenguaje de sexualidad desenfrenada, erótica, que busca atraer la atención de quienes son invitados al gozo, mentiroso gozo, al placer en todo caso, profundamente pegado al sexo, y éste, entendido como genitalidad. Podríamos decir así, la post modernidad, el tiempo que estamos viviendo vive a toda sexualidad, a toda resurrección “e la carne”. Hoy, la forma suprema de placer es el sexual que para muchos constituye casi una religión. Hay que supeditarlo todo al sexo, la entronización de el orgasmo tiene así su máximo cenit. “

Lo que acabamos de compartir como lectura es una cita que corresponde a uno de los tantos autores que el hermano Magdaleno cita en su libro Hijos de la post modernidad. Es así, y uno puede descubrir que de verdad es así, el sexo / paternidad, o el sexo / maternidad, el sexo / hombría, el sexo / feminidad, el sexo / responsabilidad, el mismo sexo / pecado, han sido sustituido por uno sólo. Todo es sexo / placer, en cualquiera de los ámbitos.

¿Quien considera todavía la castidad y la virginidad como obligación moral en éste tiempo? ¿Qué es la castidad? ¿Qué significa la palabra castidad? Suena, por los días que estamos viviendo, más a castración que a una virtud, suena más a limitación que a posibilidad, más a opresión, a represión sexual que a liberación, sin embargo la virtud de la castidad es la que integra todas las fuerzas de la vida de la persona, da orden al yo más profundo y lo biológico, psicológico, afectivo, relacional, trascendente, encuentra en ésta virtud de la afectividad hecha casta, el eje en torno al cual toda la persona puede integrarse en sus diversas dimensiones. –“Cuando el sexo se ha entronizado y el orgasmo está constituido en un dios que todo lo gobierna no hay lugar para el ágape ”, dice Benedicto XVI. Federico Nietzsche ha dicho, y lo cita Benedicto XVI en “Deus caritas est” –“ la Iglesia, en la virtud de la castidad , y en el ágape particularmente atacando el eros como la locura del amor entre el hombre y la mujer sin límites, había metido un veneno mortal .” Pareciera ser que el pensamiento del filósofo alemán ha ganado por estos tiempos la batalla y que no hay lugar para el ágape que es el amor ordenado, celebrado, hecho vínculo fraterno en el vínculo entre los hermanos y amor de trascendencia en relación a este mismo, celebrado en la mesa donde nos juntamos a compartir “juntos” el destino de la vida.

Dios ha sido sustituido por el sexo. Vivimos una sociedad pan-sexual. Es uno de los dioses de éste tiempo. Hay otros más que vamos a ir compartiendo a lo largo de la catequesis.

El hombre hecho para la trascendencia , el hombre que siente hambre y sed de Dios, cuando se encuentra con Dios, el Dios verdadero o el dios falso, el dios de los ídolos o el Dios de la Vida, le celebra culto, le rinde homenaje, le hace reverencia, le crea un templo. El templo donde los dioses de este tiempo se encuentran tantas veces siendo adorados y celebrados, se identifica por momentos con el shopping, lugar donde ese dios es celebrado y adorado, donde muchas veces el dios consumo es celebrado y es adorado. Es un perfil propio del tiempo post moderno esta fiebre loca de cosumir. Vivimos en la filosofía del hipermercado: -“mirá, comprá, usá, tirá y volvé a visitar la catedral del consumo”. Los motivos de las compras no son tanto en función de las necesidades vitales sino los reclamos de la moda, del estar al día, de llevar la marca de onda o imitar al colectivo adolecente, ejecutivo, porque dice Magdaleno –“ parecer estar bien es más importante que estarlo ”. Parecer que esta todo bien es mejor que estar bien. Mucha fuerza tiene la apariencia entorno a la cual se construye la vida. El mundo se ha convertido en una gran vidriera luminosa que encandila y atrapa. Si la abuelita no es un poco exigente en estos tiempos de vacaciones con el nieto, éste ciudadano le va a pedir que le compre tantas cosas como ve en su pasar por la calle, y la abuela, que tiene tiempo para estar con el nieto en éstos días, para compartir el afecto que le tiene, se vincula con éste afecto que la sociedad ha cambiado y a puesto por el consumir más que por el aprender a ser y estar juntos. El dios del consumo está sobre el altar del tener. Hoy por hoy es más importante el tener que ser y se pertenece cuando se tiene, cuando no, decimos que forman parte de los que están excluidos, de los que no pertenecen. Es tan fuerte la construcción social que hemos hecho del tener como el dios del consumo en la sociedad post moderna que sociológicamente identificamos a los excluidos como los que no tienen y no siempre identificamos el no tener con lo vital, lo esencial y lo fundamental para vivir: trabajo, salud, vivienda, posibilidades de educación. Los niveles de consumo establecen el nivel en torno al cual evaluamos las posibilidades de pertenencia mucho más allá de lo esencial. Se establece en más de una oportunidad sobre lo superficial o sobre lo no necesariamente importante para la vida.

Hay que ubicar dentro de esta religión del consumo la multiplicidad de fiestas, bailes, pseudos viajes de egresados, cumpleaños en días laborales que se celebran sin tener mucho en cuenta el día que vendrá después, en el que hay que seguir trabajando. La publicidad, el crédito, la inflación de los objetos y del ocio, el capitalismo de las necesidades ha renunciado a la santificación de los ideales en beneficio de placeres que se renuevan unos tras otros y que pareciera ser no tienen límites. La base en torno al cual se sustenta el altar del tener, donde está instalado el dios del consumo, es el hedonismo, es el placer por el placer en sí mismo, un placer construido, no un placer que brota del goce sino que brota del tener. Si tengo estoy bien, si no tengo me angustio. Cuántos llantos de niños, de adolescentes, de adultos que trabajan y trabajan para conseguir lo que después se va entre las manos en pocos días o que alguna crisis te lo roba. Cuántos sacrificios en el altar del consumo, en el altar del consumo que lo sostiene éste dios del tener y que por base de sustentación está el hedonismo, el placer por el placer en sí mismo. Cuánta entrega de vida, cuánto sacrificio, cuánta ofrenda, ¿valdrá la pena?. Son los ídolos de nuestro tiempo, el del sexo, el del consumismo con sus templos, y también está la falta de límites. Diría que es el dios más escondido que tenemos adentro y que brota de la omnipotencia, de la voluntad de poder dónde “la libertad” se constituye en el absoluto: “ soy libre y en función de esto todo vale ”. La liberación sin fronteras, el dios de la omnipotencia o la voluntad de poder es el otro ídolo que ahora vamos a tratar.

Hay un dios que Benedicto XVI desenmascaró los días antes de ser elegido como sucesor de Pedro después de la muerte de Juan Pablo II es el dios del relativismo que tiene un discurso de liberación sin frontera. Es una nota muy clara que identifica la época donde estamos viviendo. Donde Dios está ausente otro tiene que ocupar su lugar y pareciera que lo relativo ha ganado un espacio importante, todo da igual, es lo mismo, cambalache es como el himno, es como el canto del culto al dios de lo relativo, es lo mismo un burro que un gran profesor, todo da igual. Lo opaco, lo gris, no como el espacio de transición de un color a otro sino como el estado habitual en el que vivimos, lo gris no como el paso de lo oscuro a lo que va siendo más claro sino como una nube que cubre el sol, así es lo relativo. No hay límites, a los límites los marca tu deseo. Gobierna el sin límite. Los códigos son relativos y a tu medida, el deseo es el que marca el rumbo. Librados a nuestro propio deseo. Los hombres, en este contexto, estamos llamados a romper todas las fronteras y a vivir la vida a la medida nuestra. En realidad, en la sociedad de lo relativo, dios es el mismo hombre. No es que la gloria de dios sea el hombre, el hombre es su propia gloria. El grupo rockero Kiss tiene unas invitaciones desde casi lo que ellos llaman lo diabólico: -“ rompé los frenos, quita el veneno, viví libre, ¿todavía sos esclavo de la contención? ” . No hay horarios, vivimos al ritmo del impulso, del sonar del teléfono, de la pulsión. Claro ésto es coherente con el tiempo de la post modernidad. La post modernidad es la antítesis de lo que es un proyecto, una planificación, una estructura, un esquema. La post modernidad es un “estilo” de vida, una “forma de ser”, es “mi” sentimiento. Cada uno de nosotros así se podría definir en el fondo. Decía un chico de 16 años:- “ soy feliz cuando puedo hacer lo que se me canta, lo que quiero y sueño, con mi música, solo o con mis amigos. El domingo por la noche estoy un poco bajoneado, pienso en el cole y me viene la pálida, me asfixio. Horarios, profesores, carpeta, uniforme, no lo paso .” Un testimonio clarísimo del sentir casi nauseabundo frente a la vida cuando ésta queda librada a sí misma y uno está puesto de cara sólo a sí mismo y por el dictamen de su propio capricho. Otro testimonio de un rockero, pero más nuestro dice así: -“no busques ni adelante ni atrás, canta tu santa voluntad” , o sea hacé lo que se te cante, ¿qué modelo vas a buscar?, vos sos tu modelo y a gozar. No hay parámetros, no hay forma de encontrar un lugar donde verse referenciado. Le preguntaron a 230 universitarios en la Capital Federal – “¿qué criterios tenés para obrar o decidir una cosa: hacer lo que te gusta o lo que tendrías que hacer? El 76% respondió “hacer lo que le gusta”. -¿si lo que te gusta a vos va en contra de la opinión de tus padres, familia, contra la ley, en el momento de decidir y obrar, qué criterio aceptas? El 32% sigue afirmando hacer su gusto sobre lo que debería ser. Tal vez en otros tiempos, bajo el signo de lo religioso y particularmente de lo cristiano, al menos en occidente, hemos vivido la contracara de esto, muy lejos de un corazón libre, oprimido, y bajo el signo del pecado cualquier situación que sea de la libertad del hombre puesta en ejercicio y en el encuentro de la misma con el gozo genuino, deseado y querido por Dios. Tal vez bajo algunas prácticas de “lo cristiano” nuestra sociedad occidental hemos dado lugar en más de una oportunidad a una prédica que poco tenía que ver con la felicidad y más bien tenía que ver con el sacrificio sin mucha razón sino por sí mismo, casi como una cultura instalada de sacrificio sin fe, distinto de aquel del que hablábamos ayer. Puede que de lo que estemos diciendo hoy de la sociedad moderna estemos de cara, al menos en este punto, a un movimiento pendular que nos pone del otro extremo, posiblemente. De todas maneras, desenmascararlo, denunciarlo, poner en su lugar al ídolo del sexo, al ídolo del consumismo, al de la voluntad del poder, vale la pena, para no identificar con Dios lo que no es dios y darle paso, en todo caso, al Dios verdadero.