¿Reconocemos a los profetas de hoy?

jueves, 16 de octubre de 2014
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Walkers' Feet

16/10/2014 – En el día de hoy compartimos la catequesis junto al padre Gabriel Camusso, desde la Parroquia Nuestra Señora de la Merced en Arroyito, Diócesis de San Francisco.

Dijo el Señor:«¡Ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas, a quienes sus mismos padres han matado!Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros.Por eso la Sabiduría de Dios ha dicho: Yo les enviaré profetas y apóstoles: matarán y perseguirán a muchos de ellos.

Así se pedirá cuanta a esta generación de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde la creación del mundo:desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que fue asesinado entre el altar y el santuario. Sí, les aseguro que a esta generación se le pedirá cuenta de todo esto.

¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden.»

Cuando Jesús salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas y tendiéndole trampas para sorprenderlo en alguna afirmación.

Lc 11,47-54

De fariseos y profetas

En el evangelio de hoy vemos como los escribas y fariseos creen honrar a los profetas a través de espléndidos sepulcros pero en realidad, en lo profundo, comulgan con los que los asesinaron. Son los que traicionan a esos antiguso profetas al preferir llevar a Jesús a la muerte por mantener su forma de interpretar la palabra de Dios. Poseedores de la ciencia que cierran el camino a los que ponen en ellos su confianza. Hay en todo esto un pecado personal y en el desempeño de su misón. La sabiduría humana se rebela contra la sabiduría de Dios. La sabiduria de loss que “se la creen” se rebela contra la sabiduria divina.

Los fariseos aparentaban ser fieles a la ley, a los preceptos pero no daban buen testimonio. Los doctores de la ley eran los que más conocian sobre la misma y ponían pesadas cargas sobre los demás.

Al igual que en aquella época, hoy repetimos la historia. Ellos ponderaban las antiguas costumbres religiosas, los antiguos profetas y rechaban a Jesús, el gran profeta, el mesías. Hoy en día nosotros con mucha facilidad nos referimos al pasado resaltando que nuestros abuelos eran “buenos cristianos” porque iban a misa, rezaban el rosario, se comprometían. Podríamos resumir esto con el famoso dicho “Todo tiempo pasado fue mejor”.

Esto nos lleva a pensar, a preguntarnos ¿Escuchamos a los profetas de hoy? ¿Participamos de la vida comunitaria? ¿De los sacramentos? ¿Cómo está el tiempo presente? En este tiempo también el Señor hace muchísimas propuestas para seguirlo, a través de su Iglesia. Tal vez nosotros también edificamos mausoleos a las costumbres del pasado menospreciando y desestimando el presente en donde Dios se sigue revelando.

Elevemos nuestra oración al Señor y con un grito le pidamos que nos ayude, que nos haga pequeños, humildes y atentos a los signos de los tiempos. Quien sabe si no hay profetas en aquellos a los que se busca callar porque son molestos. En toda época a los profetas se los ha querido callar.

En ésta mañana la invitación es a que nos preguntemos y respondamos ¿Que profeta conozco yo? ¿Quién es el profeta que me llama a cambiar, ese que acompaña mi vida cristiana, que es un verdadero testimonio para mi, que me interpela?

Todos de una u otra manera estamos llamados a ser profetas.

Es bueno que pensemos cuál es nuestra actitud frente a los profetas de hoy. ¿Les hacemos la vida imposible? ¿No los escuchamos ni estamos dispuestos a hacer caso a lo que dice?

A los poderosos de todos los tiempos le estorban las voces proféticas, esas que se levantan en contra de las injusticias. En nuestras comunidades también sucede. Cuanto nos molestan y como queremos acallar a aquellos que tienen un espíritu libre para anunciar de una manera renovada, menos acartonada que Jesús está vivo, que sigue siendo muchas veces crucificado en los pobres, en nuestras faltas de amor y caridad.

Necesitamos profetas

Cuanta falta nos hacen los profetas. Cuanto necesitamos de esos hombres y mujeres que profetizan, que hablan de Dios con su testimonio.

En este tiempo en donde crece la sequía de lo trascendente, de lo divino, donde tantos estan crucificados por la desesperanza, la injusticia; aquellos que la realidad les ha robado el sentido de la vida. Solo las voces proféticas pueden decir algo transparente que deje vida en el corazón de las gentes. Necesitamos estos hombres y mujeres que nos hablen de Dios con su vida.

Que bueno cuando le puedo poner nombre y rostro a esa persona que como profeta me acompaña en el camino.

Será bueno también aprovechar este tiempo de reflexión para preguntarnos ¿Nos sentimos propietarios de la verdad? De modo que los demás tengas que pasar la aduana de nuestra interpretación ¿Nos creemos que somos los únicos que tenemos la razón? En lo cotidiano. Sería una lastima que los que podemos decir una palabra en el ámbito del anuncio y de la evangelización no podamos decir una palabra de luz, de aliento de esperanza y de alegría.

La verdad de Jesús esta condicionada por los seres humanos que la comunicamos. Nos hace falta anunciar desde el llamado de la alegria a la conversión.