Celebramos en familia el 13º aniversario de Radio María

jueves, 10 de diciembre de 2009
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En el día de la Inmaculada Concepción cumplimos 13 años de presencia de la señal de Radio María Argentina al aire. El P. Javier Soteras, director de Radio María Argentina, presidió la eucaristía en la iglesia San Catalina, en la capital cordobesa, en la que participaron cientos de oyentes agradeciendo a Dios su providencia y guía en todos estos años de evangelización a través de los medios de comunicación.

 

Homilía del décimo tercer aniversario de Radio Maria en Argentina

 
“Hágase en mí según has dicho”. Es el SÍ de María que atraviesa el tiempo para llegar hasta nosotros, tomar nuestra buena disposición y, desde ese lugar de alianza de amor entre su amén y nuestro SI, en ella hacer posible su obra en el mundo entero haciendo escuchar la voz de su Hijo en 53 países, en los cinco continentes.
 
En argentina todo nació en el deseo de llevar el mensaje lo más lejos posible a través de los medios de comunicación. Primero hicimos una revista ECCOS, para luego instalar una señal de Radio desde el garaje de la casa parroquial, con la antena puesta en el tinglado del salón de la parroquia. No teníamos nada y lo poseíamos todo. En aquellos comienzos de los años noventa decíamos: “esta radio tiene que llegar a ser una red nacional”. Era el sueño de Dios que encendió nuestros corazones más allá de toda razonabilidad y cálculo humano. Hoy estamos como entonces con un poco más de años, con los hermanos que Dios pensó desde siempre para este proyecto sumándose en el camino desde cada lugar de argentina. Hoy estamos tan superados como entonces.  

Pensar en 114 emisoras presentes en toda la república argentina y mirarnos con realismo a nosotros mismos no hace más que reafirmar que esta obra de Dios, como toda gran obra de Dios, supera los cálculos y no se puede atrapar desde la racionalidad. Delante de Dios como Moisés ante la zarza ardiendo nos queda como actitud descalzarnos ante esta zarza Mariana y adorar a Dios que desde ella se muestra como Dios vivo.

Para dar pasos hacia delante nos llena de vida esta humilde cena pascual eucarística, donde con el Maestro y la Madre sentada a nuestra mesa, hacemos memoria y en el recuerdo agradecido confirmamos que mas allá de nuestra pequeñez y atravesando nuestra debilidad e infidelidades, el ha sido fiel y nunca nos soltó de la mano. 

Va pasando el tiempo y las canas y arrugas no nos autorizan a perder la frescura y el fuego sagrado de los niños según el evangelio. Estamos más maduros y es bueno para asumir los nuevos desafíos, sólo que estos serán posibles si no perdemos la capacidad de asombro de ver a Dios obrando milagros en medio de este pueblo en marcha al cielo nuevo y la tierra nueva. 
Dios espera más de nosotros: más humildad, más disposición al servicio, más deseos de volver a empezar, más confianza en la oración como la gran debilidad suya y nuestra gran fortaleza, más presencia de voz profética en un mundo que espera en la valentía eclesial de ponerse del lado de los mas pequeños cuando pelean los poderosos. Dios en el fondo espera vernos cada vez mas parecidos a Él. Este es su sueño y este su proyecto, el de vernos recuperar la semejanza que perdimos. 

La Radio como instrumento eficaz de evangelización, desde el aporte de quienes somos oyentes, a la administración de sus recursos humanos y económico, a la puesta al aire de su señal Mariana, esta llamada a ser y reflejar los rasgos del rostro del Maestro. Muchos hermanos como los griegos en tiempos de Jesús dicen: “queremos ver a Jesús “. No basta con el orden y la transparencia en la gestión, no basta con el cumplimiento del deber bien hecho, no es suficiente con la buena música y los buenos programas profesionalmente puestos al aire. Los hombres y mujeres de hoy tienen hambre de Jesús, lo dice claramente: “el hombre contemporáneo escucha mas a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan”[1] y  “exigen a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quienes ellos conocen y tratan familiarmente como si lo estuvieran viendo”[2]. Es la experiencia de Moisés, que al volver del monte donde hablaba con Dios cara a cara, su rostro resplandecía. En este tiempo el más grande desafío pasa por volver al principio y dejar que aparezca de entre las cenizas el fuego del primer amor, para que quienes buscan el rostro de Cristo lo vean reflejado en el moldear del espíritu desde nuestro humilde servicio radial mariano. 

Dice el evangelio de Mt “Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol» (Mt 17, 2). La  transfiguración de Cristo, en la que los tres apóstoles Pedro, Santiago y Juan aparecen como extasiados por la belleza del Redentor, es un icono de la contemplación cristiana. Fijar los ojos en el rostro de Cristo, descubrir su misterio en el camino ordinario y doloroso de su humanidad, hasta percibir su resplandor divino manifestado definitivamente en el Resucitado glorificado a la derecha del Padre, es la tarea de todos los discípulos de Cristo; por lo tanto, es también la nuestra. Contemplando este rostro nos disponemos a recibir el misterio de la vida trinitaria, para experimentar de nuevo el amor del Padre y gozar de la alegría del Espíritu Santo. Se realiza así también en nosotros la palabra de san Pablo: «Reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más: así es como actúa el Señor, que es Espíritu» (2 Co 3, 18).[3]

Para terminar, una bella invitación de Juan Pablo II en Rosarium Virgenis Mariae: “La contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable. El rostro del Hijo le pertenece de un modo especial. Ha sido en su vientre donde se ha formado, tomando también de Ella una semejanza humana que evoca una intimidad espiritual ciertamente más grande aún. Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del rostro de Cristo. Los ojos de su corazón se concentran de algún modo en Él ya en la Anunciación, cuando lo concibe por obra del Espíritu Santo; en los meses sucesivos empieza a sentir su presencia y a imaginar sus rasgos. Cuando por fin lo da a luz en Belén, sus ojos se vuelven también tiernamente sobre el rostro del Hijo, cuando lo «envolvió en pañales y le acostó en un pesebre» (Lc 2, 7).[4]
Para volver volvamos de la mano de Maria por la gracia de la contemplación donde el corazón se enciende de gozo.

                                                                                                        Padre Javier Soteras



[1] EN 40
[2] EN 76
[3] Rosarium Virginis Mariae 9
[4] Rosarium Virginis Mariae 10