María, modelo del discípulo misionero

lunes, 25 de noviembre de 2019

26/11/2019 – Compartimos el día nro 13 de la reflexión de nuestro camino de Consagración a María:

 

 “Jesús dijo a Simón: No temas; en adelante serás pescador de hombres.”

                                                                                                                   Jn 5, 10

 

 

María nos enseña a encontrar a Jesús, a convertirnos a Él y a ser discípulos de Jesús para que  asimilados a Él lleguemos a ser en Él un evangelio vivo del Padre, una proclamación del Padre para el mundo.

En María encontramos todas las características que están dadas en el corazón del discípulo, la escucha de la palabra, la obediencia sin límites a la voluntad del Padre, la fidelidad hasta acompañar a su Hijo al pie de la cruz. 

El discípulo de Jesús es discípulo no por iniciativa propia sino en respuesta a una llamada: -“no son ustedes los que me eligieron a mí, soy Yo quien los eligió a ustedes”. Todo empieza por una iniciativa del Señor, El es quien llama. Así ocurrió con los primeros discípulos, El los llamó y  dejándolo todo lo siguieron. Así fue también en el caso de María, ella escuchó su voz, y aún cuando no entendía lo que significaba aquél saludo, en fe, sin terminar de entender cuál es el plan de Dios, dice sí, dice amén. La llamada del Señor al discípulo siempre conlleva una misión, El Señor llama y llama para algo, envía. Vocación y misión son inseparables. Somos discípulos de Jesús, llamados por El para la misión que El Señor nos confía.

Dice el Papa Francisco:

“La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. «Primerear»: sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear!”