Hoy 6 de agosto la Iglesia celebra la Fiesta de la Transfiguración del Señor.
El Evangelio narra cómo Jesús se lleva consigo a tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan, y ‘los conduce a o alto de un monte’; y allí, por un momento, muestra toda su gloria, la gloria del Hijo de Dios. Este evento de la transfiguración permite, de ese modo, a sus discípulos afrontar la pasión de Jesús de una manera positiva, sin quedar abrumados.
Dice el Papa Francisco:
“La transfiguración ayuda a los discípulos, y también a nosotros, a comprender que la pasión de Cristo es un misterio de sufrimiento, pero, sobre todo, un regalo de amor infinito por parte de Jesús”.
El evento protagonizado por Jesús, que se transfigura sobre el monte, “nos hace comprender mejor también su resurrección. Si antes de la Pasión no se nos hubiera mostrado la transfiguración con la declaración por parte de Dios, ‘Este es mi hijo amado’, la Resurrección y el misterio pascual de Jesús no habría sido fácilmente comprensible en toda su profundidad”.
“De hecho, para comprenderlo, es necesario saber con anterioridad que aquel que sufre y que es glorificado no es solamente un hombre, sino que es el Hijo de Dios, que, con su amor fiel hasta la muerte, nos ha salvado”.
De esta manera, “el Padre renueva su declaración mesiánica sobre su hijo realizada en el río Jordán el día del bautismo, y exhorta: ‘¡Escúchenlo!’. Los discípulos son llamados a seguir al Maestro con confianza y esperanza, incluso en el momento de su muerte” (Ángelus 25/02/2018).