El Papa: “Un mundo basado en la verdad”

viernes, 16 de mayo de 2025

16/05/2025 – León XIV recibió al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede y animó a los embajadores a trabajar juntos para construir un mundo en el que cada uno «pueda realizar la propia humanidad en la verdad, en la justicia y en la paz”. Paz, justicia y verdad: Son los tres “pilares» de la acción misionera de la Iglesia y de la labor de la diplomacia de la Santa Sede que el Papa León XIV indicó en su discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, recibido esta mañana en el Vaticano. El Pontífice agradeció, en primer lugar, las cordiales palabras del Embajador de la República de Chipre y Decano del Cuerpo Diplomático, George Poulides. Dirigiéndose a continuación a todo el Cuerpo Diplomático, manifestó su agradecimiento por los numerosos mensajes de felicitación enviados con motivo de su elección, procedentes también de países con los que la Santa Sede no mantiene relaciones diplomáticas. “Se trata – precisó – de una significativa manifestación de estima, que alienta a profundizar las mutuas relaciones”. El Santo Padre recordó a continuación que la diplomacia pontificia “está animada por una urgencia pastoral que la impulsa no a buscar privilegios sino a intensificar su misión evangélica al servicio de la humanidad”. Ésta combate la indiferencia y apela continuamente a las conciencias, como ha hecho incansablemente mi venerado Predecesor, siempre atento al clamor de los pobres, los necesitados y los marginados, como también a los desafíos que caracterizan nuestro tiempo, desde la protección de la creación hasta la inteligencia artificial.

“Su presencia hoy es para mí un don, que permite renovar la aspiración de la Iglesia – y mía personal – de alcanzar y abrazar a cada pueblo y a cada persona de esta tierra, deseosa y necesitada de verdad, de justicia y de paz”, añadió el Papa, recordando su propia experiencia de vida, desplegada entre América del Norte, América del Sur y Europa, que “pone de manifiesto esta aspiración de traspasar los confines para encontrarse con personas y culturas diferentes” Remitiéndose a su experiencia como Prior General de los Agustinos que lo llevó a visitar a lo largo de su vida diversos países, expresó su intención de «consolidar el conocimiento y el diálogo con ustedes y con sus países», por medio del constante y paciente trabajo de la Secretaría de Estado. Y confiado en la Divina Providencia, manifestó su esperanza de poder “confirmar en la fe a tantos hermanos y hermanas dispersos por el mundo y construir nuevos puentes con todas las personas de buena voluntad”. León XIV se detuvo entonces sobre el pilastro de la “paz” y observó que muchas veces es considerada una palabra “negativa”, o sea, “como mera ausencia de guerra o de conflicto, porque la contraposición es parte de la naturaleza humana y nos acompaña siempre, impulsándonos en demasiadas ocasiones a vivir en un constante ‘estado de conflicto’; en casa, en el trabajo, en la sociedad”.

La paz entonces pareciera una simple tregua, una pausa de descanso entre una discordia y otra, porque, aunque uno se esfuerce, las tensiones están siempre presentes, un poco como las brasas que arden bajo las cenizas, prontas a reavivarse en cualquier momento. “En la perspectiva cristiana – como también en la de otras experiencias religiosas – la paz es ante todo un don, el primer don de Cristo: ‘Les doy mi paz’. Pero es un don activo, apasionante -recalcó- que nos afecta y compromete a cada uno de nosotros, independientemente de la procedencia cultural y de la pertenencia religiosa, y que exige en primer lugar un trabajo sobre uno mismo”. La paz se construye en el corazón y a partir del corazón, arrancando el orgullo y las reivindicaciones, y midiendo el lenguaje, porque también se puede herir y matar con las palabras, no sólo con las armas. En esta óptica, indicó como fundamental el aporte que las religiones y el diálogo interreligioso pueden brindar para favorecer contextos de paz. “Eso, naturalmente, exige el pleno respeto de la libertad religiosa en cada país, porque la experiencia religiosa es una dimensión fundamental de la persona humana, sin la cual es difícil – si no imposible – realizar esa purificación del corazón necesaria para construir relaciones de paz”. A partir de este trabajo, “que todos estamos llamados a realizar, se pueden extirpar las premisas de cualquier conflicto y de cualquier destructiva voluntad de conquista”, afirmó.