15/11/2013 – La Santa Sede negó que exista preocupación ante un eventual atentado contra el Papa Francisco por parte de la mafia calabresa. Tras las afirmaciones en tal sentido del Procurador Adjunto de sur italiano, Nicola Gratteri, el vocero del Vaticano, Padre Federico Lombardi, llamó a la calma, afirmándo que "no se teme por la seguridad personal del Papa". En otro orden, el Padre Lombardi informó que el Papa canceló las cuatro audiencias que tenía previstas en la mañana de hoy a causa de un resfrío.
En la tarde romana, el Santo Padre ordenó obispo al Padre Fernando Vérgez Alzaga, de la congregación de los Legionarios de Cristo, nombrado Secretario General del Gobierno del Estado de la Ciudad del Vaticano. Durante la homilía, Francisco reflexionó sobre la responsabilidad eclesial que implica la ordenación episcopal. "Para perpetuar el ministerio apostólico, los doce se rodearon de colaboradores trasmitiéndoles con la imposición de las manos el don del Espíritu recibido de Cristo que concede la plenitud del sacramento del orden", explicó el Papa.
Francisco invitó a recordar las palabras de Jesús a los apóstoles: "Quién les escucha a ustedes, me escucha a mí; quién les desprecia a ustedes, me desprecia a mí. Y quién me desprecia a mí, desprecia al que me ha enviado". El Papa quiso también mencionar "el gran servicio de ternura y caridad que tú, Fernando, has dado al Cardenal Eduardo Pironio, estoy seguro que él está entre nosotros en este momento y se alegra".
Por otra parte, se conoció una entrevista realizada al Padre Juan Carlos Scannone, donde este sacerdote jesuita afirma que “Jorge Mario Bergoglio me protegió siempre de los militares durante la dictadura argentina". El Padre Scannone recordó algunos momentos de su relación con el hoy Pontífice, asegurando que el entonces Padre Bergoglio conocía sus escritos, “no puedo decir que estuviera de acuerdo, pero seguramente los aprobaba, y me motivó a seguir publicándolos”.
El Periódico “L’Osservatore Romano” publicó un artículo y una entrevista a Scannone. “A mediados de abril recibí una carta escrita a mano de Bergoglio, ´querido Cachito` comenzaba diciendo el texto”. El sacerdote jesuita de 80 años contó que, en realidad, esta fue la segunda vez que el Papa Francisco lo buscó. La primera fue porque Scannone le había enviado a Roma, en donde se encontraba antes de comenzar el Cónclave, una carta sobre una red latinoamericana sobre el pensamiento social de la Iglesia que él, Carlos Ferrer y otros argentinos habían creado “para decir algo, en la línea que nosotros deseamos, al nuevo Papa que será elegido”.
En la división de las tareas, al Padre Scannone le tocó transmitir la noticia de la recién creada red a los cardenales Rodríguez Maradiaga, Francisco Javier Errázuris Ossa y, justamente, a Bergoglio. “Estaban en Roma, así que envié la carta por mail a la dirección de correo electrónico de la Curia de Buenos Aires, pidiendo el favor de que se la enviaran a donde se encontrara”. Y todos sabemos qué sucedió con Bergolio. Pocos días después, el Papa Francisco le escribió a Scannone para agradecerle la carta y por otros motivos que el viejo profesor del actual Obispo de Roma prefiere guardarse para sí.
El Padre Scannone, vinculado a la Teólogía de la Liberación, siempre se sintió apoyado por Bergoglio cuando era su superior. “Conocía mis escritos. No puedo decir que estuviera de acuerdo, pero seguramente los aprobaba, tan es cierto que en la época de los militares, cuando escribía de Teología de la Liberación, él los leía; y cuando los obispos le preguntaban sobre mí, me defendía diciendo que mis posiciones eran eclesiales”, sostuvo.
“Es más, era el mismo Bergoglio el que me espoleaba a seguir publicando. Cuando me pedían contribuciones las revistas internacionales, él me animaba a aceptar, y me aconsejaba no enviar el artículo desde la oficina de correos de San Miguel, sino desde el correo del centro de Buenos Aires, para evitar la censura a la cual pensaba que habría podido ser sometido aquí”, afirmó el Padre Scannone, que sabía que los militares de la dictadura argentina lo estaban vigilando. “Bergoglio, como provincial, tenía relaciones con los capellanes militares, y estos le decían que tuviera cuidado conmigo porque se estaban vigilando”.
Por este motivo, Bergoglio le aconsejaba que fuera prudente: “Me decía que no me moviera nunca solo por el barrio, porque si me secuestraban tenía que haber testigos para poder intervenir. En ese tiempo frecuentaba un barrio que se llama ´La Manuelita`; también vivían allí los asuncionistas que estudiaban en el colegio jesuita. Su superior era el Padre Jorge Adur; los militares lo fueron a buscar pero no lo encontraron, así que se llevaron a dos seminaristas que desaparecieron para siempre. Era el 4 de junio de 1976, lo recuerdo muy bien porque para mí era una fecha especial. Ellos no tenían nada que ver con la subversión; el Padre Adur se exilió en Francia, pero en junio de 1980, cuando el Papa fue a Brasil, viajó él también para visitar a una hermana; se habían dado cita en Porto Alegre, pero, cuando estaba viajando para ir a encontrarse con ella, despareció. Probablemente las sinergías de la Operación Cóndor”, contó Juan Carlos Scannone.
“Yo era muy amigo del padre Jorio -secuestrado con Francisco Jalics en 1977-. Bergoglio vivía aquí y me contaba lo que estaban haciendo por ellos. Sobre todo saber quién se los había llevado, si era el ejército, la marina, la aeronáutica o la policía. Mediante los capellanes militares supo después que había sido la marina. Por lo que me dijo Jorio, no fueron torturados. La tortura consistía en dejarlos varios días vendados y amarrados, con los carceleros que les orinaban y defecaban encima. Después los que los tenían se dieron cuenta de que eran inocentes. Entonces los dejaron bañarse, les dieron ropa y los transportaron en helicóptero, mientras dormían, para abandonarlos en medio del campo”, relató el Padre Scannone.
Otro de los casos que Scannone no puede olvidar es el secuestro de uno de sus alumnos que se apellidaba Álvarez. “Bergoglio comprobó que era inocente, pero el chico vio a la cara a uno de sus torturadores, y esto lo condenaba a muerte. Fue a hablar con el responsable de la unidad que lo detenía; le dijo que el asesinato de un inocente, sabiendo que era inocente y solo porque había visto la cara de su torturador, era un pecado gravísimo. ´Si cree en el infierno -me contó el hoy Papa Francisco-, sepa que el pecado es de infierno`. Y le salvó la vida”.
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