Junto a los sacerdotes ancianos

miércoles, 15 de agosto de 2012
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Integrantes de Radio María Argentina, junto al Equipo de Servicio de los Movimientos y Asociaciones Laicales del Arzobispado de Córdoba visitaron el pasado 5 de agosto a los sacerdotes ancianos que viven en el "Hogar Padre Alberione", de la Congregación de las Hermanas Pías Discípulas del Divino Maestro, en el marco del mes de la Solidaridad propuesto por Caritas Córdoba. "La idea consistió en reconocer y agradecer juntos a Dios por el ministerio sacerdotal de estos hombres y su servicio a la Iglesia. Compartimos un momento de música, recuerdos y una hermosa merienda", explicó Virginia Capitanelli, Presidente de Radio María.

Durante el encuentro, se compartió esta oración con los sacerdotes:

Dice el Señor:

Hijo mío, no estás solo:

Yo estoy contigo. Yo soy tú,

pues necesitaba una humanidad de recambio

para continuar mi Encarnación y Redención.

Desde toda la eternidad te elegí

y te necesito.

Necesito tus manos para seguir bendiciendo,

necesito tus labios para seguir hablando,

necesito tu cuerpo para seguir sufriendo,

necesito tu corazón para seguir amando.

Te necesito para seguir salvando.

Continúa conmigo, hijo mío.

Oh, Señor, aquí está mi cuerpo,

he aquí mi corazón y mi alma…

Dame tu gracia y tu amor.

En esta tarde, quiero renovar mi Sí,

consciente de que Tú me necesitas.

Y quiero agradecerte mi sacerdocio

y haberme escogido para la gran tarea

de salvar a mis hermanos.

Sí, Señor, aquí estoy para servirte.

Quiero ser sacerdote para siempre.

Dice el Sacerdote:

Te lo digo con sencillez y humildad,

solo ante Ti, Señor,

en la paz de la tarde y de mi alma133.

También podría decir el sacerdote cada día, como cualquiera de nosotros, esta

oración del famoso poeta español Calderón de la Barca:

¿Qué quiero mi Jesús? Quiero quererte.

Quiero cuanto hay en mí del todo darte,

sin tener más placer que el de agradarte,

sin tener más temor que el de ofenderte.

Quiero olvidarlo todo y conocerte.

Quiero dejarlo todo por buscarte.

Quiero perderlo todo por hallarte.

Quiero ignorarlo todo por saberte.

Quiero, amable Jesús, quiero abismarme

en ese dulce abismo de tu herida

y en tus divinas llagas abrasarme.

Morir a mí, para vivir tu vida.

Perderme en ti, Jesús, y no encontrarme.