Francisco al pueblo chileno: “Sembrar la paz a golpe de proximidad”

martes, 16 de enero de 2018
image_pdfimage_print

francisco-en-chile-y-peru-2611584w640

16/01/2018 – 600 mil personas estuvieron presentes junto al Papa Francisco en el Parque O’ Higgins donde tuvo lugar la celebración de la multitudinaria Misa por la justicia y la paz. Cabe destacar que allí también y coronó una imagen de la Virgen del Carmen.

El Evangelio proclamado en la misa fue el de Mateo 5 – 1, 12 : Las bienaventuranzas.

 

En su homilía, el Santo Padre comenzó diciendo que Jesús quiere salir a nuestro encuentro, esa es “la actitud con la que Jesús, quiere salir a nuestro encuentro, la misma actitud con la que ha sorprendido a su pueblo.” Su primera actitud es “ver, mirar el rostro de los suyos; esos rostros ponen en movimiento el amor visceral de Jesús”.

“Jesús encuentra el rostro de la gente que lo seguía y ellos encuentran en su mirada el eco de sus búsquedas y anhelos”, agregó.

El Papa hizo hincapié en las bienaventuranzas, diciendo que “son una invitación a caminar.” “No nacen de los profetas de desventuras que siembran desilusión tampoco de espejismos que nos prometen la felicidad en un click. Nacen del corazón compasivo de Jesús que se encuentra con el corazón compasivo y necesitado de compasión de hombres y mujeres que quieren y anhelan una vida bendecida; de hombres y mujeres que saben de sufrimiento; que conocen el desconcierto y el dolor que se genera cuando se te mueve el piso o se inundan los sueños y el trabajo de toda una vida se viene abajo; pero más saben de tesón y de lucha para salir adelante; más saben de reconstrucción y de volver a empezar.”

“Cuanto conoce el corazón chileno de volver a empezar, a ese corazón apela Jesús para que reciban las bienaventuranzas”, sostuvo Francisco.

Y continuó diciendo: “nacen del corazón misericordioso que no se cansa de esperar. Jesús, al decir bienaventurado al pobre, al que ha llorado, viene a extirpar la inmovilidad paralizante del que cree que las cosas no se pueden cambiar. Viene a sacudir la postración negativa llamada resignación, que nos hace creer que podemos vivir mejor si nos escondemos y nos adormecemos, que nos lleva a dividirnos separarnos, aislarnos, hacernos ciegos frente al sufrimiento de los otros.

“Las bienaventuranzas son el nuevo día para los que siguen soñando y dejándose impulsar en el Espirítu de Dios.”

“Jesús viene a decirte bienaventurado los que se dejan contagiar por el Espíritu de Dios y luchan y trabajan por ese nuevo Chile, porque será de ellos el nuevo cielo. Bienaventurados los que se comprometen por la reconciliación , felices los que trabajan para que otros vivan en paz, por los que se esfuerzan para que otros vivan en paz.”, dijo Francisco.

“Las bienaventuranzas nos invitan a comprometernos para que el Espíritu de la reconciliación viva entre nosotros. ¿Quieres paz? Trabaja por la paz. ¿Quieres felicidad? Trabaja por la felicidad. Si quieres paz, trabaja por la justicia, la que exige que cada hombre sea tratando como hijo de Dios”, agregó el Santo Padre.

“Sembrar la paz a golpe de proximidad, de vecindad, de salir de casa, es la única manera que tenemos de volver a hilar una realidad que se puede deshilachar. Hay que vencer grandes y sutiles ambigüedades. Saber que no alcanza con decir no le hago mal a nadie, esta muy bien no hacer mal a nadie, pero esta muy mal no hacer el bien.

El Papa recordó al Cardenal Raúl Silva Henríquez, “ese gran pastor que tuvo Santiago cuando en un Te Deum decía: “Si quieres la paz, trabaja por la justicia” … Y si alguien nos pregunta: “¿qué es la justicia?” o si acaso consiste solamente en “no robar”, le diremos que existe otra justicia: la que exige que cada hombre sea tratado como hombre”.

Haciendo suyas las palabras de San Alberto Hurtado , “Está muy bien no hacer el mal, pero está muy mal no hacer el bien”. el Papa invitó a invocar el amparo de la Madre de Dios:

“Encomendémonos a la Virgen Inmaculada que desde el Cerro San Cristóbal cuida y acompaña esta ciudad. Que Ella nos ayude a vivir y a desear el espíritu de las bienaventuranzas; para que en todos los rincones de esta ciudad se escuche como un susurro: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9).