María, una presencia generosa

jueves, 14 de noviembre de 2019
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15/11/2019 – Compartimos la reflexión del día nro 6 de nuestro camino de consagración:

 

“María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. 40. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo  y exclamó en alta voz: «¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas.”

Lc 1 39 -44

María no entró a la casa de Isabel con aire de mujer importante o quejándose por los kilómetros recorridos para llegar a la casa de su prima explicando las cosas que tuvo que acomodar antes de partir y así poder estar allí para el servicio anteponiendo una actitud que sutilmente ponía la atención en su persona más que al acontecimiento de Dios en su vida.

Por el contrario, María en su actitud alegre, contagia y comunica con transparencia el centro de lo que está pasando. Ella se corre del eje central y deja llevar por la centralidad del acontecimiento de la encarnación que ha tomado su vida. Dios la ha visitado con su amor y con su misericordia haciéndola madre del Redentor.

Dice el Papa Francisco:

 

“El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. Sin perder el realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado. Ser cristianos es «gozo en el Espíritu Santo» (Rm 14,17), porque «al amor de caridad le sigue necesariamente el gozo, pues todo amante se goza en la unión con el amado […] De ahí que la consecuencia de la caridad sea el gozo]. Hemos recibido la hermosura de su Palabra y la abrazamos «en medio de una gran tribulación, con la alegría del Espíritu Santo» (1Ts 1,6). Si dejamos que el Señor nos saque de nuestro caparazón y nos cambie la vida, entonces podremos hacer realidad lo que pedía san Pablo: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos» (Flp 4,4)”.

 

 

Gaudete et Exsultate 122