02/12/2019 – Compartimos la reflexión nro 17 de nuestro camino de consagración a María:
“Yahvé dijo: «He visto la humillación de mi pueblo en Egipto, y he escuchado sus gritos cuando lo maltrataban sus mayordomos. Yo conozco sus sufrimientos, y por esta razón estoy bajando, para librarlo del poder de los egipcios y para hacerlo subir de aquí a un país grande y fértil, a una tierra que mana leche y miel, al territorio de los cananeos, de los heteos, de los amorreos, los fereceos, los jeveos y los jebuseos. El clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto cómo los egipcios los oprimen. Ve, pues, yo te envío a Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel.»” Ex 3, 7-10
María como una hija fiel del pueblo de Israel guarda en su corazón aquel signo grabado por Dios en el corazón del líder del pueblo judío, Moisés, cuando Dios le da a entender a Moisés como funciona su corazón y como lo quiere también a el en éste mismo sentido. En el momento mismo que Dios convoca a Moisés para la liberación de su pueblo le dice: yo he escuchado el clamor de mi pueblo. En mi se ha hecho eco el dolor, el clamor, el sufrimiento de mi pueblo por eso te envío. Ex 3 1ss.
María sigue también la enseñanza genuina, está atenta a los dolores de su pueblo. En Caná éste dolor de ver frustrado el comienzo de la celebración de la boda de los novios “No tienen vino”, dice María. Es su mirada atenta que entra en sintonía con el clamor, el dolor y sufrimiento de su pueblo, aquí María nos muestra la capacidad contemplativa de lo humano. María aparece como nuestra Madre contemplativa del corazón humano en sus necesidades, búsquedas y sueños. Nuestro peregrinar como pueblo tiene ésta conciencia de la que estamos hablando: María está atenta a nuestros clamores.
“Leyendo las Escrituras queda por demás claro que la propuesta del Evangelio no es sólo la de una relación personal con Dios. Nuestra respuesta de amor tampoco debería entenderse como una mera suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual podría constituir una «caridad a la carta», una serie de acciones tendentes sólo a tranquilizar la propia conciencia. La propuesta es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Entonces, tanto el anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales. Buscamos su Reino: «Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura» (Mt 6,33). El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre; Él pide a sus discípulos: «¡Proclamad que está llegando el Reino de los cielos!» (Mt 10,7).”
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