Jesús viene a liberar las cadenas

lunes, 1 de febrero de 2016

Libertad2

01/02/2016 – Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro. El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo. Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.

Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él, gritando con fuerza: “¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!”. Porque Jesús le había dicho: “¡Sal de este hombre, espíritu impuro!”.

Después le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?”. El respondió: “Mi nombre es Legión, porque somos muchos”. Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.

Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: “Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos”. El se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó.

Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido. Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor.

Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio. En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él.

Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: “Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti”. El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.

Mc 5, 1-20

¡Bienvenidos a la Catequesis! Desde la Capital Federal, el P. Alejandro Puiggari nos invita a preguntarnos ¿Cuáles son…

Posted by Radio María Argentina on lunes, 1 de febrero de 2016

La Palabra de Dios es vida y nos transforma. Un error es quedarnos en el cuentito, no ir al fondo, quedarnos en las ideas, y no dejar que germine. Por el Espíritu sabemos que la Palabra viene para mí hoy, y tiene algo para decirme.

Dios se ha hecho hombre y ha querido estar tan cerca de los hombres, que se hizo uno de los nuestros. Esa es la clave del texto del evangelio de hoy. Se trata de un evangelio bien humanista.

Jesús con sus discípulos va a los zonas paganas, bien mar adentro. Habitualmente los pescadores estaban en la zona conocida, por la orilla. Por eso el mar adentro es ir más allá de lo conocido. Jesús hace universal el llamado. Para los judíos no existía la misión, eran el pueblo elegido y nadie más.

Dice el texto “Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro”. Este hombre tendrá sus paradojas. El que vive en la muerte, sale a buscar al que trae la Vida Nueva; el poseído por un espíritu impuro va en búsqueda del santo de Israel. Todos vivímos en contradicciones: amamos a Dios, y sin embargo nos dejamos llevar por las pasiones; celebramos la Pascua cada domingo y sin embargo encerramos la buena noticia; somos santos por el bautismo y pecadores en las opciones. Somos así, pero Dios no se cansa de nosotros.

Desenmascarar al mal y ponerle rostro

Es fuerte la imagen de este hombre: habitaba en un sepulcro, nadie lo podía contener, ni si quiera con cadenas. Es un hombre esclavo, lo quieren atar, y lo tratan de peligroso.

En este relato son claves algunos elementos: Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él, gritando con fuerza: “¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!”.  Este hombre se postra ante Jesús, y a la vez grita y le pide que no le haga daño. Jesús lo vió, se conmovió y echó al espíritu impuro “sal de este hombre”. Dios siempre toma la iniciativa, pero primero nosotros necesitamos pedir que el Señor nos libre del mal. El diablo, con sus modos, ha querido convencernos de que no existe, de que es cosa de fábulas antiguas.

Decía el Papa Francisco el 14 de abril de 2015:

“El diablo existe también en el siglo XXI y debemos aprender del Evangelio cómo luchar» contra él para no caer en la trampa. Para hacerlo no hay que ser «ingenuos», por ello se deben conocer sus estrategias para las tentaciones, que siempre tienen «tres características»: comienzan despacio, luego crecen por contagio y al final encuentran la forma para justificarse.

El diablo está. ¡También en el siglo XXI! Y no debemos ser ingenuos ¿eh? Debemos aprender del Evangelio cómo se lucha contra él”.

Debemos aprender del evangelio como luchar contra él para no caer en la trampa. No hay que ser ingenuos, hay que conocer sus estrategias, que  Hoy más que nunca el mal está presente, el príncipe de este mundo va tomando corazones e instituciones.

Son las estructuras de poder que generan tantas situaciones malignas. También en nuestro corazón tantas veces vivímos eso de San Pablo, “hago lo que no quiero”. Necesitamos ponerle nombre al mal, a la tentación con la que nos atormenta. Necesitamos discernir, darnos cuenta cuando empezamos a actuar por celos, por envidia, por broncas, que empiezan a encadenarnos quitándonos libertad y conduciéndonos a donde no quisiéramos. Los pecados también se encadenan, y tenemos que ponerle nombre porque al nombrarlos quedan en evidencia. No tenemos que dar por supuesto que no vamos a ser atacados por la tentación, porque cruza nuestros caminos. Hoy mismo vas a ser tentado, y será vencida con la luz y la fuerza que nos da Jesús. “Líbranos de caer en la tentación” rezamos.

La tentación es parte del sentir humano, y Jesús no nos lo va a arrancar, pero podemos pedirle nos proteja de caer en ella. Necesitamos pedir luz al Espíritu, sobretodo cuando me reconozco sin paz o medio turbado. Ahí es necesario parar un cambio: pedir ayuda a alguien con experiencia, un sacerdote o religiosa, rezar, pedir luz.

El demonio siempre ataca en la rectitud o en la sinceridad. En unas cartas que un seminarista escribe a Santa Teresita en el Carmelo, se descubre que no le es sincero, que le cuenta un poco pero que no le abre el corazón. Esa es una estrategia del demonio: no decir todo lo que te pasa, sino ir a medias. Una de las maneras de combatir el demonio es descubriendo las cadenas que nos atan, y ponerle nombre.

Otra tentación es la de creer que quien  vive de una manera indigna, no tiene remedio. El evangelio nos muestra que este hombre que gritaba y estaba encadenado, que casi era infra hombre, después aparece sentado y en su sano juicio. Se recuperó: Jesús lo recuperó y él se dejó recuperar. Decir que “tal persona es irrecuperable” es como pactar con el maligno, porque Dios dio su vida por todos. Todo hombre está llamado a vivir en la dignidad de los hijos de Dios. También está en nuestra responsabilidad afectiva y efectivamente.

deprimido

La hipocresía de vivir del dinero

Dice el texto que los demonios fueron a los chanchos. Los cerdos para los judíos eran signo de la impureza. Es como si siendo impuros, no hubieran soportando tanta impureza, y por eso se precipitaron al lado. Y los hombres del lugar, en vez de ver al hombre recuperado, se quedaron con la pérdida económica de los chanchos. En lugar de quedarse en el hombre que estaba al borde, deshumanizado y desquiciado, acercarse o abrazarlo, se quedan en la pérdida económica. Sin duda era mucho, pero todo el dinero del mundo no se comparaba con un hombre recuperado. Cuando la norma es el dinero, entonces vemos lo que nos pasa en la actualidad, muchos sufren y quedan al margen. La vida económica no puede ser el motivo por lo cual gire el mundo.

Los testigos contaron lo que había sucedido. Tenían al profeta en medio de ellos, pero empezaron a pedirle que se alejara de su territorio. “No nos molestes, no queremos saber de vos”, pareciera que le decían. ¿Por qué? Porque ya no les cerraban los números. También nos pasa hoy, Jesús es echado de muchos corazones y estructuras porque el bolsillo manda. Y entonces el hombre pierde, y pierde la humanidad. Cuando el bolsillo manda, hasta la “casa común”, la Tierra, pierde. Es momento para pensar también, si en nuestra vida no estamos también centrados en este aspecto económico. También para ver si somos capaces de alegrarnos ante las obras y maravillas de Dios.

Este hombre que recupera la dignidad de los hijos de Dios, que sale del sepulcro y pasa a la vida, este hombre que había estado endemoniado le pidió a Jesús embarcarse con Él, pero no lo dejó: “Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti”. El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.  Jesús quería que fuera apóstol en la periferia. No sabemos su nombre, pero podemos pensar que es el patrono de las periferias. En su propio ambiente pudo ser testigo de la misericordia que Dios tuvo con Él. Es como si les dijera, en tu familia, en tu metro cuadrado, ahí te quiero testigo, ahí quiero que anuncies las maravillas de Dios. 

Padre Alejandro Puiggari