“La vida de fe, sin vida de caridad, es hipócrita”

lunes, 10 de marzo de 2014
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07/03/2014 – "¿Me avergüenzo de la carne de mi hermano o de mi hermana?" Esta fue una de las preguntas que el Papa hizo durante la homilía de Santa Marta. Francisco destacó que la vida de fe está unida estrechamente conectada a una vida de caridad hacia los pobres, sin la cual lo que se profesa es solo hipocresía.

Francisco explicó que el cristianismo no es una regla sin alma, un manual de observaciones formales para gente que lleva la cara buena de la hipocresía para esconder un corazón vacío de caridad. Asimismo ha recordado que el cristianismo es la carne misma de Cristo que se inclina sin vergüenza hacia quien sufre. Y para profundizar en este aspecto, el Pontífice ha tomado como referencia el Evangelio de hoy, donde Jesús dialoga con los doctores de la ley que critican a los discípulos porque no respetan el ayuno, a diferencia de ellos y de los fariseos que ayunan y practican mucho. El Santo Padre ha indicado que los doctores de la ley habían transformado las observaciones de los Mandamientos en una "formalidad", transformando la "vida religiosa", en "una ética" y olvidando la raíz, es decir "una historia de salvación, de elección, de alianza".

Así, el Papa afirmó: "recibir del Señor el amor de un Padre, recibir del Señor la identidad de un pueblo y después transformarla en una ética es rechazar ese don de amor. Esta gente hipócrita son personas buenas, hacen todo lo que se debe hacer. ¡Parecen buenas! Son 'especialistas en ética', pero 'especialistas en ética' sin bondad, porque ¡han perdido el sentido de pertenencia a un pueblo! El Señor da la salvación dentro de un pueblo, en la pertenencia a un pueblo".

Además observó que ya el profeta Isaías había descrito con claridad cuál era el ayuno según la visión de Dios: "disolver las cadenas injustas", "hacer libres a los oprimidos", pero también "compartir el pan con el hambriento, meter en casa a los indigentes sin techo", "vestir al que ves desnudo". Y ha matizado: "¡Ese es el ayuno que quiere el Señor! El ayuno que se preocupa de la vida del hermano, que no se avergüenza -lo dice el mismo Isaías- de la carne del hermano. Nuestra perfección, nuestra santidad va adelante con nuestro pueblo, en el que somos elegidos e introducidos. Nuestro acto de santidad más grande está precisamente en la carne del hermano y en la carne de Jesucristo. El acto de santidad de hoy, nuestro, aquí, en el altar, no es un ayuno hipócrita: ¡es no avergonzarse de la carne de Cristo que viene hoy aquí! Es el misterio del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. Es ir a compartir el pan con el hambriento, a curar a los enfermos, los ancianos, los que no pueden darnos nada a cambio: ¡eso es no avergonzarse de la carne!".

Esto significa que el "ayuno más difícil", afirmó el Papa, es "el ayuno de la bondad". Es el ayuno de que es capaz el Buen Samaritano, que se inclina sobre el hombre herido, y no es el del sacerdote, que mira al mismo desafortunado y se va, quizá por miedo a contagiarse. Y por tanto, ha concluido, "esta es la propuesta de la Iglesia hoy: ¿me avergüenzo de la carne de mi hermano, de mi hermana?"

Finalmente Francisco preguntó: "Cuando doy limosna, ¿dejo caer la moneda sin tocar la mano? Y si la toco por casualidad, ¿hago así, enseguida? Cuando doy una limosna, ¿miro a los ojos de mi hermano, de mi hermana? Cuando sé que una persona está enferma, ¿voy a verla? ¿La saludo con ternura? Hay un signo que quizá nos ayude, es una pregunta: ¿sé acariciar a los enfermos, los ancianos, los niños o he perdido el sentido de la caricia? ¡Estos hipócritas no sabían acariciar! Se habían olvidado… No avergonzarse de la carne de nuestro hermano: ¡es nuestra carne! Como nosotros hacemos esto con nuestro hermano, con nuestra hermana, seremos juzgados".

Por otra parte, Francisco se reunió con Olav Fykse Tveit, Secretario General del Consejo Ecuménico de las Iglesias. En su discurso, el Santo Padre afirmó que este encuentro marca un capítulo importante en las largas y fructíferas relaciones entre la Iglesia Católica y los hermanos evangélicos y les agradeció el servicio que hacen a la causa de la unidad entre creyentes en Cristo. Además, el Papa observó que en este camino es fundamental la oración: “Solo con espíritu de oración humilde e insistente se podrá tener la necesaria amplitud de miras, el discernimiento y las motivaciones para ofrecer nuestro servicio a la familia humana".

 

Zenit