El sábado por la mañana miles de catequistas en un profundo clima de oración recordaron a otros hermanos catequistas que en su diócesis dieron la vida por el anuncio del evangelio.
Por eso con pancartas con imágenes de rostros diversos y nombres muy importantes para ellos, cantaron ycelebraron la vida de la gracia derramada en su entrega generosa y apasionada. Luego Mons Celso Morga concluyó con la última conferencia del Congreso que te compartimos:
TERCERA CONFERENCIA
Sumario: 1. Razones de conveniencia para una Catequesis de Iniciación Cristiana catecumenal: a) retornar a los orígenes – b) catequesis de toda la comunidad – c) catequesis centrada en la Palabra de Dios y en la Liturgia – d) catequesis que trata de responder al sentido de la vida – e) catequesis que exige permanencia y tensión misionera; 2. Conclusión
Razones de conveniencia para una Catequesis de Iniciación Cristiana catecumenal
La elección decidida de una catequesis de Iniciación Cristiana y de Formación catequística permanente de talante misionero tiene, entre otras, las siguientes ventajas:
Retornar a los primeros pasos de la catequesis, a la fuente de la catequesis, que fue la catequesis catecumenal con toda la riqueza doctrinal, de experiencia y de frutos que esta practica tuvo en los primeros siglos de la Iglesia. Se puede decir que, en esos primeros siglos, no sólo se catequizó muy bien, sino también se estructuró la Iglesia para que fuera una “Iglesia catequista”.
Una catequesis catecumenal de Iniciación Cristiana tiene la gran ventaja de que exige un esfuerzo pastoral a fin que toda la comunidad cristiana sea y se haga responsable verdaderamente de la generación a la fe de nuevos hijos de Dios.
Ello nos lleva a una mirada nueva sobre lo que es “ser comunidad cristiana”. «No se trata de una mera comunidad social, sino de una comunidad enraizada en Cristo Resucitado» (SENAC, 51)
Ella es fuente, lugar y meta de esta catequesis de Iniciación Cristiana de talante misionero. Comunidad testigo, comunidad que es memoria y profecía, que es Iglesia esponsal y samaritana, que descubre nuevas fronteras, sale al encuentro de toda experiencia humana y hacia ellas tiende su acción pastoral. Es abierta y acogedora porque la Iglesia hoy tiene urgente necesidad de dar prioridad al diálogo y al testimonio para acercarse a la gran cantidad de bautizados no convertidos y a los no cristianos que van en aumento en el actual contexto socio cultural.
Los catequistas, que se han iniciado en la fe de esa comunidad y allí han madurado sus opciones, se hacen testigos de esa misma fe. Ellos son la voz y el gesto de la fe de la comunidad.
En ellos – y deben ser muy conscientes de esto – se ha delegado la misión del anuncio. Pero la verdadera “catequista” es la comunidad misma. La Iglesia toda posee la función profética y la ha delegado en algunas personas que han sido especialmente llamadas a anunciar la Buena Nueva de Jesucristo, Hijo de Dios y hermano nuestro.
Toda delegación supone una simple entrega de la tarea en si misma, pero nunca es una entrega de la responsabilidad contenida en esa tarea. Si la comunidad eclesial se despreocupara de su función profética, se desnaturalizaría. No sería quien está llamada a ser. La catequesis de Iniciación Cristiana no es, por tanto, un ámbito cerrado y reservado a unos pocos “especialistas” del anuncio (cf. SENAC, 74)
Quizás todo ello se nos presenta utópico y surge inevitable la pregunta: ¿cuáles son y donde están aquellas comunidades cristianas en la cuales se vive hoy la fe con esta profundidad? Quizás sea verdad que este tipo de catequesis es más apropiada a comunidades pequeñas, de talla humana (SENAC, 55).
En todo caso, allí donde cada una y cada uno está, en aquella determinada parroquia, grupo, asociación, movimiento, allí esta llamada, llamado, a trabajar en esta dirección.
Debemos en esto ser verdaderamente humildes y la humildad nos lleva al realismo de aprovechar todas las oportunidades de evangelización que el Espíritu Santo nos pone continuamente delante aunque sean esporádicas. Ahí esta el pasaje paradigmático de los Hechos de los Apóstoles del diácono Felipe con el etiópico, funcionario de Candace, reina de los etíopes (Hch 8, 26-40).
En este sentido, la “catequesis que viene” va a ser más ocasional e incluso cuando se encaren procesos catequéticos tendrán que atender a la personalización y diversificación de los itinerarios. Esta es una cuestión cuya resolución resulta un verdadero desafío (cf. SENAC, 69).
Otra ventaja fundamental es que la catequesis de Iniciación Cristiana está centrada en la Palabra de Dios y en la Liturgia.
Paradigma de esta catequesis es el encuentro de Jesús con los dos discípulos de Emaús. El relato lucano (cf Lc 24, 13-35) describe el camino hecho por aquellos dos discípulos junto a Jesús y la conversación en la búsqueda común del sentido de los acontecimientos sucedidos en Jerusalén como un proceso en el cual la oscuridad de las almas se va haciendo luz, poco a poco, gracias a la compañía del Resucitado (v. 15). Se hace evidente, durante el camino, que Moisés y los Profetas, que “todas las Escrituras”, habían anunciado los acontecimientos terribles de aquella pasión y muerte (v. 26 s): lo absurdo se revela ahora lleno de significado. En aquel acontecimiento, aparentemente sin ningún sentido, se ha en realidad revelado el verdadero sentido del caminar humano; y este sentido nos ha traído la victoria sobre la potencia de la destrucción y del mal (cf J. Ratzinger – Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, II, pp. 227-228).
Un acontecimiento, que, humanamente, no se podía preveer ni entender para e Mesías viene iluminado por la luz potente de las “Escrituras”. Los dos discípulos experimentan una sorprendente correspondencia entre el reproche, lleno de dulzura, de Jesús y lo que sienten de verdad en sus corazones: «no estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (v. 32).
El episodio de Emaús previene el peligro, siempre actual, de una reducción intelectualística en la interpretación de la Escritura. La catequesis de Iniciación Cristiana no puede caer en este reduccionismo. La catequesis de Iniciación lee y medita la Escritura en clave de relación personal (y comunitaria) con Él.
Una cristología “desde abajo”, que rechaza todo los que es sobrenatural porque va más allá de la razón, buscando afanosamente y, diría, obsesivamente, el “Cristo histórico” come contrapuesto al “Cristo de la fe” (cf. J. Ratzinger – Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, prólogo, p. 9), no es la lectura de la Escritura que la catequesis de Iniciación Cristiana debe seguir.
«Conjugando las dos hermenéuticas – dice Benedicto XVI, porque no se trata de desconocer los auténticos logros de la exégesis crítico-histórica – he tratado de desarrollar una mirada al Jesús de los Evangelios, un escucharle a Él que pudiera convertirse en un encuentro; pero también, en la escucha en comunión con los discípulos de Jesús de todos los tiempos, llegar a la certeza de la figura realmente histórica de Jesús» (ib., p. 9).
Es el gesto “sacramental” de partir el pan – es la vida sacramental de la Iglesia de todos los tiempos – la que abre los ojos de los discípulos para que puedan reconocerle. Hoy como ayer, la catequesis, la transmisión de la fe debe hacerse mediante «palabra y gesto intrínsecamente unidos», mediante Palabra de Dios y Sacramentos o Liturgia.
Por ello, la catequesis esta ligada profundamente “a toda la acción litúrgica y sacramental, puesto que es en los sacramentos, y sobre todo en la Eucaristía, que Cristo Jesús actúa en plenitud para la transformación de los hombres” (CT, 23; CCC, 1074).
Esta catequesis litúrgica, en definitiva, introduce en el Misterio de Cristo (es “mistagógica”), procediendo de lo visible a lo invisible, del signo a lo significado, de los “sacramentos” a los “misterios” (ib., 1075).
La catequesis de Iniciación Cristiana “provoca la pregunta existencial por el Sentido de la vida. ¿Qué aporta a nuestra vida y a nuestra muerte el hecho de ser cristianos?” (SENAC, 75)
En este sentido, la catequesis es un momento fundamental de la evangelización. «Hoy la sociedad se nos manifiesta como un conjunto de propuestas que desorientan, puesto que todas parecen tener el mismo valor. La persona humana queda expuesta a un amplísimo escenario de libertad en la que todas las opciones parecen válidas. De este modo, el hombre y la mujer de hoy parecen “extranjeros” y turbados en un mundo que se torna cada vez más confuso. Caminan en busca de la mejor opción, per no son “peregrinos”, sino simples “caminantes”, que no saben donde van ni a quien seguir» (ib.).
La catequesis, por tanto, hoy más que nunca ha de buscar dar respuestas válidas a esta situación de confusión intelectual, cultural y humana. En la cultura del “sin – sentido” ha de ser mediación, camino y experiencia para el Sentido (con mayúscula). La catequesis es un camino de crecimiento y maduración de la fe en un contexto comunitario eclesial, que da sentido a la vida (ibid.; JEP, n. 50).
Es la respuesta a la pregunta fundamental: ¿qué es el hombre? ¿qué hace aquí? ¿para que está en este mundo? ¿hacia donde camina? y la subsecuente pregunta: ¿Qué cosa ha traído Jesús a este hombre que se pregunta por el sentido de su existencia?
Si no ha traído bienestar físico, si no ha traído poder económico o político, si no ha traído directamente una condición social más justa para todos, ¿qué ha traído? «La respuesta es simple: Dios. Ha traído a Dios. Aquel Dios cuyo rostro se manifestó por medio de Abraham y luego por medio de Moisés y los Profetas… ahora nosotros conocemos el camino que, como hombres, debemos emprender en este mundo… sólo la dureza de nuestro corazón nos hace pensar que sea poco…» (J. Ratzinger – Benedicto VI, Jesús de Nazaret I, p. 67, comentando el pasaje de las tentaciones).
En este sentido, notemos la interesantísima articulación del Catecismo de la Iglesia Católica. Las cuatro partes se articulan como un gran retablo con cuatro calles que iluminan el sentido del encuentro entre Dios y el hombre.
Todo el Catecismo esta impregnado de la vocación del hombre a la plena felicidad (el hombre es capaz de Dios, tiene profundo deseo de Dios, nn. 27 y ss.). Para venir a su encuentro, al encuentro de este hombre que busca la auténtica felicidad, el Catecismo en la primera y segunda parte presenta a Dios que revelándose libremente viene al encuentro del hombre deseoso de verdad, de bien y de felicidad (nn. 50 y ss.). La tercera y la cuarta parte son introducidas por una citación de Sal León Magno, que evoca a vocación del hombre, creado a imagen de Dios, llamado a participar de la naturaleza divina y, por tanto, llamado a alcanzar su plenitud (n. 1691).
Es una catequesis que exige la permanencia y la tensión apostólica. El Directorio General para la Catequesis (n. 63 y ss.) presenta, en sucesión, la catequesis de Iniciación Cristiana y, después, el cultivo permanente de la fe, sin olvidar la responsabilidad que tienen aquí las familias y las escuelas católicas: «Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación que consta de varias etapas» (CCC, n. 1229).
Los prenotanda del «Ordo initiationis cristianae adultorum» merecen ser estudiados atentamente porque ofrecen observaciones catequéticas y pastorales del máximo interés. Se afirma, a propósito del proceso de Catequesis Catecumenal, que conviene poner por obra «una catequesis apropiada, progresiva e integral (…) en relación estrecha con el año litúrgico y sostenida por celebraciones de la Palabra. No solo conduce los catecúmenos a un buen conocimiento de los dogmas y de los mandamientos, sino a un descubrimiento personal del Misterio de la salvación» (n. 99).
Conclusión
Los Lineamenta del próximo Sínodo de los Obispos afrontan expresamente este tema en el numero 18, llegando a afirmar: “Del modo en el cual la Iglesia en Occidente sabrá gestionar esta revisión de sus practicas bautismales dependerá el rostro futuro del cristianismo en su mundo y la capacidad de la fe cristiana de hablar a su cultura”. El próximo Sínodo deberá estudiar este tema con todas sus implicaciones.
Hay razones, por tanto, para plantearse seriamente una actividad catequética permanente, continua, en la vida de los fieles, que podríamos denominar “Educación Permanente de la Fe” o “Catequesis Permanente”, a condición que no se relativice el carácter prioritario, fundante, estructurante y específico de la Catequesis en cuanto iniciación básica. Los Obispos en Aparecida optan por la expresión “Catequesis Permanente” refiriéndose a itinerarios catequísticos permanentes, que se extienden desde la infancia hasta la ancianidad (SENAC, 44).
«Al respecto, el Directorio General para la Catequesis afirma: “la fe es un don destinado a crecer en el corazón de los creyentes. La adhesión a Jesucristo, en efecto, da origen a un proceso de conversión permanente que dura toda la vida. Quien accede a la fe es como un niño recién nacido que, poco a poco, crecerá y se convertirá en un ser adulto, que tiende al ‘estado de hombre perfecto’, a la madurez de la plenitud de Cristo» (n. 56).
Disponemos de un medio extraordinario para afrontar esta formación permanente en la fe – o como queramos llamarla – que es el Catecismo de la Iglesia Católica y los Catecismos nacionales o diocesanos que a él se inspiren. Se trata de descubrir o redescubrir los contenidos de la fe «profesada, celebrada, vivida y rezada» (Benedicto XVI, Porta fidei, 9).
Concluyamos pidiendo al Señor de la historia que el inminente Año de la Fe y la celebración del Sínodo para la Nueva Evangelización puedan producir los frutos esperados y duraderos.
La primera evangelización comenzó el día de Pentecostés, cuando los Apóstoles, reunidos todos juntos, en el mismo lugar, en oración con la Madre de Jesús, recibieron la fuerza del Espíritu Santo, presente hoy como entonces en la Iglesia. Aquella que, según las palabras del Arcángel, es la “llena de gracia”, se encuentra así en la vía de la predicación apostólica y en todos los caminos en los cuales los sucesores de los Apóstoles se han movido para anunciar el Evangelio de su Hijo. Pidamos a Aquella, que es invocada como Estrella de la Nueva Evangelización, que prepare los caminos de la nueva evangelización.
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