Somos hijos en el Hijo, hermanos en el Hijo

martes, 26 de enero de 2016

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26/01/2016 – Entonces llegaron su madre y sus hermanos, se quedaron afuera y lo mandaron a llamar.Como era mucha la gente sentada en torno a Jesús, le transmitieron este recado: «Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y preguntan por ti.»Él les contestó: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?»Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos.Porque todo el que hace la voluntad de Dios es hermano mío y hermana y madre.»

San Marcos 3, 31 – 35

Aquí estamos, SEÑOR, ESPIRITU SANTO.
Aquí estamos en tu presencia.
Ven y quédate con nosotros. Dígnate infundirte en lo
más íntimo de nuestros corazones. Enséñanos en qué
tenemos que ocuparnos, hacia dónde tenemos que
dirigir nuestros esfuerzos.
Haznos saber lo que tenemos que realizar, para que
con tu ayuda podamos agradarte en todo. Sé tú solo
quien inspires y lleves a feliz término nuestras deci-
siones. Tú sólo, con DIOS PADRE y su HIJO, posees
el nombre glorioso.
No permitas que seamos perturbadores de la justicia,
Tú que amas la equidad en sumo grado.
Que la ignorancia no nos arrastre al mal, ni nos desvíe
el aplauso, ni nos corrompa el interés del lucro, o la
preferencia e personas.
Antes bien, únenos a ti de modo eficaz por el don de tu
Gracia. Que seamos uno en Ti y en nada nos apartemos
de la verdad.
Y por hallarnos reunidos en Tu nombre podamos man-
tener en todo la justicia, guiados por el amor, para que
aquí y ahora no nos separemos en nada de Ti. AMEN.

San Juan XXIII

Cuando padecemos de mamitis con el seguimiento a Cristo son incompatibles. Alguien piensa que la madre y los familiares tienen privilegios pero Jesús aclara, él amplia el horizonte de la familia. Somo familia al cumplir la voluntad del Padre. El Padre y Su voluntad son el centro de la nueva comunidad. La carne y la sangre se ven trascendidas. Para entrar en ésta nueva familia hay que nacer de lo alto y de nuevo.

A partir de ésta expresión de Jesús en el evangelio, los lazos humanos no son los más serios para seguir el camino de Dios. La nueva manera de vivir la voluntad de Dios. María fue la que mejor comprendió el Evangelio del su hijo y así se transforma en modelo de los nacidos de Dios. Varios documentos la llaman la “primera Discípula”.

A ese modo infantil en donde nos convertimos en celosos en envidiosos porque creemos que a otros le va mejor que a mí. Hoy desde la proclamación del evangelio de inaugura ésta nueva forma de ser familia: desde la escucha y cumplimiento de la Palabra de Dios.

Muchas veces los lazos de la fe son más fuertes que los de la sangre y de la carne. ¿Cuántas veces vivimos una mayor unidad al compartir con los hermanos de la comunidad que los lazos de la sangre y de la carne?

Somos hijos en el Hijo, hermanos en el Hijo porque escuchamos y cumplimos Su palabra.

Somos la familia de Cristo

María, la Virgen, la mujer creyente y discípula, abierta siempre al querer de Dios, la mujer del Sí. La madre del verbo, de la palabra comprende lo que su hijo le estaba pidiendo.

Para el pueblo judío la maternidad era excelsa, sin embargo Jesús, sin rebajar su valor, nos da una catequesis y una pedagogía sobre los valores de la familia del Reino. Escuchar y cumplir la Palabra nos hace hijos del Padre.

Nosotros somos la nueva familia del Reino, somos su familia, somos hermanos de Jesús, hijos del Padre. Hacemos carne esto al abrir el corazón a Su palabra y poniéndola en práctica.

El Concilio Vaticano II dice que la vida religiosa tiene que ser la expresión de esto que el Evangelio nos propone. También otras realidades que podemos vivir en nuestras comunidades completas en donde estamos llamados a compartir la vida de fe.

La alegría del Evangelio es el poder expresar en la Iglesia, que así como tenemos dificultades y que hay que limar asperezas, así también hay formas que, prescindiendo del tiempo y las circunstancias somos familia. En donde la Madre Cristo para a ser nuestra Madre. Ella es la que primero vivió lo que ahora nosotros queremos vivir en este camino de Dios.

Jesús no desprecia la familia de sangre, solo agranda, corre el horizonte familiar.

Somos la familia de Dios, somos hermanos en Jesús, somos hijos del Padre del cielo.

 

¡Buen día! Estamos compartiendo la catequesis.La consigna para este día es la siguiente:¿Cómo vivís tu comunión con Dios? ¿Cómo vivís tu pertenencia a la comunidad cristiana?

Posted by Radio María Argentina on martes, 26 de enero de 2016

 

El Papa Francisco en el  Evangelii Gaudium nos habla de ésta experiencia comunitaria:

Un pueblo para todos

112. La salvación que Dios nos ofrece es obra de su misericordia. No hay acciones humanas, por más buenas que sean, que nos hagan merecer un don tan grande. Dios, por pura gracia, nos atrae para unirnos a sí.[79] Él envía su Espíritu a nuestros corazones para hacernos sus hijos, para transformarnos y para volvernos capaces de responder con nuestra vida a ese amor. La Iglesia es enviada por Jesucristo como sacramento de la salvación ofrecida por Dios[80]. Ella, a través de sus acciones evangelizadoras, colabora como instrumento de la gracia divina que actúa incesantemente más allá de toda posible supervisión. Bien lo expresaba Benedicto XVI al abrir las reflexiones del Sínodo: «Es importante saber que la primera palabra, la iniciativa verdadera, la actividad verdadera viene de Dios y sólo si entramos en esta iniciativa divina, sólo si imploramos esta iniciativa divina, podremos también ser —con Él y en Él— evangelizadores»[81]. El principio de la primacía de la gracia debe ser un faro que alumbre permanentemente nuestras reflexiones sobre la evangelización.

113. Esta salvación, que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia, es para todos[82], y Dios ha gestado un camino para unirse a cada uno de los seres humanos de todos los tiempos. Ha elegido convocarlos como pueblo y no como seres aislados.[83]Nadie se salva solo, esto es, ni como individuo aislado ni por sus propias fuerzas. Dios nos atrae teniendo en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que supone la vida en una comunidad humana. Este pueblo que Dios se ha elegido y convocado es la Iglesia. Jesús no dice a los Apóstoles que formen un grupo exclusivo, un grupo de élite. Jesús dice: «Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos» (Mt 28,19). San Pablo afirma que en el Pueblo de Dios, en la Iglesia, «no hay ni judío ni griego […] porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Ga 3,28). Me gustaría decir a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, a los que son temerosos o a los indiferentes: ¡El Señor también te llama a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor!

114. Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de amor del Padre. Esto implica ser el fermento de Dios en medio de la humanidad. Quiere decir anunciar y llevar la salvación de Dios en este mundo nuestro, que a menudo se pierde, necesitado de tener respuestas que alienten, que den esperanza, que den nuevo vigor en el camino. La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio.

Padre Daniel Cavallo