María, una presencia servicial

jueves, 14 de noviembre de 2019
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18/11/2019- Compartimos la reflexión nro 7 del camino de Consagración a María:

“María se quedó unos tres meses con Isabel, y después volvió a su casa.”

LC 1, 59

 

María comunica la capacidad de donarse en gratuidad en el servicio. No es una declamación de principios lo que ella hace sino una demostración concreta en Lc 1,59 un gesto concreto. En éste caso particular el elocuente gesto de entrega y servicio a su prima Isabel. Ella fue a la casa de Isabel para servirla con humildad y sencillez.

El servicio alegre nace de un corazón que se dona en la confianza sin esperar nada a cambio. Es desde éste corazón mariano incontaminado de egoísmo desde donde somos nosotros formados para donar y donarnos sin que lo entregado suponga la expectativa de recibir algo a cambio. María nos forma en el amor de gratuidad al que Dios nos invita a abrirnos para purificar en nosotros, el amor de posesión y de intercambio mercantilista, donde damos para recibir.

Dice el Papa Francisco:

“La santidad es parresía: es audacia, es empuje evangelizador que deja una marca en este mundo. Para que sea posible, el mismo Jesús viene a nuestro encuentro y nos repite con serenidad y firmeza: «No tengáis miedo» (Mc 6,50). «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20). Estas palabras nos permiten caminar y servir con esa actitud llena de coraje que suscitaba el Espíritu Santo en los Apóstoles y los llevaba a anunciar a Jesucristo. Audacia, entusiasmo, hablar con libertad, fervor apostólico, todo eso se incluye en el vocablo parresía, palabra con la que la Biblia expresa también la libertad de una existencia que está abierta, porque se encuentra disponible para Dios y para los demás (cf. Hch 4,29; 9,28; 28,31; 2Co 3,12; Ef 3,12; Hb 3,6; 10,19).”

 

Gaudete et Exsultate 129