13/06/2017 – En su homilía matutina el Papa Francisco dijo que ser luz y sal para los demás, glorificando a Dios con la propia vida. En su reflexión, el Pontífice destacó el mensaje decisivo y sin matices que propone el Evangelio. Y exhortó a los cristianos a no buscar “seguridades artificiales”, sino a encomendarse con confianza al Espíritu Santo.
El “sí”, la “sal” y la “luz”. Son las tres palabras evangélicas fuertes sobre las que el Papa Francisco se detuvo, subrayando ante todo que el anuncio del Evangelio es “decisivo”, puesto que no existen “esos matices” del sí y no que, a la final – dijo – “te llevan a buscar una seguridad artificial” como sucede, por ejemplo, con la “casuística”.
Estas tres palabras – propuestas por la Segunda Carta de San Pablo a los Corintios – explicó el Papa – “indican la fuerza del Evangelio” que lleva al “testimonio y también a glorificar a Dios”. En este “sí”, por lo tanto, encontramos “todas las palabras de Dios en Jesús, todas las promesas de Dios”. En Jesús – refirmó el Santo Padre– “se cumple todo lo que fue prometido, razón por la cual Él es la plenitud”:
“En Jesús no existe un ‘no’: siempre ‘sí’, para la gloria del Padre. Pero también nosotros participamos en este ‘sí’ de Jesús, porque Él nos ha otorgado la unción, nos ha impreso el sello, nos ha dado el ‘anticipo’ del Espíritu. Nosotros participamos porque somos ungidos, sellados y tenemos esa seguridad, el ‘anticipo’ del Espíritu. El Espíritu que nos llevará al ‘sí’ definitivo, también a nuestra plenitud. Incluso el mismo Espíritu que nos ayudará a llegar a ser luz y sal, es decir, el Espíritu que nos lleva al testimonio cristiano”.
“Todo es positivo”, dijo Francisco. “Y aquel testimonio cristiano” es “sal y luz”. “Luz para iluminar a quien esconde la luz, da un contra-testimonio”, refugiándose en ese un poco “sí” y un poco “no”. Por lo tanto, el que “tiene la luz, pero no la da, no la deja ver y si no la hace ver no glorifica al Padre que está en los cielos”. Y advirtió que “tiene la sal, pero la toma para sí mismo y no la da para que se evite la corrupción”.
“Sí, sí”, “no, no”: palabras decisivas, como nos ha enseñado el Señor, ya que – recordó Francisco – “lo superfluo proviene del maligno”. Es precisamente “esta actitud de seguridad y de testimonio – añadió – lo que el Señor ha encomendado a la Iglesia y a todos nosotros, los bautizados”:
“Seguridades en la plenitud de las promesas en Cristo: en Cristo todo está cumplido. Testimonio hacia los demás; don recibido de Dios en Cristo, que nos ha dado la unción del Espíritu para el testimonio. Y esto es ser cristiano: iluminar, ayudar a que el mensaje y las personas no se corrompan, como hace la sal; pero si se esconde la luz, la sal se vuelve insípida, sin fuerza, se debilita, y el testimonio será débil. Pero esto sucede cuando yo no acepto la unción, no acepto el sello, no acepto aquel ‘anticipo’ del Espíritu que está en mí. Y esto se hace cuando no acepto el ‘sí’ en Jesucristo”.
La propuesta cristiana – dijo Francisco – es tan sencilla, pero “tan decisiva y tan bella, y nos da tanta esperanza”. Podemos preguntarnos: “¿Yo soy luz para los demás? Yo ¿soy sal para los demás, que da sabor a la vida y la defiende de la corrupción? ¿Yo estoy aferrado a Jesucristo, que es el ‘sí’? ¿Yo me siento ungido, sellado?’ ¿Yo sé que tengo esta seguridad que llegará a ser plena en el Cielo, pero que al menos es su ‘anticipo’, ahora, el Espíritu?”.
Por último, el Pontífice observó que al hablar cotidianamente “cuando una persona está llena de luz, decimos: ‘ésta es una persona solar’”, a lo que agregó:
“Se tiene la costumbre de decir esto: ‘Es una persona solar’. Lo que puede ayudarnos a comprender esto. Éste es más que solar, aún. Esto es reflejo del Padre en Jesús, en el que las promesas están todas cumplidas. Éste es el reflejo de la unción del Espíritu que todos nosotros tenemos. Y esto, ¿por qué? ¿Por qué hemos recibido esto? Lo dicen las dos Cartas. Pablo dice: ‘Y por esto, a través de Cristo, sube a Dios nuestro ‘amén’ para su gloria’, para glorificar a Dios. Y Jesús dice a los discípulos: ‘Que así resplandezca su luz ante los hombres, para que vean sus obras buenas y glorifiquen al Padre’. Todo esto, para glorificar a Dios. La vida del cristiano es así”.
Pidamos la gracia “de estar aferrados, enraizados en la plenitud de las promesas en Cristo Jesús que es ‘sí’, totalmente ‘sí’, para llevar esta plenitud con la sal y la luz de nuestro testimonio a los demás para dar gloria al Padre que está en los cielos”.
Fuente: Radio Vaticana
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