11/02/2016 – Jesús dijo a sus discípulos: “El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”. Después dijo a todos: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?
Lc 9, 22-25
La palabra del Señor nos ubica en un enclave de seguimiento. Vos y yo nos reconocemos cristianos, nos hacemos la señal de la cruz, tenemos la alegría de saber que Jesús es nuestro Salvador. Esa es la clave para entender el evangelio de hoy. Ser cristiano es ir tras sus huellas.
Entrar en la cuaresma es reconocernos necesitados del Señor. Decimos “Sáname Señor”, y esto es parte de nuestro itinerario cuaresmal. Sáname Señor porque soy débil, porque el pecado a veces oscurece tu luz en mi corazón pero en el “Sáname Señor” hay un grito de esperanza porque estoy antes el médico, ante el Dios misericordioso. Y todo esto lo voy a descubrir si soy capaz de detenerme.
Hoy estamos ante una necesidad, de elegir. Pero para eso es necesario que nos hagamos preguntas importantes. Y para hacernos preguntas es necesario que nos detengamos. El Señor dice “mirá yo pongo ante tí la vida, la muerte y el mal” dándonos así una libertad para elegir.
A veces nos sucede que es más cómodo dejarnos llevar por la inercia de la vida. Por eso la Iglesia hoy nos detiene para dejar de ser una especie de fugitivo de sí mismo. Elegir a quien uno quiere servir.
La cuaresma nos hace detenernos para que nos preguntemos quién es el Señor para nosotros. Si yo lo quiero seguir entonces tengo que seguir sus actitudes. Acá es donde llegamos descubrir que somos totalmente autorreferenciales y esto no tiene nada que ver con Jesús. El “Yo, yo, yo” aparece en nuestro lenguaje permanente.
Es bueno que en este día nos detengamos un momento, en el corazón y nos preguntemos “¿Qué quiero elegir en este día? ¿cómo quiero vivir este día?” Parar y elegir. “¿elijo tener los sentimientos de Jesús o elijo hacer la mía?”. Jesús se detiene y te serena para poder elegir bien.
¡Buen día! Estamos compartiendo la catequesis junto al padre Alejando Puiggari.En el día de la #VirgenDeLourdes te… Posted by Radio María Argentina on jueves, 11 de febrero de 2016
¡Buen día! Estamos compartiendo la catequesis junto al padre Alejando Puiggari.En el día de la #VirgenDeLourdes te…
Posted by Radio María Argentina on jueves, 11 de febrero de 2016
Una de las claves para entender el evangelio de hoy es saber que seguirlo a Jesús nos trae la profunda alegría.
Si nosotros leemos muy superficialmente el Evangelio de hoy podríamos pensar “Ya está otra vez la Iglesia con la cruz, con la tristeza”. Pero no es así porque el camino de seguimiento de Jesús es de entrega pero de vida.
Una cuaresma llena de prácticas penitenciales sin el encuentro con Jesús no sirve, no te transforma. En este seguimiento aparece la renuncia pero como fruto del amor. Pero con la renuncia lo que Jesús nos dice que para poder amar hay que aprender a hacerlo. Pero renunciar a nuestro egoísmo, a nuestra avaricia.
La única manera de poder vivir la alegría de la Cruz es Jesús. El cardenal Van Thuan que sufrió tanto porque fue privado de muchas cosas hubo algo que no no pudieron quitarle y esa fue la alegría de seguir a Jesús. Él escribió los 5 defecto de Jesús, en el cuarto punto dice:
Jesús es un aventurero El responsable de publicidad de una compañía o el que se presenta como candidato a las elecciones prepara un programa detallado, con muchas promesas. Nada semejante en Jesús. Su propaganda, si se juzga con ojos humanos, está destinada al fracaso. Él promete a quien lo sigue procesos y persecuciones. A sus discípulos, que lo han dejado todo por él, no les asegura ni la comida ni el alojamiento, sino sólo compartir su mismo modo de vida. A un escriba deseoso de unirse a los suyos, le responde: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Mt 8, 20). El pasaje evangélico de las bienaventuranzas, verdadero «autorretrato» de Jesús, aventurero del amor del Padre y de los hermanos, es de principio a fin una paradoja, aunque estemos acostumbrados a escucharlo: «Bienaventurados los pobres de espíritu…, bienaventurados los que lloran…, bienaventurados los perseguidos por… la justicia…, bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5, 312). Pero los discípulos confiaban en aquel aventurero. Desde hace dos mil años y hasta el fin del mundo no se agota el grupo de los que han seguido a Jesús. Basta mirar a los santos de todos los tiempos. Muchos de ellos forman parte de aquella bendita asociación de aventureros. ¡Sin dirección, sin teléfono, sin fax…!
Jesús es un aventurero
El responsable de publicidad de una compañía o el que se presenta como candidato a las elecciones prepara un programa detallado, con muchas promesas.
Nada semejante en Jesús. Su propaganda, si se juzga con ojos humanos, está destinada al fracaso.
Él promete a quien lo sigue procesos y persecuciones. A sus discípulos, que lo han dejado todo por él, no les asegura ni la comida ni el alojamiento, sino sólo compartir su mismo modo de vida.
A un escriba deseoso de unirse a los suyos, le responde: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Mt 8, 20).
El pasaje evangélico de las bienaventuranzas, verdadero «autorretrato» de Jesús, aventurero del amor del Padre y de los hermanos, es de principio a fin una paradoja, aunque estemos acostumbrados a escucharlo:
«Bienaventurados los pobres de espíritu…, bienaventurados los que lloran…, bienaventurados los perseguidos por… la justicia…, bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5, 312).
Pero los discípulos confiaban en aquel aventurero. Desde hace dos mil años y hasta el fin del mundo no se agota el grupo de los que han seguido a Jesús. Basta mirar a los santos de todos los tiempos. Muchos de ellos forman parte de aquella bendita asociación de aventureros. ¡Sin dirección, sin teléfono, sin fax…!
Cuando nosotros ponemos nuestra felicidad en el tener somos desdichados. La cuaresma es ideal para aprender a renunciar. No tengo por qué tener el último celular, por ejemplo, para ser féliz.
Uno de los temas más difíciles por poner otro ejemplo es justamente el saber educar a nuestros hijos en las verdaderas necesidades. Es necesario la presencia de un adulto en ésta tarea y ser adulto significa saber renunciar. Esas renuncias que nos hacen felices. La vida ascética que si no está unido al Señor produce cristianos pelagianos, esos que creen que con la propia voluntad pueden todos, avinagrados. Nosotros vivimos sabiendo que vivimos de la misericordia de Dios, vivimos gracias al amor de Dios que hace posible todo en nosotros.
Seguir al Señor es nuestro estilo, es la renuncia, hemos sido salvados por la Cruz. No hay nadie que en su vida no tenga una cruz, podemos anestesiar algunos dolores pero no oculta la cruz. Hay tantas cruces. Cruces que surgen de injusticias, del trabajo o de faltas de trabajo. Pero se trata de seguir a Jesús con alegría. En este sentido elegir si quiero seguir a Jesús o seguir al mundo.
Hoy todo el mundo reconoce al Papa Francisco, es el hombre más famoso pero no nos olvidemos de Francisco y su humildad. De ese Bergoglio que viajaba en colectivo. Él nos muestra que el camino de seguir al Señor es de humildad, de renuncia.
Este modelo tan consumista produce tanto daño.
Ponemos nuestra mirada en la Virgen de Lourdes. El Papa Francisco invitó a la Jornada Mundial del Enfermo. Y en su mensaje invita a confiar en en Jesús como en María. También nos exhorta a tomar las Bodas de Canáa como el texto que acompañe en ésta jornada.
En las Bodas de Canáa la Virgen aparece como la Madre atenta que sabe descubrir lo que te pasa, María no se limita a mirar ni a hacer juicios. Ella inmediatamente se los presenta a Jesús. Pongamos nuestra mirada atenta en María. Ella y Jesús se acercarán a ungir las heridas con el óleo de la alegría. Solo pedirán que nos animemos a ofrecer nuestras tinajas, todo el dolor y el sufrimiento y de todo esto el lo transformará en vino, vino de la alegría.
Que el manto de María nos cubra a todos.
El Papa Franciso dice en la Bula Papal por el Jubileo de la Miericoridia:
El pensamiento se dirige ahora a la Madre de la Misericordia. La dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo, para que todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios.
Padre Alejandro Puiggarri
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