27/03/2022 – Durante el Ángelus el Papa Francisco se refirió a la parábola del Hijo Pródigo, que nos lleva al corazón de Dios que siempre perdona “con compasión y ternura”.
El evangelio nos dice que “Dios es Padre, que no solo acoge de nuevo, sino que se alegra y hace fiesta por su hijo, que ha vuelto a casa después de haber derrochado todos sus bienes. Nosotros somos ese hijo, y conmueve pensar en cuánto nos ama y espera siempre el Padre”, reflexionó el Papa Francisco.
Y continuó haciendo referencia al hijo mayor “que entra en crisis frente a este Padre. Y que puede ponernos en crisis también a nosotros. De hecho, dentro de nosotros está también este hijo mayor y, al menos en parte, tenemos la tentación de darle la razón: siempre había hecho su deber, no se había ido de casa, por eso se indigna al ver al Padre abrazar de nuevo al hermano que se ha portado mal. Protesta y dice: «Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya», sin embargo, por «ese hijo tuyo» ¡incluso celebras una fiesta! (vv. 29-30). “No te entiendo”. Es la indignación del hermano mayor”, dijo Francisco y continuó reflexionando sobre cómo este hijo mayor basa su relación con el Padre “en el puro cumplimiento de los mandamientos, en el sentido del deber”. Puede ser también nuestro problema, nuestro problema entre nosotros y con Dios: perder de vista que es Padre y vivir una religión distante, hecha de prohibiciones y deberes. Y la consecuencia de esta distancia es la rigidez hacia el prójimo, que ya no se ve como hermano. De hecho, en la parábola el hijo mayor no dice al Padre mi hermano, no, dice tu hijo, como diciendo: no es mi hermano. Y al final precisamente él corre el riesgo de quedar fuera de casa. De hecho —dice el texto— «no quería entrar» (v. 28).
Frente a esto el Padre trata de hacerle entender que para él cada hijo es toda su vida. “Lo saben bien los padres, que se acercan mucho al sentir de Dios. Es bonito lo que dice un padre en una novela: «Cuando me convertí en padre, entendí a Dios» (H. de Balzac, El padre Goriot, Milán 2004, 112), reflexionó el Papa.
En la parábola, el Padre abre el corazón al hijo mayor y le expresa dos necesidades, explicó Francisco: «Convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida» (v. 32).
Se trata de manifestar nuestra cercanía “a quien se arrepiente o está en camino, a quien está en crisis o alejado”, enseña el Santo Padre. “Esto ayudará a superar el miedo y el desánimo, que pueden venir al recordar los propios pecados. Quien se ha equivocado, a menudo se siente reprendido por su propio corazón; distancia, indiferencia y palabras hirientes no ayudan”, dijo.
“Y nosotros, ¿hacemos esto? ¿Buscamos a quien está lejos, deseamos celebrar fiesta con él? ¡Cuánto bien puede hacer un corazón abierto, una escucha verdadera, una sonrisa transparente; celebrar fiesta, no hacer sentir incómodo! El padre podría decir: está bien hijo, vuelve a casa, vuelve a trabajar, vete a tu habitación, prepárate y ¡al trabajo! Y este habría sido un buen perdón. ¡Pero no! ¡Dios no sabe perdonar sin hacer fiesta! Y el padre hace fiesta, por la alegría que tiene porque ha vuelto el hijo”, comentó el Papa Francisco.
“Quien tiene un corazón sintonizado con Dios, cuando ve el arrepentimiento de una persona, por graves que hayan sido sus errores, se alegra, ¡porque el bien del otro es también el mío!”, expresó el Santo Padre.
Luego del Ángelus el Papa Francisco se refirió al horror de la guerra en Ucrania. “La guerra no devasta solo el presente, sino también el futuro de una sociedad. He leído que desde el inicio de la agresión a Ucrania un niño de cada dos se ha desplazado del país. Esto quiere decir destruir el futuro, provocar traumas dramáticos en los pequeños e inocentes entre nosotros. Esta es la bestialidad de la guerra, ¡acto bárbaro y sacrílego!”, expresó.
“La guerra no puede ser algo inevitable. No debemos acostumbrarnos a la guerra. Debemos, en cambio, convertir la indignación de hoy en compromiso para el mañana. Porque, si de esta situación salimos igual que antes, de algún modo seremos todos culpables. Ante el peligro de la autodestrucción, la humanidad debe entender que ha llegado el momento de abolir la guerra”, insiste el Papa Francisco en una semana dedicada a denunciar las atrocidades de la guerra y orar por la paz.
Y para finalizar recordó: “precisamente hace dos años, en esta plaza, elevamos la súplica por el final de la pandemia. Hoy lo hemos hecho por el final de la guerra en Ucrania. A la salida de la plaza se os regalará un libro, realizado por la Comisión Vaticana Covid-19 con el Dicasterio para la Comunicación, para invitar a rezar en los momentos de dificultad, sin miedo, teniendo siempre fe en el Señor. A todos os deseo un feliz domingo y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!”.
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