08/06/2018 – El Papa Francisco autorizó la publicación del decreto que reconoce el martirio “en odio de la fe”, padecido por Monseñor Enrique Angelelli, los padres Carlos Murias y Gabriel Longueville, y el laico Wenceslao Pedernera. Todavía no se ha decidido la fecha en la que se realizará la ceremonia de la beatificación.
La información fue difundida por Monseñor Marcelo Colombo, actual obispo de la Rioja, quien contó que Francisco lo “animó a comenzar cuanto antes los trabajos preparatorios para la oportuna beatificación de Mons. Angelelli y sus compañeros mártires” y agregó que además “me expresó su alegría que este próximo 4 de agosto en La Rioja (N.d.R.: aniversario de la muerte de monseñor Angelelli, en 1976, durante la dictadura militar argentina) tengamos esta hermosa noticia para celebrar la Vida que nos viene del Señor y que en Enrique, Carlos, Gabriel y Wenceslao fue entregada por amor a Dios y a los hombres”.
En el libro “Aquel Francisco”, los periodistas cordobeses Javier Cámara y Enrique Pfaffen cuentan cómo se conocieron Enrique Angelellí y el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, a partir del propio relato del hoy Papa Francisco.
El Papa recuerda muy bien la jornada del 13 de junio de 1973. Todavía no era provincial, pero había viajado a La Rioja, desde Córdoba, para acompañar al padre superior Ricardo O’Farrell y a otros jesuitas. El motivo era hacer las consultas a los miembros de la Compañía que estaban en aquella provincia para la elección del próximo provincial. Esa visita le permitió conocer a un cordobés que terminaría siendo muy importante para la Iglesia argentina: monseñor Enrique Ángel Angelelli, el “Gringo” Angelelli, quien había sido obispo auxiliar de Córdoba, rector del Seminario Mayor Nuestra Señora de Loreto y, para entonces, obispo de La Rioja. Angelelli murió el 4 de agosto de 1976 en un presunto accidente de tránsito que, según determinó la Justicia, se trató en realidad de un asesinato provocado por sicarios de la dictadura militar. El 4 de julio de 2014, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de La Rioja condenó a prisión perpetua, en cárcel común, al ex general Luciano Benjamín Menéndez y al ex comodoro Luis Fernando Estrella como autores mediatos del homicidio de monseñor Angelelli. En junio de 1973 Bergoglio fue testigo directo de un episodio que luego se convirtió en un hecho clave en la historia del obispo asesinado. “La visita fue el día del ‘cascotazo’ a monseñor Angelelli en La Costa”, recordó el Papa. La zona de La Costa riojana, o “Costa de Arauco”, es la región que atraviesa la sierra de Velasco, pródiga en vinos, aceite de oliva y nueces, pero también, por aquellos años, de terratenientes y comerciantes poderosos que generaron un polo de oposición a la labor pastoral cercana a los más desposeídos del por entonces obispo riojano. Dos meses después de aquella primera visita a monseñor Angelelli, Bergoglio volvió a esa provincia, pero en esta ocasión ya como provincial, y en compañía del por entonces prepósito general, padre Pedro Arrupe. Bergoglio recordó que aquella visita de Arrupe a la Argentina adelantó el proceso que determinó su propia elección como provincial. “Volví a Córdoba con el padre Arrupe en agosto de 1973, y nos fuimos un día entero a La Rioja para ver las misiones de allí, y para reunirnos con monseñor Angelelli quien nos recibió. Fue un día muy pesado; la situación seguía muy tensa allí con cierta gente de la zona de La Costa”. En una de las comunicaciones telefónicas que mantuvimos, el papa Francisco recordó: “En aquellos momentos, Angelelli estaba muy salpicado por habladurías políticas, pero era un gran pastor. Angelelli era un gran pastor y yo lo sigo diciendo. Evidentemente había intereses pesados, a tal punto que mataban gente. Los asesinatos de los curas Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias y del catequista Pedernera, que ocurrieron antes de la muerte de él, son un signo de que quienes estaban contra Angelelli no eran, precisamente, gente piadosa y tolerante. Algunos —agregó Francisco— le criticaban a Angelelli que, por ahí, se había pasado de rosca; pero yo no creo que se haya pasado de rosca; no lo creo. Más aún, su postura era muy equilibrada para lo que se vivía en aquel momento. Momentos difíciles que prepararon el golpe militar de 1976, aunque ya en 1973 a monseñor Angelelli lo habían cascoteado porque allí se estaba cocinando todo contra él”. En una ocasión se le preguntó al Papa si era realmente complicado el discernimiento humano, religioso y político en aquella época tan convulsionada de la Argentina, y él respondió: “Sí, por supuesto. Y más en alguien sin experiencia como era yo”. El 4 de agosto de 2006, en una misa que concelebró en La Rioja con motivo del trigésimo aniversario de la muerte de Angelelli, el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, cardenal Jorge Bergoglio, señaló: “Angelelli recibía pedradas por predicar el Evangelio y derramó su sangre por ello”. Aseguró que el recuerdo del asesinado obispo riojano de origen cordobés “no es memoria encapsulada, sino un desafío”. Y destacó “el diálogo amoroso que existía entre el pastor y su pueblo”, lo que atribuyó a que Angelelli era “un hombre de encuentro, de periferias, que pudo vislumbrar el drama de la Patria”. Con estas palabras salidas de la boca de quien hoy es el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica no es arriesgado vislumbrar que avance en Roma la causa de beatificación que podría colocar a otro cordobés en los altares. Al respecto, quien fuera también obispo de La Rioja y oriundo de esta tierra cordobesa, Roberto Rodríguez (hoy obispo emérito), dijo sobre Angelelli, en 2009: “A lo largo del tiempo y en algunos casos, la figura de Angelelli ha sido objeto de defensa de muchas ideologías, pero tomando sólo algunos aspectos de su vida. Yo exhorto a que veamos, estudiando todo el material que hay y que es mucho, la verdadera imagen del pastor, recuperar esa imagen total de Angelelli, quien, incluso en los momentos más confrontativos, adoptó una actitud exhortativa, es decir la de exhortar una comprensión de la labor de la Iglesia, exhortar una comprensión de la tarea apostólica que se está realizando. Su reflexión siempre fue a la verdadera realidad de la Iglesia como presencia en el mundo. Entonces nosotros tenemos que nuevamente apropiarnos de monseñor Angelelli, que no aparezca como de una Iglesia distinta, eso queremos subrayar. Queremos retomar o señalar todo ese aspecto del servicio episcopal de Angelelli como obispo de La Rioja”.
El Papa recuerda muy bien la jornada del 13 de junio de 1973. Todavía no era provincial, pero había viajado a La Rioja, desde Córdoba, para acompañar al padre superior Ricardo O’Farrell y a otros jesuitas. El motivo era hacer las consultas a los miembros de la Compañía que estaban en aquella provincia para la elección del próximo provincial.
Esa visita le permitió conocer a un cordobés que terminaría siendo muy importante para la Iglesia argentina: monseñor Enrique Ángel Angelelli, el “Gringo” Angelelli, quien había sido obispo auxiliar de Córdoba, rector del Seminario Mayor Nuestra Señora de Loreto y, para entonces, obispo de La Rioja.
Angelelli murió el 4 de agosto de 1976 en un presunto accidente de tránsito que, según determinó la Justicia, se trató en realidad de un asesinato provocado por sicarios de la dictadura militar. El 4 de julio de 2014, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de La Rioja condenó a prisión perpetua, en cárcel común, al ex general Luciano Benjamín Menéndez y al ex comodoro Luis Fernando Estrella como autores mediatos del homicidio de monseñor Angelelli.
En junio de 1973 Bergoglio fue testigo directo de un episodio que luego se convirtió en un hecho clave en la historia del obispo asesinado. “La visita fue el día del ‘cascotazo’ a monseñor Angelelli en La Costa”, recordó el Papa.
La zona de La Costa riojana, o “Costa de Arauco”, es la región que atraviesa la sierra de Velasco, pródiga en vinos, aceite de oliva y nueces, pero también, por aquellos años, de terratenientes y comerciantes poderosos que generaron un polo de oposición a la labor pastoral cercana a los más desposeídos del por entonces obispo riojano.
Dos meses después de aquella primera visita a monseñor Angelelli, Bergoglio volvió a esa provincia, pero en esta ocasión ya como provincial, y en compañía del por entonces prepósito general, padre Pedro Arrupe.
Bergoglio recordó que aquella visita de Arrupe a la Argentina adelantó el proceso que determinó su propia elección como provincial.
“Volví a Córdoba con el padre Arrupe en agosto de 1973, y nos fuimos un día entero a La Rioja para ver las misiones de allí, y para reunirnos con monseñor Angelelli quien nos recibió. Fue un día muy pesado; la situación seguía muy tensa allí con cierta gente de la zona de La Costa”.
En una de las comunicaciones telefónicas que mantuvimos, el papa Francisco recordó: “En aquellos momentos, Angelelli estaba muy salpicado por habladurías políticas, pero era un gran pastor.
Angelelli era un gran pastor y yo lo sigo diciendo. Evidentemente había intereses pesados, a tal punto que mataban gente. Los asesinatos de los curas Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias y del catequista Pedernera, que ocurrieron antes de la muerte de él, son un signo de que quienes estaban contra Angelelli no eran, precisamente, gente piadosa y tolerante. Algunos —agregó Francisco— le criticaban a Angelelli que, por ahí, se había pasado de rosca; pero yo no creo que se haya pasado de rosca; no lo creo. Más aún, su postura era muy equilibrada para lo que se vivía en aquel momento. Momentos difíciles que prepararon el golpe militar de 1976, aunque ya en 1973 a monseñor Angelelli lo habían cascoteado porque allí se estaba cocinando todo contra él”.
En una ocasión se le preguntó al Papa si era realmente complicado el discernimiento humano, religioso y político en aquella época tan convulsionada de la Argentina, y él respondió: “Sí, por supuesto. Y más en alguien sin experiencia como era yo”.
El 4 de agosto de 2006, en una misa que concelebró en La Rioja con motivo del trigésimo aniversario de la muerte de Angelelli, el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, cardenal Jorge Bergoglio, señaló: “Angelelli recibía pedradas por predicar el Evangelio y derramó su sangre por ello”. Aseguró que el recuerdo del asesinado obispo riojano de origen cordobés “no es memoria encapsulada, sino un desafío”. Y destacó “el diálogo amoroso que existía entre el pastor y su pueblo”, lo que atribuyó a que Angelelli era “un hombre de encuentro, de periferias, que pudo vislumbrar el drama de la Patria”.
Con estas palabras salidas de la boca de quien hoy es el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica no es arriesgado vislumbrar que avance en Roma la causa de beatificación que podría colocar a otro cordobés en los altares. Al respecto, quien fuera también obispo de La Rioja y oriundo de esta tierra cordobesa, Roberto Rodríguez (hoy obispo emérito), dijo sobre Angelelli, en 2009: “A lo largo del tiempo y en algunos casos, la figura de Angelelli ha sido objeto de defensa de muchas ideologías, pero tomando sólo algunos aspectos de su vida. Yo exhorto a que veamos, estudiando todo el material que hay y que es mucho, la verdadera imagen del pastor, recuperar esa imagen total de Angelelli, quien, incluso en los momentos más confrontativos, adoptó una actitud exhortativa, es decir la de exhortar una comprensión de la labor de la Iglesia, exhortar una comprensión de la tarea apostólica que se está realizando. Su reflexión siempre fue a la verdadera realidad de la Iglesia como presencia en el mundo. Entonces nosotros tenemos que nuevamente apropiarnos de monseñor Angelelli, que no aparezca como de una Iglesia distinta, eso queremos subrayar. Queremos retomar o señalar todo ese aspecto del servicio episcopal de Angelelli como obispo de La Rioja”.
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