Cada 26 de julio la Iglesia celebra a San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María y abuelos maternos del Jesús. Por eso es que en este día celebramos también el día de los abuelos.
El papel de los abuelos representa en la vida de los seres humanos un acompañamiento incondicional y necesario, pues son una guía para toda su vida. Un tesoro difícil de encontrar.
Y, aunque ya no estuvieran con nosotros, siguen muy presentes en nuestras vidas, en esos escenarios comunes que compartimos con nuestra familia.
El abuelo está en ese árbol que plantó con sus manos, en ese vestido que nos cosió la abuela y que aún conservamos. Están en los olores de esos pasteles que nos prepara hoy con amor la abuela o que ya habitan en nuestra memoria de niños.
Su recuerdo está también en cada uno de los consejos que nos dieron, en las historias que nos contaron, en el modo en que nos hacemos los nudos de los zapatos e incluso en ese hoyuelo en el mentón que hemos heredado de ellos.
Porque abuelos y nietos se entienden bien.
De ellos el nieto aprende sabiduría y experiencia. Y el abuelo establecerá también un puente con un mundo distinto que ya no entiende y se le escapa a veces.
“Habla, nietito travieso, cuéntame tus aventuras y descubrimientos.
Habla nieto. Y no se lo digas a nadie. Pero yo me siento ahora como tú.
Aprendiendo el lenguaje y la clave de un mundo distinto que me espera.
Los dos afrontaremos el futuro nuevo.
Y allá, desde lo alto, vigilaré tus pasos algún día.
Seré la voz indescifrable que te anime y la mano que te estará ayudando sin que tú lo adviertas…Te hablo, hablame, juguemos…querido nieto”