Anunciación del Señor

miércoles, 24 de marzo de 2021
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Cada año la Iglesia celebra la Solemnidad de la Anunciación. María dio su “Sí” a Dios, concibiendo desde aquel momento a Jesús. Es la fiesta de la Encarnación: el Hijo eterno del Padre entra en la historia; se hace hombre en la seno de María, una muchacha humilde del pueblo de Israel.

La Liturgia nos propone el Evangelio de San Lucas 1,26-38:

El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.

Pero el Ángel le dijo: “No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. María dijo al Ángel: “¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?”.

El Ángel le respondió: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios”.

María dijo entonces: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”. Y el Ángel se alejó”.

María da una respuesta que cambiará la historia entera de la humanidad. San Bernardo suplicaba: «Se te ofrece el precio de nuestra Redención. Seremos liberados inmediatamente, si tú dices sí. Todo el orbe está a tus pies esperando tu respuesta. Di tu palabra y engendra la Palabra Eterna».

Dios espera una respuesta libre, y la “llena de gracia”, representando a todos los necesitados de Redención, responde: “Hágase!”. Desde hoy ha quedado María libremente unida a la Obra de su Hijo. Desde hoy es Madre de los que son uno en Cristo (cf. Gal 3,28).