Recordémonos siempre de donde fuimos elegidos

viernes, 21 de septiembre de 2018
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21/09/2018 –  La liturgia nos habla hoy de la llamada de Mateo, el publicano, elegido por Dios y constituido apóstol. Y hay tres palabras que el Papa Francisco enfatiza en su homilía en la misa de la mañana en la Casa de Santa Marta: diseño de la misericordia, elegir, constituir.

Mateo, el republicano, era, un corrupto “porque por dinero traicionaba a la patria. Un traidor de su pueblo: lo peor”Algunos pueden pensar, dice Francisco, que Jesús “no tiene sentido común para elegir a la gente”, porque además de Mateo, eligió a muchos otros tomándolos “del lugar más despreciado”. Así lo hizo con mujer samaritana y con muchos otros pecadores, constituyéndolos apóstoles.

Y luego, en la vida de la Iglesia, muchos cristianos, muchos santos que han sido escogidos de lo más bajo. Esta conciencia que los cristianos debemos tener -de donde fui elegido, de donde yo fui elegida para ser cristiano- debe permanecer a lo largo de toda la vida, permanecer allí y tener la memoria de nuestros pecados, la memoria de que el Señor tuvo misericordia de mis pecados y me eligió para ser cristiano, para ser apóstol.

 

Mateo no ha olvidado sus orígenes

El Papa describe entonces la reacción de Mateo a la llamada del Señor: no se vistió de lujo, no empezó a decir a los demás: yo soy el príncipe de los Apóstoles, aquí mando yo. “¡No! Trabajó toda su vida por el Evangelio”.

Cuando el Apóstol olvida sus orígenes y comienza a hacer carrera, se aleja del Señor y se convierte en un funcionario; eso hace mucho bien, quizás, pero no es un Apóstol. Será incapaz de transmitir a Jesús; será un armador de planes pastorales, de muchas cosas; pero al final, un hombre de negocios. Un hombre de negocios del Reino de Dios, porque olvidó de dónde fue elegido.

Por eso –continuó Francisco- es importante la memoria de nuestros orígenes: “Esta memoria debe acompañar la vida del Apóstol y de todo cristiano”.

A nosotros nos falta la generosidad, al Señor no

En vez de mirarnos a nosotros mismos, sin embargo, somos llevados a mirar a otros, a sus pecados y a hablar de ellos. Una costumbre que hace estar mal. Es mejor acusarse a sí mismo, sugiere el Papa, y recordar de dónde nos eligió el Señor, trayéndonos aquí. El Señor, dice Francisco, cuando elige, elige para algo grande. “Ser cristiano es algo grande, hermoso. Nosotros somos los que nos alejamos y queremos quedarnos a medio camino”. A nosotros nos falta generosidad y negociamos con el Señor, pero Él nos espera.

 

El escándalo de los doctores de la ley

A la llamada, Mateo renuncia a su amor, al dinero, para seguir a Jesús.  Y, dice el Papa, invita a los amigos de su grupo a almorzar con él para celebrar al Maestro.  Así, en esa mesa se sentó “lo peor de lo peor de la sociedad de la época.  Y Jesús con ellos”.

Y los doctores de la ley se escandalizaron.  Llamaron a los discípulos y les dijeron: “¿Por qué hace esto su Maestro con esta gente?  Pero, ¡se vuelve impuro!”: comer con un impuro te contagia la impureza, no eres puro.  Y Jesús toma la palabra y dice esta tercera palabra: “Vayan y aprendan lo que significa ‘misericordia quiero,  y no sacrificios’. La misericordia de Dios busca a todos, perdona a todos. Sólo te pide que digas: ‘Sí, ayúdame’. Eso es todo”.

 

El misterio de la misericordia es el corazón de Dios

A los que se escandalizan, Jesús les responde que no son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos y: “Misericordia quiero, y no sacrificios”.   “Comprender la misericordia del Señor –concluye Francisco- es un misterio; el misterio más grande, más bello, es el corazón de Dios.  Si quieres llegar precisamente al corazón de Dios, toma el camino de la misericordia y déjate tratar con misericordia”.