A 19 años de la muerte del Cardenal Eduardo Pironio

jueves, 5 de febrero de 2015
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Cardenal Pironio

03/02/2017 – El 5 de febrero se conmemorará un nuevo aniversario de la muerte del Cardenal argentino Eduardo Pironio. A 19 años de su fallecimiento, la iglesia sigue rezando por la pronta beatificación del obispo argentino.

Hacia fines del año pasado, se había hecho público que el Vaticano analiza la beatificación del cardenal argentino Eduardo Pironio, a partir del caso de un nene de 18 meses que se intoxicó con purpurina en 2008 y se recuperó sin explicación médica a través de la intervención de éste cardenal argentino.

“Les pediría que nunca se cansaran, se desalentaran, ni desesperaran.  Me parece que uno de los males que padece nuestro mundo es el de la tentación de la desesperanza. Por eso a mis hermanos argentinos yo los animo a caminar fraternalmente en la esperanza y a construir juntos este paìs. Y a colaborar en la civilización del amor” dijo en una entrevista en 1980 durante una visita pastoral a nuestro país.

¿Quién fue el Cardenal Eduardo Pironio?

El cardenal Eduardo Pironio nació el 3 de diciembre de 1920 fue Rector del Seminario de Devoto del Arzobispado de Buenos Aires y obispo de Mar del Plata entre 1972 y 1975. Participó de algunas sesiones del Concilio Vaticano II, y  como secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), Pironio ejerció marcada influencia en la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968), que definió el perfil de la Iglesia latinoamericana post-conciliar.

Luego sería nombrado Presidente del CELAM y su marcado anuncio por la opción preferencial por los pobres, futro del documento de Medellín, le costaría reiteradas amenazas durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón, incluso la muerte de la decana de la Universidad Católica de Mar del Plata, María del Carmen Maggi, muy cercana al obispo que fue un claro mensaje intimidatorio. En vísperas al Golpe de Estado del ´76 y tras notables amenazas a su persona y su entorno, fue trasladado a Roma para cumplir funciones en la Congregación de los Institutos de Vida Consagrada. Algunos lo señalan como el argentino que más chances tuvo de convertirse en papa en el cónclave de 1978, que terminó consagrando al cardenal polaco Karol Wojtyla.

Fue profundamente apreciado por el Papa Pablo VI, quien le pidió que fuera su confesor personal. Juan Pablo II lo designó presidente del Pontificio Consejo para los Laicos (1984-1996) y desde allí presentó a Juan Pablo II la idea de reunir a los jóvenes del mundo en lo que hoy conocemos como Jornada Mundial de la Juventud. Hombre de una profunda cultura teológica y espiritual, Pironio se distinguió por su afabilidad, por su continua prédica sobre la esperanza y sobre la Virgen María, madre de Jesús, y por su trayectoria eclesial impecable. Al momento de su fallecimiento, algunos medios lo consideraron el prelado argentino más encumbrado de la Historia.

Pironio falleció el 5 de febrero de 1998 en Roma, por eso el proceso se inició en la capital italiana, aunque sus restos descansan en la basílica de Nuestra Señora de Luján.

 

Pironio

 

Ser presencia – Eduardo Pironio

Señor, que sea presencia,
para que hable de Tí sin nombrarte;
que sepa callar cuando es preciso
con el gesto que reemplace la palabra.

Que sea presencia con la luz

que ilumina el lenguaje del silencio
y voz, que surgiendo de la vida, no habla.

Que sea presencia para decirle a los demás

que estamos cerca,
aunque sea grande la distancia que separa.

Que sea presencia para intuir la esperanza de los otros

y simplemente, llenarla.

Que sea presencia para sufrir con el que sufre
y desde dentro,

mostrarle que Dios cura nuestras llagas.

Que sea presencia riendo con el que ríe

y alegrándome con el gozo

del hermano porque ama.

Que sea presencia para  gritar con la fuerza del Espíritu
la verdad que desde Dios siempre nos salva.

Que sea presencia para vivir expuesto y sin armas,
confiando ciegamente en tu Palabra.

Que sea presencia para llevar el “desierto” de los hermanos,
que es compartir tu Misterio y decirles que los amas.

Que sea presencia para escuchar tu lenguaje en silencio,
y para“ver” por ellos cuando la fe pareciera que se apaga.

Que sepa ser presencia, Señor, para saber esperar tu tiempo
sin apresuramientos y con calma.

Ser presencia para dar serenidad con una paz muy honda,
y vivir la tensión del desconcierto
en una Iglesia que, porque crece, cambia.

Ser presencia para abrirme a los “signos de los tiempos”
manteniéndome fiel a tu Palabra.

En fin, ser presencia Señor,

para continuar siendo peregrino
en el camino poblado de hermanos,
gritando en silencio que estás vivo
y que nos tienes tomados de la mano.

¡Amén!