02/04/2014 – El Santo Padre llegó a la plaza pasadas las 9.30 de la mañana despertando los gritos de júbilo de los presentes. Jóvenes, adolescentes, niños, ancianos, familias…. todos gritaban '¡viva el Papa!' al ver pasar al Sucesor de Pedro en el jeep descubierto. En esta jornada soleada, en la que ya se siente llegar la primavera, las miles de personas reunidas en San Pedro han seguido con atención la nueva catequesis del Papa sobre la serie que está realizando desde hace varias semanas sobre los sacramentos.
Por otro lado, el Papa ha querido recordar y dedicar hoy unas palabras a su predecesor, el beato Juan Pablo II, hoy día que se cumplen 9 años de su fallecimiento. En el saludo a los peregrinos de lengua polaca, el Pontífice ha dicho que este aniversario que recordamos hoy "dirige nuestro pensamiento hacia el día de su canonización que celebramos al final del mes. La espera de este evento sea para nosotros la ocasión para prepararse espiritualmente y para reavivar el patrimonio de la fe dejado por él. Imitando a Cristo ha sido para el mundo predicador incansable de la palabra de Dios, de la verdad y del bien. Él hizo el bien hasta con su sufrimiento. Este ha sido el magisterio de su vida a la que el Pueblo de Dios ha respondido con gran amor y estima. Su intercesión refuerce en nosotros la fe, la esperanza y el amor"
Este es el texto completo de la Catequesis:.
"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!?Hoy concluimos el ciclo de catequesis sobre los Sacramentos hablando del Matrimonio. Este Sacramento nos conduce al corazón del diseño de Dios, que es un diseño de alianza con Su Pueblo, con todos nosotros, un diseño de comunión. Al principio del libro del Génesis, el primer libro de la Biblia, como culminación del relato de la creación se dice: "Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó… Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne". (Génesis 1, 27; 2, 24). La imagen de Dios es la pareja matrimonial, es el hombre y la mujer. Los dos. No sólo el varón, el hombre, no sólo la mujer, sino los dos. Y esta es la imagen de Dios. Y el amor y la alianza de Dios en nosotros está allí. Está representada en aquella alianza entre el hombre y la mujer. Y esto es muy bello. ¡Es muy bello! Hemos sido creados para amar, como un reflejo de Dios y de su amor. Y en la unión conyugal el hombre y la mujer realizan esta vocación en el signo de la reciprocidad y de la comunión de vida plena y definitiva.
1. Cuando un hombre y una mujer celebran el sacramento del Matrimonio, Dios, por así decir, se "refleja" en ellos, les imprime sus propios rasgos y el carácter indeleble de su amor. Un matrimonio es el icono del amor de Dios con nosotros. ¡Es muy bello!. También Dios, de hecho, es comunión: las tres personas del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo viven desde siempre y para siempre en unidad perfecta. Y es justamente este el misterio del Matrimonio: Dios hace de los dos esposos una sola existencia -y la Biblia es fuerte, dice "una sola carne"-, así de íntima es la unión del hombre y de la mujer en el Matrimonio. Y es precisamente este el misterio del Matrimonio. El amor de Dios que se refleja en el Matrimonio, en la pareja, que deciden vivir juntos. Y por eso el hombre deja su casa, la casa de sus padres, y se va a vivir con su mujer y se une tan fuertemente a ella que se convierte -dice la Biblia- en una sola carne, no son dos, son uno.
2. San Pablo, en la Carta a los Efesios, destaca que en los esposos cristianos se refleja el misterio que el Apóstol define como "grande", es decir la relación instaurada por Cristo con la Iglesia, una relación exquisitamente nupcial (cfr Ef 5, 21-33). Esto significa que el Matrimonio responde a una vocación específica y debe ser considerado como una consagración (cfr Gaudium et spes, 48; Familiaris consortio, 56). Es una consagración. El hombre y la mujer son consagrados por su amor, por el amor. Y los esposos, de hecho, en virtud del Sacramento, están investidos de una verdadera y propia misión, para que puedan hacer visible, a partir de las cosas sencillas, ordinarias, el amor con el que Cristo ama a su Iglesia, sin dejar de donar su vida por ella, en la fidelidad y el servicio.
3. ¡Realmente es un diseño estupendo el que subyace en el sacramento del Matrimonio! Y se realiza en la sencillez y también en la fragilidad de la condición humana. Sabemos bien cuantas dificultades y pruebas experimentan la vida de dos esposos… Lo importante es mantener vivo el vínculo con Dios, que está en la base del vínculo matrimonial. Y el verdadero vínculo es siempre con el Señor. Cuando la familia reza, el vínculo se mantiene. Cuando el esposo reza por la esposa y la esposa reza por el esposo, esta unión se fortalece. Uno reza por el otro. Es verdad que en la vida matrimonial hay muchas dificultades, muchas: el trabajo, el dinero que no basta, los niños que tienen problemas… Muchas dificultades. Y tantas veces el marido y la mujer se ponen un poco nerviosos y se pelean entre ellos, ¿o no? Se pelean, ¿eh? Siempre, siempre es así, siempre se pelea en el matrimonio. Pero, algunas veces, ¡vuelan los platos!, ¿eh? Vosotros os reís, pero es la verdad. Pero no debemos… no debemos entristecernos por esto, la condición humana es así. Pero el secreto es que el amor es más fuerte que el momento de la pelea. Y por esto siempre aconsejo a los esposos: 'No terminéis el día en el que os habéis peleado sin hacer las paces'. ¡Siempre! Y para hacer las paces no hace falta llamar a las Naciones Unidas, para que venga a casa y restablezcan la paz, ¿eh? Basta un sencillo gesto, una caricia: ‘Ciao, hasta mañana’. Y al día siguiente se vuelve a comenzar. Esta es la vida, llevarla adelante así, llevarla adelante con la valentía de querer vivirla juntos. Y esto es grande, es bello, ¿eh? Es una cosa bellísima: es la vida matrimonial y debemos custodiarla siempre y custodiar a los hijos.
Algunas veces, os he dicho aquí que algo que ayuda mucho en la vida matrimonial son tres palabras. No sé si os acordáis de las tres palabras. Tres palabras que se tienen que decir siempre. Tres palabras que tienen que estar presentes en la casa: permiso, gracias, perdón. ¡Las tres palabras mágicas! Permiso: para no ser intrusivos en la vida de los cónyuges. Permiso: 'Pero, ¿qué te parece? ¿eh? Permiso. Me permito… ¿eh?'. Gracias: agradecer al cónyuge. 'Gracias por lo que has hecho por mí. Gracias por esto'. La belleza de dar las gracias. Y como todos nosotros nos equivocamos, hay otra palabra -que es un poco difícil de decir, pero que hay que decirla-: 'Perdona, por favor. ¿Eh?, perdona'. ¿Cómo era? Permiso, gracias y perdón. Repitámoslo todos: ‘Permiso, gracias y perdón. Con estas tres palabras, con la oración del esposo por la esposa y de la esposa por el esposo, y con hacer las paces siempre antes de que termine el día: el matrimonio saldrá adelante. Las tres palabras mágicas, la oración y hacer las paces siempre. Que el Señor os bendiga y rezad por mí. ¡Gracias!".
Y a continuación ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos venidos de España, Ecuador, Argentina, México y otros países latinoamericanos. "Invito a todos a dar gracias a Dios por tantas familias que animan nuestras comunidades cristinas, ofreciendo un hermoso testimonio de fe. Recemos también por los matrimonios en dificultad, para que el Señor les regale abundantemente su misericordia y los sostenga en medio de las pruebas. Muchas gracias", ha señalado.
El Santo Padre ha dedicado también unas palabras a un grupo de peregrinos de L'Aquila, región italiana que sufrió hace cinco años un terremoto: "Me uno a la oración por las numerosas víctimas, y confío a la protección de la Virgen de Roio a cuántos viven aún en el malestar. ¡Animo a todos a tener esperanza viva! La reconstrucción de las casas se acompañe a la de las iglesias, que son casas de oración para todos, y del patrimonio artístico, al que está unido el renacimiento del territorio".
Finalmente, después del saludo en diversos idiomas, Francisco ha hablado también a los jóvenes, los enfermos y los recién casados, recordando con la liturgia a san Francisco de Paula. Queridos jóvenes, ha dicho el Papa, "¡Debemos aprender de él que la humildad es fuerza y no debilidad! Y ha añadido, "queridos enfermos, no hay que cansarse de pedir en la oración la ayuda del Señor. Y a los queridos recién casados, superarse en la estima y ayudarse el uno al otro"
Zenit / Rome Reports
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