El Papa pidió que los diferentes carismas eclesiales no sean fuente de división

miércoles, 1 de octubre de 2014
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Udienza generale del mercoledì di Papa Francesco

01/10/2014 – Una vez más, Francisco paseó por la Plaza de san Pedro, con el jeep descubierto, para saludar a los fieles venidos de todas las partes del mundo. De forma especial, el Papa se ha detenido con los bebés, a quienes ha tomado entre sus manos y dado su bendición. Mientras los peregrinos saludaban con entusiasmo, cantando y saludando, el Papa ha logrado tomar al vuelo una bandera argentina, que le lanzaron sus compatriotas. La gran cantidad de latinoamericanos presentes se sintió y al final de la audiencia incluso cantaron cielito lindo, e hicieron mucho barullo.

La audiencia de esta semana la ha dedicado a los carismas. De este modo, en el resumen que el Santo Padre hace en español ha indicado:

“Queridos hermanos y hermanas: Además de los dones con los que el Señor edifica y hace más fecunda a la Iglesia, están los carismas. Un carisma es más que un talento o una cualidad personal. Es una gracia, un don que Dios da por medio del Espíritu Santo. No porque alguien sea mejor que los demás, sino para que lo ponga al servicio de los demás con la misma gratuidad y amor con que lo ha recibido.

Cada uno puede preguntarse: ¿Qué carisma me ha dado el Señor? ¿Cómo lo vivo? ¿Lo asumo con generosidad, poniéndolo al servicio de todos, o acaso lo tengo descuidado o quizás olvidado o para mí mismo? Los diversos carismas y dones con los que el Padre colma a la Iglesia son para crecer en armonía, en la fe y en su amor, como un cuerpo solo, el Cuerpo de Cristo, donde tenemos necesidad los unos de los otros, y donde cada don recibido se verifica plenamente al ser compartido con los hermanos. Así resplandece la belleza y la fuerza sobrenatural de la fe para que juntos podamos entrar en el corazón del Evangelio y seguir a Jesús”.

A continuación, el Papa ha saludado a los peregrinos de lengua española, venidos de tantos países. Asimismo ha saludado a monseñor Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, así como a los fieles de la prelatura presentes para dar gracias a Dios por la beatificación de Monseñor Álvaro del Portillo. “Que la intercesión y el ejemplo del nuevo beato les ayude a responder con generosidad al llamado de Dios a la santidad y al apostolado en la vida ordinaria, al servicio de la Iglesia y de la humanidad entera. Muchas gracias y que Dios les bendiga”, ha pedido el Pontífice.

Al concluir los saludos en las diversas lenguas ha dirigido también un pensamiento especial a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Así, el Papa ha recordado que hoy celebramos la memoria litúrgica de Santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las misiones. Por ello, ha exhortado, “queridos jóvenes, su amor por la Iglesia sea una enseñanza para vuestra vida espiritual; queridos enfermos, la oración sea instrumento para afrontar los momentos más difíciles; y los queridos recién casados, funden su respeto y su fidelidad recíproca en la casa conyugal”.

Antes de salir a la plaza, el Santo Padre ha entrado al Aula Pablo VI para saludar a los allí presentes, del Instituto Secular “Pequeños Apóstoles de la Caridad”, que se encuentran en Roma en ocasión del 60 aniversario de la fundación. Saludando con afecto a los niños y jóvenes, les ha dicho que estaba “muy contento de encontrarles”. Y ha añadido “¡gracias por vuestras presencia!” Además, ha saludado a los obispos y sacerdotes que les acompañan, la responsable general y los dirigentes de la asociación “Nuestra familia”, que se ocupa “con tanto cuidado de vosotros y de vuestras necesidades”. Francisco ha precisado que el fundador, el beato Luigi Monza, “intuyó la necesidad de la cercanía a las personas discapacitadas, con competencia y con amor. Su carisma, sostenido por el venerable Pablo VI, cuando era arzobispo de Milán, sea un ejemplo para las familias y para cuantos tienen responsabilidad públicas”.

Este es el texto completo de la audiencia general de hoy:

“Queridos hermanos y hermanas, buenos días. En esta semana, continuamos hablando de la Iglesia. Desde el inicio, el Señor ha colmado a la Iglesia de los dones de su Espíritu, haciéndola así siempre viva y fecunda, con los dones del Espíritu Santo. Entre estos dones, se distinguen algunos que resultan particularmente preciosos por la edificación y el camino de la comunidad cristiana: se trata de los carismas. En esta catequesis sobre la Iglesia queremos preguntarnos: ¿qué es exactamente un carisma? ¿Cómo podemos reconocerlo y acogerlo? Y sobre todo: ¿el hecho que en la Iglesia haya una diversidad y una multiplicidad de carismas, es visto en sentido positivo, como algo bonito, o como un problema?

En el lenguaje común, cuando se habla de “carisma”, se entiende a menudo un talento, una habilidad natural. Se dice, “esta persona tiene un carisma especial para enseñar, tiene talento”. Así, frente a una persona particularmente brillante y atractiva, se dice: “Es una persona carismática”. ¿Qué significa? No lo sé, pero es carismática. Y así decimos, no sabemos qué decimos, pero decimos es carismática. En la prospectiva cristiana, sin embargo, el carisma es mucho más que una cualidad personal, de una predisposición de la que se puede estar dotado: el carisma es una gracia, un don concedido por Dios Padre, a través de la acción del Espíritu Santo. Y es un don que es dado a alguien no porque sea mejor que los otros o porque se lo ha merecido: es un regalo que Dios le hace, para que con la misma gratuidad y el mismo amor lo pueda poner al servicio de toda la comunidad, para el bien de todos.

Hablando un poco de forma humana se dice así: “Dios da esta cualidad, este carisma a esta persona, pero no para sí, sino para que esté al servicio de toda la comunidad”. Hoy antes de llegar a la plaza he recibido muchos muchos niños discapacitados en el Aula Pablo VI, había muchos. Una asociación que se dedica al cuidado de estos niños. ¿Qué es? Esta asociación, estas personas, estos hombres, estas mujeres, tienen el carisma de cuidar a los niños discapacitados. Esto es un carisma.

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Algo importante que se subraya enseguida es el hecho que uno no puede entender por sí mismo si tiene un carisma y cuál. Pero muchas veces nosotros hemos escuchado personas que dicen “yo tengo esta cualidad, sé cantar muy bien”. Y nadie tiene el valor de decirle “mejor que estés callado porque nos atormenta a todos cuando tú cantas”. Nadie puede decir “yo tengo este carisma”. Es dentro de la comunidad que florecen y se desarrollan los dones de los que nos colma el Padre; y es en el seno de la comunidad que se aprende a reconocerlos como un signo de su amor para todos sus hijos. Cada uno de nosotros, entonces, está bien que se pregunte: “¿Hay algún carisma que el Señor ha hecho surgir en mí, que el Señor ha hecho surgir en mí, en la gracia de su Espíritu, y que mis hermanos, en la comunidad cristina, han reconocido y animado? ¿Y cómo me comporto yo en cuanto a este don: lo vivo con generosidad, poniéndolo al servicio de todos, o lo descuido y termino por olvidarlo? ¿O quizá se convierte en mí en motivo de orgullo, tanto como para quejarme siempre de los otros y pretender que en la comunidad se haga a mi manera? Son preguntas que debemos hacer. Si hay un carisma en mí, sea reconocido este carisma, de la Iglesia y si estoy contento con este carisma. O tengo un poco de celos del carisma de los otros. “Quiero tener ese carisma”. El carisma es un don, solamente lo da Dios.

¡La experiencia más bonita es descubrir cuántos carismas diferentes y de cuántos de su Espíritu el Padre colma su Iglesia! Esto no debe ser visto como un motivo de confusión, de malestar: son todos regalos que Dios hace a la comunidad cristiana, para que pueda crecer en armonía, en la fe y en su amor, como un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo.

El mismo espíritu que da esta diferencia de Carismas da la unidad de la Iglesia, el mismo Espíritu. Frente a esta multiplicidad de carismas nuestro corazón se debe abrir a la alegría y debemos pensar: “¡Qué bonito! Tantos dones diferentes, porque somos todos hijos de Dios, y todos amados de una manera única”. Ay, entonces, si estos dones se convierten en motivo de envidia o de división, de celos. Como recuerda el apóstol Pablo en su Primer Carta a los Corintios, en el capítulo 12, todos los carismas son importantes a los ojos de Dios y, al mismo tiempo, ninguno es insustituible. Esto quiere decir que en la comunidad cristiana necesitamos el uno del otro, y cada don recibido se realiza plenamente cuando es compartido con los hermanos, por el bien de todos. ¡Esta es la Iglesia! Y cuando la Iglesia, en la variedad de sus carismas, se expresa en comunión, no se puede equivocar: es la belleza y la fuerza del sensus fidei, de ese sentido sobre natural de la fe, que es donado por el Espíritu Santo para que, juntos, podamos todos entrar en el corazón del Evangelio y aprender a seguir a Jesús en nuestra vida.

Hoy la Iglesia celebra la fiesta Santa Teresa del Niño Jesús. Esta Santa que ha muerto a los 25 años amaba tanto la Iglesia, quería ser misionera, pero quería tener todos los carismas. Y decía “yo quiero hacer esto, esto, esto, todos los carismas quería”. Ha ido a rezar, ha escuchado que su carisma era el amor. Y ha dicho esta bella frase “en el corazón de la Iglesia yo seré el amor” y este carisma lo tenemos todos. La capacidad de amar, pidamos hoy a Santa Teresa del Niño Jesús esta capacidad de amar tanto a la Iglesia, de amarla tanto y aceptar todos los carismas con este amor de hijos de la Iglesia, de nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica”.

Zenit / Rome Reports