19/11/2019 – Seguimos haciendo camino, camino de consagración que hoy nos propone la reflexión nro 8:
“Alégrate llena de gracia El Señor está contigo” Lc 1,28
Dice Descalzo: “si yo tuviera que pedirle a Dios un don, un solo don, un regalo celeste, le pediría creo, sin dudarlo, que me concediera el supremo don de la sonrisa. Hablo de las que salen del alma iluminada…me parece que es de las pocas cosas que Adán y Eva lograron sacar del paraíso cuando los expulsaron y por eso cuando vemos un rostro que sabe sonreír tenemos la impresión de haber vuelto por unos segundos al paraíso.“
Cuando María canta la grandeza del Señor no hay dudas que su rostro resplandece y ella sonríe.
Grandeza de Dios, humildad-verdad, alegría y sonrisa van de la mano en María, y cuando ella se acerca a nosotros como lo hizo con Isabel nos la trae y contagia. María en ese sentido es el icono del nuevo paradigma del reino instaurado por su Hijo, las Bienaventuranzas.
María en la anunciación es todo un canto de alabanza a Dios porque ha mirado la humildad de su servidora y ha ensanchado la mirada en su corazón. Hay una indicación en el anuncio del ángel que tiene todo un sentido en Israel: “Alégrate, llena de gracia”. Esta expresión “alégrate” resulta muy familiar en Israel. Además el saludo del ángel tiene dos aspectos novedosos: por un lado uno que es inusual, el saludo a la mujer ya que no se saludaba nunca a la mujer en la cultura hebrea, y lo segundo es que no usa el típico saludo hebreo, “paz”, sino “alégrate”. aparece en otros textos como en Zacarías 9, 9-10 “¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu Rey viene hacia ti; él es justo y victorioso, es humilde y está montado sobre un asno”.
El “Alégrate, hija de Sión”, está hablando de Israel, por lo tanto es María símbolo del pueblo, de ahí decimos que el anuncio del ángel nos toca también a nosotros su pueblo ”.
El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.
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“Mi alma canta la grandeza del Señor y mi espíritu se llena de gozo en Dios mi salvador”, (Lc. 1,…
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