23/10/2018- En su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, Francisco reflexionó acerca de la esperanza, que no es algo abstracto, sino vivir esperando el encuentro concreto con Jesús. Y es sabio – subrayó el Papa – saber regocijarse por los pequeños encuentros de la vida con el Señor.
La mujer embarazada que espera gozosa el encuentro con su hijo que está a punto de nacer y al que acaricia todos los días. Es la imagen que el Santo Padre Francisco utilizó esta mañana en su homilía de la Misa celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta para explicar lo que significa la esperanza que es, precisamente, vivir con vistas al encuentro concreto con Jesús, y no algo abstracto. Y es sabio – subrayó el Papa – saber regocijarse por los pequeños encuentros de la vida con el Señor.
El Pontífice comenzó su reflexión a partir de dos palabras del mensaje que nos transmite hoy la liturgia: “Ciudadanía” y “herencia”. En efecto, se refiere a la ciudadanía la Primera Carta de San Pablo a los Efesios (Ef 2, 12-22). Es un regalo que Dios nos ha dado”, el de habernos hecho “ciudadanos” y consiste en el habernos dado una herencia, “un documento de identidad”.
En efecto, Dios en Jesús, “ha abolido la Ley” para reconciliarnos, eliminando la enemistad, de modo que podemos “presentarnos todos, al Padre en un solo Espíritu”, es decir – subrayó el Papa – “nos ha hecho ‘uno’”. Y así “son conciudadanos de los santos” en Jesús. Y “nuestra identidad – añadió Francisco – es, precisamente, este ser curados por el Señor, ser construidos en comunidades y tener al Espíritu Santo dentro”.
Por lo tanto, Dios “nos hace caminar” hacia la herencia, con esta seguridad, la de ser “conciudadanos” y que “Dios está con nosotros”. Y la herencia – explicó el Papa Bergoglio – “es lo que nosotros buscamos en nuestro camino, lo que recibiremos al final”. Pero es necesario buscarla cada día y lo que nos lleva hacia adelante en el camino de nuestra identidad hacia la herencia es precisamente la esperanza, “la virtud, quizá, más pequeña, quizá más difícil de comprender”.
Fe, esperanza y caridad son un don. La fe es fácil de comprender como también la caridad. “Pero la esperanza, ¿qué cosa es?”, preguntó Francisco y subrayó que sí es esperar el Cielo, “encontrar a los santos”, es “una felicidad eterna”. “Pero ¿qué cosa es el Cielo, para ti?”, preguntó además el Papa.
“Vivir en la esperanza es caminar, sí, hacia un premio, hacia la felicidad que no tenemos aquí, pero que la tendremos allá… es una virtud difícil de comprender. Es una virtud humilde, muy humilde. Es una virtud que jamás decepciona: si tú esperas, jamás serás decepcionado. Jamás, jamás. Es también una virtud concreta. ‘Pero, ¿cómo puede ser concreta, si yo no conozco el Cielo o lo que me espera?’. La esperanza, nuestra herencia que es la esperanza hacia algo, no hay una idea, no es estar en un lugar bello… no. Es un encuentro. Jesús siempre subraya esta parte de la esperanza, este estar en espera, encontrar”.
Según el Evangelio del día (Lc 12, 35-38) consiste en el encuentro del patrón cuando regresa de las nupcias. Por lo tanto, es siempre un encuentro con el Señor, algo concreto. Y para hacerlo comprender, el Papa Francisco ofreció un ejemplo concreto:
“A mí me viene a la mente, cuando pienso en la esperanza, una imagen: la mujer embarazada que espera un niño. Va al médico, le hace ver la ecografía – ‘ah, sí, el niño… va bien’… ¡No! ¡Está gozosa! Y todos los días se toca la panza para acariciar a ese niño, está en expectativa del niño, vive esperando a ese hijo. Esta imagen puede hacernos comprender lo que es la esperanza: vivir para aquel encuentro. Esa mujer imagina cómo serán los ojos de su hijo, cómo será su sonrisa, cómo será él, rubio o moreno… pero imagina el encuentro con su hijo. Imagina el encuentro con su hijo”.
El Pontífice reafirmó que esta imagen de la mujer embarazada puede ayudar a comprender lo que es la esperanza y también a plantearnos algunas preguntas:
“¿Yo espero así, concretamente, o espero un poco dudoso, un poco agnósticamente?”. La esperanza es concreta, es de todos los días porque es un encuentro. Y cada vez que encontramos a Jesús en la Eucaristía, en la oración, en el Evangelio, en los pobres, en la vida comunitaria, cada vez que damos un paso más hacia este encuentro definitivo. La sabiduría de saber regocijarnos por los pequeños encuentros de la vida con Jesús, preparando aquel encuentro definitivo”.
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