23/08/2017 – En la audiencia general de cada miércoles, hoy el Papa Francisco prosiguiendo el ciclo sobre la esperanza cristiana, se centró en la novedad que ella nos trae, a partir del mensaje del libro del apocalipsis cuando dice «yo hago nuevas todas las cosas».
“Nuestro Dios es un Dios que crea novedad, es un Dios de sorpresas y no es cristiano que nosotros caminemos con la mirada baja como si no hubiera un horizonte. Dios no ha querido nuestras vidas “por error” obligándose a sí mismo a nosotros y a difíciles noches de angustia, sino que nos ha creado porque nos quiere felices”.
“En la catequesis de hoy hemos considerado cómo la esperanza cristiana está abierta a la novedad más grande, porque está abierta a Dios que sabe crear siempre cosas nuevas y sorprendentes en nuestra vida y en la historia. La Biblia nos muestra que el camino del creyente tiene una meta y un sentido: es la Jerusalén del Cielo, donde Dos nos espera lleno de ternura para enjugar nuestras lágrimas y darnos descanso en nuestras luchas y fatigas”.
Ser cristianos, explicó también el Papa Francisco, implica una perspectiva nueva, es decir, una mirada llena de esperanza. Ante tantas calamidades en el mundo que se leen en las páginas de los periódicos y a las cuales corremos el riesgo de habituarnos, se puede pensar que la vida no tiene sentido, pero los cristianos no creemos eso, creemos que en el horizonte del hombre hay un sol que ilumina siempre: somos gente más de primavera que de otoño.
“Frente a tanto sufrimiento en el mundo, a tantos niños que sufren por la guerra, al llanto de las madres, a los sueños rotos de tantos jóvenes, a las penurias de tantos refugiados, la esperanza cristiana nos asegura que tenemos un Padre que llora y se apiada de sus hijos, que nos espera para consolarnos, porque conoce nuestros sufrimientos y ha preparado para nosotros un futuro distinto”.
Dios, que llora con nosotros lágrimas de piedad, nos tiene preparado un futuro diferente. “Jesús, nuestra salvación, es la gracia más grande de la vida. Él nos espera en el final pero ya nos consuela en el camino, mientras nos conduce a Dios” expresó Francisco. Entonces, será bello descubrir que nada fue desperdiciado: ni una sonrisa, ni una lágrima. Por cuán larga nos haya parecido nuestra vida, nos parecerá haber vivido en un soplo.
“La esperanza nos lleva a creer con firmeza que la muerte y el odio no tienen la última palabra sobre la vida humana. Que el mal al final será eliminado como la cizaña del campo. Y, sobre todo, nos da a Jesucristo que nos acompaña y consuela en nuestro camino”.
“Me gustaría preguntarles, ¿nuestra alma está en la primavera o en otoño?”
Ya casi en el final de la catequesis, el Pontífice recordó que los cristianos “creemos y sabemos que la muerte y el odio no son las últimas palabras pronunciadas sobre la parábola de la existencia humana”. “Ser cristianos significa tener la mirada llena de esperanza hasta el día en que todo se cumplirá, hasta el instante en el que Dios pronunciará su última palabra de bendición «¡Yo hago nuevas todas las cosas!».
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