17/04/2018 – Dijo el Papa Fancisco en su homilía de hoy:”¡Hombres duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! Sois como fueron vuestros padres… que mataron a los profetas!” Esteban, el primer mártir de la Iglesia, acusaba así al pueblo, a los ancianos y a los escribas que lo habían arrastrado a los tribunales. Sus corazones estaban cerrados, no querían escucharlo, y ya no recordaban la historia de Israel.
Así como los profetas anteriores habían sido perseguidos por sus padres, también estos ancianos y escribas con sus corazones que «se consumían de rabia» se lanzaron contra Esteban, «y arrastrándolo fuera de la ciudad, lo apedrearon». Y el Papa comenta: “Cuando el profeta llega a la verdad y toca el corazón, el corazón se abre o el corazón se vuelve de piedra, y se desencadena la rabia, la persecución”. “Así termina la vida de un profeta”.
La verdad muchas veces es incómoda y no es agradable de escuchar: Francisco recuerda que “los profetas siempre han tenido estos problemas de persecución para decir la verdad”.
“Pero, ¿cuál es para mí la prueba de que un profeta cuando habla en voz alta dice la verdad? Es cuando este profeta es capaz no sólo de decir, sino también de llorar sobre el pueblo que ha abandonado la verdad. Y Jesús, por una parte, le reprocha con esas palabras duras; «generación perversa y adúltera» dice por ejemplo; y por la otra parte llora por Jerusalén. Ésta es la prueba: un verdadero profeta es aquel capaz de llorar por su pueblo y también de decir cosas fuertes cuando debe decirlas. No es tibio, es siempre así: directo”.
Pero el verdadero profeta no es un “profeta de desventuras” – precisa Francisco. “El verdadero profeta es un profeta de la esperanza”:
“Abrir puertas, sanear las raíces, restaurar la pertenencia al pueblo de Dios para seguir adelante. No es ‘por oficio’ un reprochador… No, él es un hombre de esperanza. Reprocha cuando es necesario, y abre las puertas mirando el horizonte de la esperanza. El verdadero profeta, si hace bien su trabajo, se juega la piel.
Así Esteban muere ante la mirada de Saúl, para ser coherente con la verdad. Y el Papa cita una frase de uno de los primeros padres de la Iglesia: ‘La sangre de los mártires es la semilla de los cristianos’.
“La Iglesia necesita de los profetas. Diré más: necesita que todos nosotros seamos profetas. No críticos, esto es otra cosa. Una cosa es el juez siempre crítico a quien nada le gusta, ninguna cosa le gusta: ‘No, esto no esto no va bien, no va bien, no va bien. Esto debe ser así…”. Ése no es un profeta. El profeta es el que reza, mira a Dios, mira a su pueblo, siente dolor cuando el pueblo se equivoca, llora – es capaz de llorar sobre el pueblo – pero también es capaz de jugársela bien para decir la verdad”.
“Que no le falte a la Iglesia – concluyó el Santo Padre – este servicio de la profecía, para ir siempre hacia adelante”.
Fuente: Vatican News
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