Francisco en el Ángelus: ‘Jesús sacia el hambre de esperanza, de verdad y de salvación’

lunes, 19 de agosto de 2024
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19/08/2024 – Durante el rezo del Ángelus, el Papa Francisco reflexionó sobre el texto del Evangelio que muestra la paradoja de quienes no entendían “¿cómo puede Jesús darnos a comer su propia carne?” e invita a seguir haciéndose esa pregunta, con dos actitudes: asombro y gratitud.

Al profundizar sobre el asombro, el pontífice afirmó que hay que hacerlo porque “¡Jesús siempre nos sorprende!” y explicó: “El pan del cielo es un don que supera todas las expectativas. Quien no capta el estilo de Jesús sigue desconfiando: parece imposible, incluso inhumano, comer la carne de un hombre y beber su sangre. La carne y la sangre, en cambio, son la humanidad del Salvador, su propia vida ofrecida como alimento para la nuestra”.

“Gratitud, porque reconocemos a Jesús allí donde está presente para nosotros y con nosotros”, añadió y profundizó: “El Cristo, verdadero hombre, sabe bien que hay que comer para vivir. Pero también sabe que esto no basta. Por eso Él mismo se convierte en verdadera comida y verdadera bebida.

“El pan celestial, que viene del Padre, es el Hijo hecho carne por nosotros. Este alimento es más que necesario para nosotros, porque sacia el hambre de esperanza, el hambre de verdad, el hambre de salvación que todos sentimos no en el estómago, sino en el corazón”, subrayó.

Tras exclamar: “¡Qué actual es la palabra del Evangelio!” y graficó: “Mientras la miseria, la injusticia y la violencia roban a los hombres el pan de cada día, Jesús se ocupa de la mayor necesidad: nos salva, alimentando nuestra vida con la suya, para siempre. Gracias a Él podemos vivir en comunión con Dios y entre nosotros”.

“El Pan vivo y verdadero no es, pues, algo mágico, que resuelve de repente todos los problemas, sino que es el Cuerpo mismo de Cristo, que da esperanza a los pobres y vence la arrogancia de los que se jactan en su detrimento”, sostuvo.

Por último, el Papa invitó a los fieles presentes en la plaza de San Pedro: “¿Tengo hambre y sed de salvación, no sólo para mí, sino para todos mis hermanos? Cuando recibo la Eucaristía, que es el milagro de la misericordia, ¿soy capaz de maravillarme ante el Cuerpo del Señor, muerto y resucitado por nosotros?”.