03/03/2016 – Hoy San Ignacio nos presenta una contemplación propia de la segunda semana. Buscamos reconstruir la historia a partir del texto del nacimiento de Jesús: Lc 2, 1 en adelante.
Lucas sitúa la historia en el curso de un acontecimiento universal. Es como si tomaramos con una cámara primero un plano bien amplio, panorámico, y después ajustamos a los detalles. En el zoom grande, Lucas nos presenta a Augusto que gobierna sobre toda la tierra conocida con el imperio romano. Dice un contemporáneo, que en ese tiempo de Augusto en el imperio gobernado por él se cumplen las expectativas de los tiempos.
José y María caminan por el censo a Belén, lugar de donde proviene la familia de José. Es un lugar remoto, casi desconocido, pero en Miqueas aparece “tu Belén, aunque eres la menor de las “. Hacia ese lugar pequeño y en ese peregrinar silencioso, María y José van con un secreto. El que nacerá será llamado hijo de Dios. Toma al niño en sus brazos y a su madre y parte. Tomar, es a la vez dejarse tomar por ese niño y su madre.
Luego, haciendo más zoom, llegamos a María que está embarazada y van buscando un lugar. No encuentran lugar en la posada y van a parar a un establo, entre animales. Allí “dió a luz a su hijo primogénito”. En ese lugar pequeño y escondido, entre los animales, y en el silencio y lo oculto acontece el nacimiento.
Hay dos movimientos. Por un lado el movimiento de la tierra con el empadronamiento, peregrinar, llegar a Belén, no encontrar lugar, nace el niño… Al mismo tiempo un movimiento celestial con los ángeles de Dios se acercan a los pastores y los envuelven con su Gloria, lo van a reconocer como un niño envuelto en pañales. Podemos pensar en qué lugar de la vida necesitamos que Dios vuelva a nacer. Dejarme envolver también yo por la presencia del Señor en este ejercicio.
Ahora nos ubicamos nosotros dentro de la escena, como un servidor. Por ejemplo, ubicarnos en la caravana en la que van María y José. Tal vez, entre los pastores, a los que los envuelve la gloria de Dios. ¿Y qué hacemos? Ver lo que allí ocurre, escuchar los diálogos, sentir los olores, sentir en el tacto la presencia de María y José. Por ejemplo, cuando nace el niño, me puedo imaginar a José yendo a buscar agua para la limpieza tras el parto; puedo imaginarme la alegría que hay en ese ambiente pobre, sencillo y con luz; ver al Niño que llora o que jadea, aún siendo la Palabra hecha carne; o sentir que María me pide que lo tenga en brazos mientras José va a buscar algo….. Mientras todo esto ocurre, se me van despertando sentimientos en el corazón, y en eso algo que Dios me quiere ir diciendo. Y desde allí me abro al coloquio, a la conversación con el Señor: “Qué lindo poder estar en este lugar, gracias por dejarme estar junto a María”, etc etc etc.
Como sea, pero yo allí presente. Esto me permite reconocer que no pasa lejos mío, sino que yo también formo parte del acontecimiento. “Como yo ahí presente con todos mis sentidos interiores” para contemplar en medio de la acción. Si no me meto en el hecho, queda como una linda historia, pero para tener un interno conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo, necesito estar ahí.
Ahí formulamos la petición “Interno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo para más amarte y mejor seguirte”. Pedimos la gracia de que “yo pueda mejor conocerte, para poder amarte y así seguirte y descubrir tu voluntad para mi vida”.
Después de la composición buscamos el reflectir, yo allí presente, con todo lo que se mueve en mi corazón lo que hace a mis afectos, sentimientos, voluntad que se mueve a… Son diferentes mociones que para distinguirlas de las que no son de Dios, lo hacemos al descubrir que vienen acompañadas de paz interior, libertad, gozo, con que eso se mueve dentro nuestro. En todos esos movimientos hay un decir de Dios, una orientación, y eso es lo que yo tengo que ir captando. Por eso hay que liberar el corazón en la imaginación y con esa disposición interior dejarme llevar. Nos quedamos con lo bueno y largamos afuera lo que no. Lo que no es de Dios lo descubrimos porque no nos da paz, nos trae tristeza o angustia. Cuando aparece, las expulsamos, y seguimos adelante.
A veces uno dice “no vengo tan bien, no me sentí tan bien”. A veces uno entra en lo profundo pero sensiblemente no siente nada. Eso no quiere decir que esté mal hecho. Primero hay que hacerlo, pelearlo, y los frutos se verán en el tiempo. Vale más hacer los ejercicios, como mejor se pueda, siguiendo las pautas, y confiar en que Dios hace su trabajo. Como diría Teresa de Jesús, “con determinada determinación” por gracia de Dios para ir a donde Dios nos quiere conducir. Estamos intentando hallar la voluntad de Dios para vivir conforme a su voluntad, y al fin para el cual hemos sido creados, que nos decía San Ignacio en principio y fundamento: “El hombre a sido creado para amar, hacer reverencia y servir”.
1- Oración preparatoria (EE 46) me pone en el rumbo del Principio y Fundamento: que lo que yo vaya a hacer me ponga en el contexto de buscar y realizar, ya desde ahora, y por encima de todo, la voluntad de Dios.
2- “Traer la historia” (EE 102) Se trata de reconstruir la historia de lo que contemplo a partir de los datos. Ayudará leer detenidamente y varias veces el pasaje que quiero contemplar: San Lucas 2, 1 y siguientes.
3-“La composición de lugar” (EE 103) tengo que componer la escena, re-crearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece.
4-Formular la petición (EE 104) La petición es la que enrumba la oración, la pone en búsqueda de algo, no la hace simple pasatiempo, sino persistente interés en alcanzar algo.
“Interno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo para más amarlo y mejor seguirlo”
5-Reflectir para sacar algún provecho significa dejarme mirar por la escena, como ubicarme en ella: aquí me implico en ella como si presente me hallare. Es dejar que lo mirado me mire y me diga algo nuevo. Eso que se me dice son las mociones que se me dan.
6-Coloquio: a partir de lo que he vivido en la contemplación, no me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o simplemente disfrutar de lo que se me ha dado.
7-Exámen de la oración
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