Y cuando huía desesperanzado, me hiciste volver sobre mis pasos. “¡Es verdad: ha resucitado el Señor!”.
Me hiciste volver jubiloso al grupo de mis hermanos, para unirme de nuevo a ellos y celebrar todos juntos la alegría de la Pascua: celebrar tu presencia, Señor, entre nosotros.
Porque sigues bendiciendo el pan, partiéndolo, dándote a ti mismo y siendo el centro de nuestra comunidad, que contigo resucita.
Son la vida, la fraternidad y la esperanza lo que celebramos.
Otra vez la vida, la inocencia, la verdad, la luz.
Tu Pascua es una manera nueva de ver, abrazar y construir el mundo; una manera nueva de hacer la historia desde la luz siempre nueva y recién hecha del día supremo de tu Resurrección.
Sí, que el Amor y la Vida sean la última palabra en el libro de la historia de todos los pueblos de la tierra, porque no hemos nacido para el odio, amén.