A la Santísima Virgen, de visita por mi casa en Radio María:
Madre del Señor y también madre mía…
porque soy tu hija te llamo así…
Deja que me acerque a tu cielo
o desciende tú aquí, a mi lado,
y mirame a los ojos.
Tengo miedo ante las exigencias del evangelio
y mi pecado.
Enseña a pronunciar tu “Sí” de corazón y de labios.
Tu “Sí” cuando deba darme toda, por mi hermano…
Como lo hiciste tú, con el niño amamantando
en tu costado… meditando, meditando.
Dar con confianza, con desinterés y olvido.
Dar, como el árbol se da en fruto, sombra o fuego.
Dar, como en peces se da el río.
Dar sin la arrogancia del orgullo,
sin querer hacer del otro según mi conveniencia,
sin sentirse aceptado o perdonado,
sin la altivez de la autosuficiencia.
Darlo todo, sin esperar nada. Sólo por la ofrenda
y sentir que Dios está en mí y darlo en mis manos…
Dar empezando por los míos
por el que tengo cerca… en mi casa…
para extenderme generosa a todos,
y también, al que pena.
Dar disculpas al que sufre por mi culpa.
Dar perdón al que desprecia mi mirada.
Dar amor aunque recibas injurias..
Dar a Cristo en mi vida cansada.
Dar con la altura del monte elevado
y la luz radiante de la estrella,
con la generosidad indiscriminada de la tierra
y con el equilibrio propio del cristiano.
Dar con el corazón en la mirada,
con el amor puesto en las cosas que se da,
o si no, no dar nada.
Dar en el dolor para hacer pintar el alba.
Dar cuando nos hieren…
y al que nos hiere, darle calma.
Dar a Cristo donde haya error, a pesar de mis errores,
donde haya mentira, a pesar de mi dobléz…
En el dolor olvidando mis dolores
y saber dar su Palabra sin mi parecer…
y si diera de ese modo ¡Madre mía!
Es porque de ti recibo como herencia.
Algo de tu prudencia para mi valentía,
algo de tu abnegación para mi indiferencia.
Para mi generosidad, tu fe
y tu seguridad para mi confianza.
Para mi destemplanza, tu equilibrio,
y tu equilibrio en mi desesperanza.
Así, sólo por tu amor y tu paciencia,
vería Dios crecer mi alma,
aunque de todo ese Amor yo te devuelva…
practicamente nada.
Ahora te vas, y aunque de pie, estoy puesta de rodillas.
Yo sé que sonríe tu mejilla y me dice tu mirada
que siempre tu bienquerida
y que también soy tu perdonada.
En versos va mi alma y te contempla extasiada:
Yo, por sentir tu presencia
y tú, por oír mis palabras.
Pero donde riegas, Madre,
allí será tierra santa.
Y el deseo de seguirte me dispone a caminar,
solo con un manto y una caña…
Te pensaré de lejos, en silencio,
y empezaré a quitarme las sandalias…
Con amor a la Madre Peregrina por Radio María
Teresita *
oyente de Radio María desde Santa Fe
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