Cada 2 de agosto la Iglesia celebra a Nuestra Señora de los Ángeles, y con ella recordamos la historia de San Francisco de Asís en la Porciúncula.
“Francisco, repara mi Iglesia”
En una noche de Julio del año 1216, un fraile oraba fervientemente en su pequeña cueva del bosque. Pedía a Dios la virtud de la humildad. En el silencio de la noche, imploraba a Dios todopoderoso que tuviese misericordia de los pobres pecadores. Pensaba en su propia juventud, de frivolidad, ambición, mujeriego y de armas.
Aquella noche preguntó al Señor cómo podría servirle, y Jesús, el amado salvador que abrazó la agonía de la cruz por todos los hombres, le miró con ternura y afecto y le dijo: “Repara mi Iglesia”. Desde entonces, cuando Francisco pensaba en lo delicado, bueno, y amoroso que era Jesús, rompía en llanto y exclamaba: “¡El amor no es amado!”.
Primero Francisco tomó las palabras del Señor literalmente y con gozo reparó la capilla donde había recibido la visión del Señor. Después bajó al bosque en el valle de Asís y reparó la vieja capilla de Nuestra Señora de los Ángeles, llamada Porciúncula (pequeña porción).
Por su devoción a la Santísima Virgen y por su reverencia a los ángeles, tomó la porciúncula como lugar de vivienda. Los campesinos insistían que ellos muchas veces escuchaban ángeles cantando en la Porciúncula. Ahí fue donde los primeros hermanos se unieron a El, en la vida nueva de santa pobreza, trabajo manual, cuidando a los leprosos, mendigando y predicando el amor de Cristo.