Cada 6 de enero la Iglesia celebra la Fiesta de la Epifanía o de la manifestación del Señor. Popularmente, esta festividad, es más conocida como la de los Reyes Magos que, desde muy lejos, llegaron a Belén a adorar al Niño Dios.
El relato aparece en el evangelio de San Mateo en el capítulo 2. Allí se habla de unos magos venidos de oriente que luego se interpretará que son de los que habla el Salmo 72 un Rey Mesías al que los Reyes le traerán regalos, y ante el cual se postrarán para adorarlo. Tampoco se especifica el número, pero como el relato bíblico cuenta que ofrecieron tres clases de regalos, se entiende que serían 3.
La tradición cuenta que los Reyes Magos de Oriente llamados Melchor, Gaspar y Baltasar, montados en elegantes camellos y guiados por una estrella muy brillante que habían visto en su lejana tierra llegaron a Belén en busca del Mesías. Felizmente pudieron encontrar el lugar donde se posó la estrella guía y allí encontraron a Jesús en brazos de María. Los magos se llenaron de alegría al verlos y postrándosele adoraron al Niño Dios y le regalaron oro, incienso y mirra. Se trata de los primeros no judíos en adorar al niño.
Cuando preguntan los magos al llegar a Jerusalén al Rey Herodes por el recién nacido, éste convoca a los especialistas en la Sagrada Escritura, quienes luego de investigarla, responden sin titubeos que en Belén de Judea (Mateo 2,5) iba a nacer el Salvador, según señalaba el profeta Miqueas 5,1. ” Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino”.
Esta fiesta nos ayuda a comprender que en el Dios de Jesús, la manifestación ya no se da sólo al pueblo de Israel sino al mundo entero. Jesús, el Mesías, trae la salvación a todos los hombres de todos los tiempos y de todas las culturas. En esta fiesta se manifiesta el mensaje universal del evangelio llamado a ser luz para todos los hombres.
Jesús, los Reyes Magos, buscando entre las estrellas, descubrieron la tuya y la siguieron. Haznos descubrir tu presencia en medio del ruido y de nuestros ajetreos cotidianos. Jesús, muéstranos tu estrella, danos fuerza y valor para seguirla. Jesús, ayúdanos a ser pequeñas y alegres estrellas para guiar y conducir a otros hasta ti. Amén.