La misión como parte de nuestra identidad

miércoles, 27 de noviembre de 2019

28/11/2019 – Compartimos la reflexión nro 15 de nuestro camino de Consagración a María

 

“Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20. y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia.»

                                                                                                                                                     Mt 28,19 -20

 

Podríamos preguntarnos qué es una identidad misionera. Es verse a uno mismo como misionero, es aceptarse y quererse como tal. En definitiva, es asumir que la misión que Dios nos ha encomendado es un elemento central e inseparable de nuestra identidad más profunda, a la que no podemos renunciar nunca. Es como decir: “Acepto feliz esta misión y no quiero entenderme a mí mismo sin ella”.

Algunos puede que vivimos la propia misión con cierto complejo de inferioridad, con dudas, con desconfianza, como si tuviéramos que pedir perdón por ser misioneros. Este complejo nos impide entregarnos por entero, debilita el entusiasmo. Así se produce un círculo vicioso, porque una misión vivida sin ganas, sin una firme y clara decisión, no brinda satisfacciones profundas y uno no puede identificarse a fondo con ella.

Dice el Papa Francisco:

“Si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin excepciones. Pero ¿a quiénes debería privilegiar? Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que «no tienen con qué recompensarte» (Lc 14,14). No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, «los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio»[52], y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos.”