Señora de la Pascua: Señora de la Cruz y la Esperanza. Señora del Viernes y del Domingo, Señora de la noche y la mañana Señora de todas las partidas, porque eres la Señora
Escúchanos: Hoy queremos decirte: «muchas gracias».
Muchas gracias, Señora, por tu Fiat: por tu completa disponibilidad de «Esclava». Por tu pobreza y tu silencio. Por el gozo de tus siete espadas. Por el dolor de todas tus partidas que fueron dando la paz a tantas almas.
Por haberte quedado con nosotros a pesar del tiempo y las distancias
Tú conoces el dolor de la partida porque tu vida fue siempre despedida.
Por eso fuiste y fue fecunda tu vida. Señora del Silencio v de la Cruz. Señora del Amor y de la Entrega. Señora de la Palabra recibida y de la palabra empeñada, Señora de la Paz y la Esperanza. Señora de todos los que parten, porque eres la Señora del camino y de la Pascua.
Enséñanos, María, la gratitud y el gozo de todas las partidas. Enséñanos a decir siempre que Sí, con toda el alma. Entra en la pequeñez de nuestro corazón y pronúncialo Tú misma por nosotros.
Sé el camino de los que parten y la serenidad de los que quedan.
Acompáñanos siempre mientras vamos peregrinando juntos hacia el Padre. Enséñanos que esta vida es siempre una partida. Siempre un desprendimiento y una ofrenda. Siempre un tránsito y una Pascua.
Hasta que llegue el tránsito definitivo, la Pascua consumada. Entonces comprenderemos que para vivir hace falta morir, para encontrarse plenamente en el Señor hace falta despedirse. Y que es necesario pasar por muchas cosas para poder entrar en la gloria (Lc 24, 26).
Señora de la Pascua: en las dos puntas de nuestro camino, tus dos palabras: fíat y magnificat. Que aprendamos que la vida es siempre un «sí» y un «muchas gracias. Amén. Que así sea.
Cardenal Pironio