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Cuenta el P. Carlos Ponza, quien trabajó durante varios años en la redacción de la posisio de José Gabriel del Rosario Brochero, algunos detalles sobre el Brochero joven, su ingreso al seminario y sus primeros años de cura.
“En la época del Brochero seminarista hay dos detalles importantes: provenía de una familia muy cristiana y con posibilidades económicas muy escasas. En aquella época (hoy no es así) los seminaristas tenían que pagar su estadía en el seminario. Brochero era becado por el Seminario de la Arquidiócesis de Córdoba teniendo en cuenta los pocos recursos de su familia, pero también su capacidad, un joven seminarista muy aplicado y estudioso. Brochero no era un cura “campechano”, “ignorante” sino que se licenció en filosofía, un hombre culto y con gran capacidad. Es interesante leer sus carta al Congreso de la Nación, al Presidente, leer sus artículos periodísticos, en donde uno nota que es un hombre culto. Hizo un esfuerzo muy grande al ir a Traslasierras”.
“Ya cura, Brochero le va a confiar a Ramón J. Cárcano, futuro gobernador de Córdoba, con quien hizo una gran amistad, que tuvo dudas vocacionales. No es esta imagen del muchacho que no tiene ninguna duda, él apostaba y ponía en ejercicio lo que la formación le proveía pero también luchó.
Escribe Cárcano y luego será documentado por un ejemplar del periódico de la época:
“En 1886 había terminado sus estudios teológicos y estaba resuelto a recibir las órdenes mayores. Muchas veces le he oído referir que la constante preocupación de su juventud fue el sacerdocio que se le representaba como un esfuerzo de hombres superiores. No sabía que estado adoptar si el laical o el eclesiástico. Su espíritu fluctuaba y su corazón sufría con ésta indecisión. Asistió un día aun sermón en que se señalaron las exigencias y sacrificios de una y otra vocación, una y otra bandera (en relación a la famosa meditación de los ejercicios de San Ignacio de las dos banderas) y concluyó al escucharlo que quería ser sacerdote, la duda ya no atormentaba su alma”.
“En 1886 había terminado sus estudios teológicos y estaba resuelto a recibir las órdenes mayores. Muchas veces le he oído referir que la constante preocupación de su juventud fue el sacerdocio que se le representaba como un esfuerzo de hombres superiores. No sabía que estado adoptar si el laical o el eclesiástico. Su espíritu fluctuaba y su corazón sufría con ésta indecisión.
Asistió un día aun sermón en que se señalaron las exigencias y sacrificios de una y otra vocación, una y otra bandera (en relación a la famosa meditación de los ejercicios de San Ignacio de las dos banderas) y concluyó al escucharlo que quería ser sacerdote, la duda ya no atormentaba su alma”.
Al final del artículo aparece que el Cura Brochero se hizo una especie de promesa o compromiso, de que si llegaba a ser sacerdote procuraría que todos hicieran ejercicios espirituales para decidirse por Jesús. Osea que tuvo sus momentos de incertidumbre y duda, pero cuando se decidió por Jesús no hubo marcha atrás. Por eso después dirá, “que Dios me saque de esta vida sentado confesando o predicando el evangelio” comentó el P. Carlos Ponza.
Fragmento de programa emitido en Radio María
el 02/08/2016
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