13/04/2025 – El 14 de abril se conmemora el Día de las Américas, recordando aquella primera Conferencia Internacional Americana celebrada en Washington en 1890, hito fundacional que con el tiempo daría origen a la Organización de Estados Americanos (OEA). Aunque la primera celebración oficial tuvo lugar en 1939, la fecha evoca un ideal de unidad y cooperación continental que, a la luz de la historia y el presente, parece más una aspiración que una realidad palpable.
Para comprender la génesis y la evolución de esta conmemoración, dialogamos con Irene Romero, historiadora y docente de la Universidad Católica de Salta. “Esta celebración tiene su origen en la convocatoria de las naciones americanas para celebrar conferencias durante medio siglo, hasta confluir en la OEA”, explica Romero. Sin embargo, la historiadora advierte sobre un cambio de paradigma: “Hubo un tiempo de paridad entre las naciones, pero tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos adquirió un gran peso, relegando a otras naciones”.
Esta asimetría impactó en la OEA, un organismo que, si bien se propuso la cooperación y la paz, no siempre logró sus objetivos. “No tenemos una guerra en América, pero sí grandes diferencias en política económica, social y en las relaciones mismas”, señala Romero, enfatizando que las marcadas diferencias ideológicas entre los gobiernos de turno impiden una verdadera unión americana más allá de la celebración anecdótica.
La historiadora rescata un pasado de mayor cohesión, especialmente durante la colonia española, donde la Corona y la Iglesia tejieron lazos culturales y de hermandad. Incluso en el proceso emancipador, líderes como Bolívar y San Martín vislumbraron grandes unidades territoriales. Sin embargo, la fragmentación posterior y la dificultad para consolidar instituciones sólidas dejaron una “deuda pendiente” en muchos países latinoamericanos.
Romero apunta a la falta de una conciencia cívica arraigada y a la necesidad de priorizar el bien común por encima de los intereses particulares. “El ciudadano debe verse como responsable del Estado”, subraya. Además, reflexiona sobre la paradoja de una región que, a pesar de compartir un continente, a menudo se mira con prejuicio y exclusión. “Nos falta vernos como parte de una América, con un sentido fraternal que la fe nos ha legado”, concluye, dejando una invitación a la reflexión sobre el camino aún por recorrer para concretar aquel sueño de unidad continental nacido hace más de un siglo.
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