Hace un par de años, el papa Francisco recordó la beatificación del beato Ceferino Namuncurá, que este 26 de agosto celebramos, en una carta enviada al obispo de Viedma. En esta carta se refirió a la vocación sacerdotal:
Vaticano, 12 de agosto de 2017
Al venerable hermano
Mons. Esteban María Laxague (S.D.V)
Obispo de Viedma
Querido Hermano:
He recibido tu atenta carta, en la que me haces participe de la peregrinación anual a Chimpay con motivo del cumpleaños de Ceferino Namuncurá. Te lo agradezco.
Recuerdo bien el día de la beatificación hace ya 10 años. Me quedó grabada aquella multitud de personas venida de distintas partes. Aquellos rostros llenos de alegría por la beatificación de uno de los suyos que nunca olvidó sus raíces, su pueblo, su cultura.
Me hace mucho bien pensar en el deseo que Ceferino tenía de ser sacerdote para servir a su pueblo. Así debe de ser. El sacerdote siempre identificado con su pueblo, de tal manera que su tiempo, su vida, su persona sean para sus hermanos. La juventud sabe responder con generosidad cuando se le presenta a Cristo con un testimonio de vida auténtico y veraz, como el de Ceferino. Ojalá muchos jóvenes hoy encuentren en Jesús el amor de sus vidas y el impulso para entregarse a los demás.
Te pido que les hagas llegar a los peregrinos mi recuerdo y mi oración. Los tengo muy presentes en mi corazón. Y, por favor, no dejen de rezar por mí.
Que el Señor los bendiga y la Virgen Santa los cuide.
Fraternalmente,
Francisco
Así como una estrella guió a los reyes hacia el pesebre, hoy podemos considerar a Ceferino como una estrella en el camino de la vocación sacerdotal. El deseo del beato, citado en esta carta por el Papa Francisco puede ayudar a profundizar el sentido pleno de esta vocación, puede ser una guía hacia la meta de la entrega sacerdotal: el servicio al pueblo.